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lunes, 31 de enero de 2011

Salón de lectura: "El País del miedo". Isaac Rosa.

Parafraseando el original tema de Joaquín Sabina, esta "nivola" (prefiero llamarla al modo unamuniano, porque novela no es) nos muestra al estilo de "como te digo una co' te digo la o' " y como quien comprueba una por una la lista de prendas que meter en la maleta o muebles en el camión de la mudanza para que no se olvide ninguno, nos hace un repaso de todos los miedos posibles e imposibles que el ser humano puede tener: desde el coco o el hombre del saco, pasando por la asfixia de un bebé mientras duerme, los grupos de adolescentes temidos como posibles delincuentes, el racismo,- centrado en el magrebí y africano- con toda suerte de explicaciones.
El autor no es racista, pero...; al autor nunca le han asaltado, pero...
Parece un tratado (no, insisto, un listado interminable, uno tras otro) sobre los temores, al que se le ha insertado con calzador pasajes de una historia, la del pusilánime Carlos y familia, para convertirlo en narración, en novela difícilmente digerible, en la que página tras página se desarrollan temores uno tras otro con cortos comentarios intercalados.
Las investigaciones de la esposa de Carlos, Sara, es la que comienza la obra, dudando de la honradez de su criada Naima, al notar que faltan en casa 'pequeñas' cantidades de dinero (así llama al hurto de billetes de 10 y 20 euros), juguetes, ropa, baratijas, vídeos... No sirven de nada las protestas de inocencia de la víctima ni la situación en la que queda al perder la confianza en las casas en que limpiaba, a pesar de que su honradez resulta demostrada más adelante al descubrirse la extorsión que sufre su hijo, Pablo, por parte de otro adolescente, personaje canallesco donde los halla con situaciones llevadas al extremo. Se trata de una historia intercalada, como digo, para que sirva de enlace entre una y otra lista de temores, cómo se producen, de dónde vienen y cómo se difunden.
Están todos... no he echado en falta ninguno. Y debo confesar que el lector, conforme va avanzando en ella, teme que aparezca la siguiente retahíla, interminable, detallada, infatigable... ¡uf!
No se puede negar la originalidad, el atrevimiento de convertir este ensayo en novela y que, además, resulte ganadora, el 2008, en el Premio de Novela Fundación José Manuel Lara, galardón dotado con 150.000 euros. Tal vez podría presentarse como detallado y pormenorizado estudio sociológico y psicológico sobre los miedos cotidianos, seguro que también podría ganar.
Sin duda la recopilación es el resultado de observación, trabajo de hormiguero y tiempo.

Aquí tenemos un fragmento:
Pero no es ése su único miedo, ni siquiera el mayor. Carlos tiene otros. Algunos permanentes, otros puntuales, cíclicos. Algunos intensos y otros leves, todos tangentes, acumulables, soportables cada uno por separado, y que en realidad tienen una presencia continua pero secundaria, como un ruido de fondo con el que te acostumbras a vivir.
¿Podríamos decir que tiene miedo a la delincuencia? No exactamente. Es cierto que buena parte de sus temores pasan por ser atracado, asaltado, desvalijado; alguien que te toma del brazo al volver la esquina, alguien que se mete en tu coche por la puerta trasera cuando estás parado en el semáforo, alguien que llama a tu puerta y no consigues cerrar antes de que coloque el zapato entre la hoja y el marco. Pero lo de menos en esos supuestos es la sustracción, lo perdido, el dinero, el reloj, el vehículo. Lo importante es la navaja colocada en el costado, el brazo cerrado en torno al cuello, la patada a la puerta. De hecho, le atemoriza aún más imaginar situaciones en las que no hay billetera o coche robados, en que no existe esa motivación que, más que justificar el pinchazo o el golpe, lo delimitan, le ponen fin, todo acaba cuando el ladrón corre con su botín, cumplido su objetivo. Le da miedo cuando no hay tal objetivo, cuando es otro, o no existe, no es identificable. Aquellos casos en que los golpes no se detendrán ante un puñado de billetes o un número secreto de tarjeta de crédito, porque lo único que pueden, que quieren sacarte, es dolor.
Si tiene que ponerle nombre, lo llama «la violencia»
.

Recomendada para curiosos que lo leen todo. Eso sí, tómenlo a pequeñas dosis.

viernes, 28 de enero de 2011

Salón de lectura: Paulo Coelho. "El zahir"

Comienza el libro con el mejor de los inicios: una composición con fragmentos del poema "Viaje a Ítaca", de Konstantinos Kavafis, que musicara Lluis Llach y del que consta mi admiración en este vídeo.

Otra cita a la parábola del hijo pródigo y concretamente al pastor que abandona el rebaño para buscar a la oveja perdida, nos preparan para el contenido del libro: el viaje de un escritor para reencontrar a su ex-esposa, desaparecida voluntariamente.

Esta vez, son reflexiones sobre el matrimonio y la relación de pareja  los ejes centrales de esta obrita de poco más de 300 páginas. Explica el título mencionando una cita a Borges para explicarnos que Zahir significa en árabe lo "visible, presente, incapaz de pasar desapercibido. Algo o alguien con el que, una vez entramos en contacto, acaba poco a poco ocupando nuestro pensamiento, hasta que no somos capaces de concentrarnos en nada más. Eso se puede considerar santidad o locura."

Nada que ver, en mi opinión, con el viaje del pastor en busca de su tesoro o la del camino de Santiago... Este libro se pierde en divagaciones de mi admirado autor y se hace espeso, pesado y repetitivo. Quizás con la mitad de páginas hubiera sido suficiente y mucho más ameno.

Siendo tan complicada la tarea de escribir, hasta el mejor maestro puede tener sus "días malos" y creo que aquí ha primado al publicarlo el prestigio del autor (que ya presupone un éxito de ventas) y exigencias editoriales más que la calidad, pues pienso que existe en él una falta de maduración, de cohesión en las ideas; tiempo, en fin, que nos hubiera dado de nuevo otra gran obra como aquellas a las que el autor nos tiene malacostumbrados.