Se celebra el Día Mundial del Beso Robado, que comenzó en el Reino Unido y es una celebración distinta, aunque similar, a la del Día Internacional del Beso, del 13 de abril.
Pero recuerda: una broma deja de serlo en cuanto implica una pérdida de respeto.
- 1864: se funda la Cruz Roja Española. En sus orígenes, su actuación estuvo centrada en intervenciones humanitarias en caso de conflicto armado, como por ejemplo, en 1870 en la Guerra Franco-Prusiana -siendo el primer envío de ayuda humanitaria que realizó la Cruz Roja Española- y durante la Tercera Guerra Carlista en 1872. Nicasio Landa, junto con Joaquín Agulló, marqués de Ripalda, fue uno de los fundadores.
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Su obra Vallfart och vandringsar (Años de peregrinaje y vagabundeo, 1888), una colección de poemas líricos basados en sus vivencias durante su recorrido por el Oriente, señaló el comienzo de su disidencia con el naturalismo.
Sten Sturen hizo venir de Andorf a un ingeniero llamado el maestro Andrés, y le encargó que tallara una imagen tan preciosa, que no hubiera otra parecida en todos los países del Norte, porque habría de servir para adornar la Catedral de Estocolmo.
El maestro Andrés era un hombre rudo e imperioso, pero de amable sonrisa y mano firme. Era alto y bien proporcionado. Llevaba sus cabellos, ya muy grises, partidos por una raya al medio, enmarcando una frente alta y despejada, como si fuera la cabeza de un Cristo. Su mirada era tan lánguida y extraña, que parecía brotar desde lo más profundo de su mente y proyectarse sobre quien hablaba. Así era como les parecía a sus amigos que, dándole una palmada cariñosa en el hombro, le decían:
«Maestro, ¿dónde están tus pensamientos...? Clavas tus ojos en nuestro semblante, pero estás abstraído, como si no nos vieras».
Había recorrido muchos países, y más de una vez ciñó armadura para probar la suerte de las armas. Era devoto sin afectación, y muy asiduo en visitar las iglesias. La gente, sin embargo, había observado que sólo se arrodillaba ante las imágenes de los santos, nunca ante las de las santas.
Debajo de su jubón llevaba el maestro Andrés, colgada de una cadenilla, la efigie de San Jorge. (Inicio de "San Jorge y el dragón Endymion", 1898)
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- de 1914, José GARCÍA NIETO, escritor español, también recordado en la fecha de su defunción, un 27 de febrero de 2001.
Fue miembro, junto a Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro, de la generación poética de la posguerra española.
Académico de la Real Academia Española en 1982, sillón "i", ha sido galardonado en numerosas ocasiones, entre ellas, en 1950 con el Premio Adonais por Dama de soledad, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española por Geografía es amor en 1955, Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones (1951 y 1957), Premio Mariano de Cavia de periodismo en 1980 y Premio Cervantes en 1996 por el conjunto de su obra.
Tú eres el corazón con lo vivido,
en ti está lo que atrás vamos dejando,
lo que hemos ido con pasión amando,
definitivamente ya perdido,
en ti vemos las gracias que se han ido,
los paisajes y el cielo del ayer,
cuando las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido,
pero vives y estás, claro y pequeño,
miras aquellos prados, aquel sueño tan lejano,
las rosas de aquel día,
crees que puedes cambiar toda la suerte y,
aunque vamos derechos a la muerte,
vives de lo pasado todavía. (Al espejo retrovisor de un coche)
- de 1974, Estíbaliz ESPINOSA, (@criaturamecanic), escritora española de origen gallego que escribe en dicha lengua y castellano. También traductora y músico (cantante lírica). Licenciada en Sociología y en Filología Hispánica.
En Internet y a través de sus blogs ( ...mmmm..., [...] y Abra a cápsula, por favor), experimenta con ambientaciones sonoras, canto y ruidismo.
Muestra influencias muy variadas, desde científicas hasta provenientes de las artes plásticas, de los cuentos de hadas, del dibujo, de la música, de la matemática o de la astronomía.
Número e (Premio Espiral Maior 2001) cierra ese primer ciclo, con textos que aluden a los números, a la pérdida de la identidad y a la cibernética. Publica Zoommm. Textos biónicos en el 2007, Papel a punto de en el 2011, y Curiosidade, en el 2015.
Colabora en Babelia (El País) y en el suplemento cultural del ABC.
Sus antologías: Poesía Galega Contemporánea III 1975-2000, Mujeres de carne y verso (2001) y Das sonorosas cordas (2005).
Toda la elegancia y la ternura de un pañuelo doblado por nuestra madre al fondo del cajón que en contadas ocasiones miras. Factura de la luz. Estos horizontes móviles pueden con todo. Nada los amenaza, nada los arrasa. Soportan, como columnas de humo, la belleza. Salen indemnes de ella. No se inmutan ante nuestro informe forense. Saben dónde se esconde el delator sin delatarlo. Nunca se leen entre líneas a sí mismas. Sellado con silicona preservan el corazón de los grandes. En una urna griega, las cenizas de un romántico inglés. En un cáliz que se aparta, las retinas celestes de un peruano. Resiste una copia en carbón de aquellos que se perdieron. Páginas de cortesía nos ofrecen su cálida nuca. Páginas, páginas, páginas. Demasiadas. Su insolencia. Léeme. A veces sosa su cáustica, aburrido su paroxismo. Las ocultas, las pálidas, las eclipsadas... qué hambre de su peinado de trenzas oscuras. De toda su patafísica. Quién lo diría: células fotoeléctricas que se activan con tu mirada. Hologramas viviendo su existencia a medias en el orden del alfabeto. Es esta una cama hecha para deshacerse. Una levadura que levita. Cada expresión humana corre a esta ecuación a guarecerse. Del mundo. A pesar de nosotros mismos, su registro nos lamina en pasados y futuros, formas dichas y elididas, nombres propios y comunes. Lo mezcla todo. Su ciencia vacuna la ficción. De la escritura no esperes nada, la literatura con su forma de hueco de pala está excavando los contornos de tu muerte. Les planta flores y vías lácteas. En este laboratorio improvisado que fregamos desde los siete años, una casual sucesión de químicas orgánicas convierte esos contornos en bomba.
Una bomba permanentemente en suspense sobre la boca abierta de un niño.
Es el hijo de tu hijo de tu hijo, radiactivado en la lectura.
(Fragmento de "Papel a punto de", 2008)
Fallecidos en esta fecha
En general, la crítica identifica El ruido y la furia, Mientras agonizo (1930), Luz de agosto (1932), ¡Absalón, Absalón! y El villorrio (1940) como sus novelas más importantes así como la colección de cuentos ¡Desciende, Moisés! (1942), que incluye una de sus máximas creaciones, el cuento largo "El oso".
Jorge Luis Borges tradujo su obra Las palmeras salvajes.
“Sí. Eso es… Decencia, eso era lo que me decidió. Hace poco descubrí que la haraganería engendra nuestras virtudes, nuestras más tolerables cualidades; contemplación, ecuanimidad, pereza, dejar en paz al prójimo; buena digestión mental y física; la sabiduría de limitarse a placeres carnales: comer y defecar y fornicar y sentarse al sol, porque no hay nada mejor, comparable, ninguna cosa mejor en este mundo sino vivir por el corto tiempo en que se nos presta aliento, estar vivo y saberlo –ah, sí. Ella me enseñó eso, me marcó también para siempre- nada, nada. Pero hace poco he visto claro, sacando la conclusión lógica, que una de las virtudes primordiales –ahorro, aplicación, independencia- engendra todos los vicios –fanatismo, entrometimiento, suficiencia, miedo y lo peor de todo: decencia-. Nosotros, por ejemplo. Porque el hecho de ser solventes por primera vez, de saber con seguridad de dónde vendría la comida de mañana (el maldito dinero, demasiado: de noche nos quedábamos despiertos planeando cómo gastarlo; para la primavera ya andaríamos con prospectos de compañías de vapores en los bolsillos) me había esclavizado y entregado a la decencia como cualquiera.” (Fragmento de "Las palmeras salvajes")
- de 1964, Rafael CANSINOS ASSENS, escritor español recordado en su natalicio, un 24 de noviembre de 1886. Poeta, novelista, ensayista, crítico literario, hebraísta y traductor perteneciente a la Generación de 1914 o Novecentismo.
Dalet
La mujer es un sueño, es nuestro sueño, ¡oh hombres! Y ha nacido de nuestra ternura
y de nuestra plenitud en la soledad.
La mujer ha nacido de la profundidad masculina, como las nieblas se elevan del vasto
sueño de la mar; y somos nosotros los que la hemos creado con todos sus atributos.
Todo en ella es obra nuestra; y hemos creado sus senos manifiestos y su sexo enigmático.
La mujer es nuestro sueño, ¡oh hombres!, y ha nacido de nuestro sueño como las diosas y como las sirenas; y ha tomado de nuestro sueño toda la ambigüedad.
Todo es en ella vago e impreciso; y nada hay en su cuerpo que tenga la medida, cierta y eficaz, de nuestro puño cerrado, lleno de fuerza y plenitud.
La mujer es un sueño ante nuestros ojos profundos, y por eso se asemeja a tantas cosas su cuerpo desplegado; por eso es comparable a las serpientes y a las grandes aves y a las ánforas y a las liras; y por eso, cuando destrenza su cabellera, nos parece un prodigio.
Por eso es variable y distinta como un sueño; como un sueño de mediodía y de medianoche, y también como un sueño matutino que roza ligero las sienes del durmiente; como un sueño de adolescente distinto del que ciñe la frente de los hombres maduros con la gracia de un poniente sobre un páramo.
Por eso, ¡oh hombres!, cambia constantemente ante nuestros ojos y nuestro corazón; y por eso su desnudez nos embriaga tan locamente como un sueño. (Fragmento de "Las hogueras del mirto").
Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1985 por la calidad de sus novelas, “que combinan la creatividad del poeta y la del pintor al dar profundo testimonio de la complejidad de la condición humana”.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, participó en la Batalla del Meuse (1940), pero fue detenido por los alemanes, que lo enviaron a un campo de prisioneros en Sajonia. En el traslado a un campo de prisioneros en Francia, consiguió escaparse y se afilió al movimiento de la Resistencia Francesa. Se refugió en el sureste francés.
Su primera obra como escritor, Le Tricheur (El Tramposo) se publicó en 1946 y un año más tarde La Corde Raide (La cuerda floja), pero es en 1960 cuando se publica su primer éxito literario, La Route des Flandres (La ruta de Flandes), que trata sobre la derrota militar francesa en 1940 y por el cual recibiría el premio de la Nouvelle vague en 1961. En 1967 obtendría un nuevo galardón, el premio francés de vanguardia Médicis, por su libro Histoire (Historia, 1967), que cuenta un día cualquiera en la vida de un hombre joven.
En 1981 sale a la luz Les Géorgiques (Las Geórgicas, 1981) dónde en tres épocas distintas y en períodos de agitación y violencia —la Revolución francesa, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial— tres personajes viven sucesos y experiencias que parecen superponerse. En este libro el autor vuelve a reflejar su experiencia en el bando republicano de la Guerra Civil Española. Al concederle el Premio Nobel de Literatura en 1985, la Academia Sueca mencionó esta novela como su obra quizá más importante.
En 1989 publica L'Acacia (La acacia), una novela fuertemente autobiográfica y que es reconocida como una obra maestra de la literatura antibélica. En esta obra describe el viaje con su madre y su tía a través de la devastada Francia de 1918 en busca de la tumba de su padre.
Publicó en 1954 el libro de cuentos Lima, hora cero, inaugurando el realismo urbano en el Perú, que sus compañeros de generación explorarían después, al igual que autores posteriores, como Oswaldo Reynoso. Este libro describe la marginalidad de las barriadas limeñas, sobre las que en esa década recayó la mirada de la sociedad, dada la importancia de la ola migratoria andina hacia la capital del Perú en ese entonces.
Al año siguiente publicó su segundo libro, la colección de cuentos Kikuyo, que circuló minoritariamente.
Entre sus obras: Domingo en jaula de esteras (cuento incluido en Cuentos peruanos. Antología completa y actualizada del cuento en el Perú. 1957), No una, sino muchas muertes (novela, 1957), El narrador de historias (novela, 2008) y 999 palabras para el planeta Tierra (novela, 2009).
Por alguna desconocida razón, Esteban había llegado al lugar exacto, precisamente al único lugar..., Pero, ¿no sería, más bien, que "aquello" había venido hacia él? Bajó la vista y volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete anaranjado, junto a sus pies, junto a su vida.
¿Por qué, por qué él?
Su madre se había encogido de hombros al pedirle él, autorización para conocer la ciudad, pero después le advirtió que tuviera cuidado con los carros y con las gentes. Había descendido desde el cerro hasta la carretera y, a los pocos pasos, divisó "aquello" junto al sendero que corría paralelamente a la pista.
Vacilante, incrédulo, se agachó y lo tomó entre sus manos. Diez, diez, diez, era un billete de diez soles, un billete que contenía muchísimas pesetas, innumerables reales. ¿Cuántos reales, cuántos medios, exactamente? Los conocimientos de Esteban no abarcaban tales complejidades y, por otra parte, le bastaba con saber que se trataba de un papel anaranjado que decía "diez" por sus dos lados. (El niño de junto al cielo, en Lima Hora Cero, 1954).
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- de 2011, Miquel PAIROLÍ, escritor y periodista español en las lenguas catalana y castellana, nacido el 9 de diciembre de 1955. Cultivó la novela, el teatro, el articulismo o el guión televisivo para retratar la realidad de manera minuciosa profundizando en cuestiones esenciales de la naturaleza humana.
Muy influido por Josep Pla, entre sus obras destacan los dietarios Paisatge amb flames (1990), L'enigma (1999) y Octubre (la última, 2010), y sus novelas, El manuscrit de Virgili (2004) y Cera (2008).
Com Antoni en el poema de Kavafis, sempre acabem perdent aquesta Alexandria que hem tingut. Però no ha estat somni, no.
Gràcies pels anys de convivència amb la mare, pels dies de la infantesa a Palol y per les paraules de l’avi.
Gràcies per la verdor fosca i llunyana del bosc de les Gavarres i per l’olor de la roureda i gràcies per tants capvespres en què hem vist pondre’s el sol entre el Montseny i Rocacorba.
Gràcies pel gust de les viandes i dels fruits que dóna aquesta terra, que hem pres cuinats amb saviesa humil i antiga coneixença, i gràcies pels vins que alimenten el cos i alegren l’esperit.
Gràcies per las estelades nits d’estiu, compartides amb els amics, potser no lluny de mar.
Gràcies pel Concert per a violí i orquestra, de Beethoven, que és com dir la música, i gràcies per haver conegut Roma i Viena, Trieste i Lisboa, París i Amsterdam.
Gràcies pels llibres que he llegit i que tant m’han acompanyat sempre i, entre ells, pels més estimats, que a l’alta nit reprenia del prestatge per tornar a un poema o a un paràgraf.
Gràcies també per les pàgines que he pogut escriure, per a mi i per als altres.
Alexandria és gran i tota plena de contrastos. Quan s’acosta la fi, el record s’expandeix com un oratge pels jardins de la ciutat i oblida els suburbis, les males hores, els dies amargs, els errors comesos, que també han existit.
A l’hora del comiat, només dos mots d’Horaci: carpe diem, amics, companys, beveu el vi, gaudiu la mel. Que la vida és breu i passa, i tot és ara i res. (No ha estat un somni, no)
Como Antonio en el poema de Kavafis, siempre acabamos perdiendo esta Alejandría que hemos tenido. Pero no ha sido sueño, no. Gracias por los años de convivencia con la madre, por los días de la niñez en Palol y por las palabras del abuelo. Gracias por el verdor oscura y lejana del bosque de las Gavarres y por el olor del robledal y gracias por tantos atardeceres en que hemos visto ponerse el sol entre el Montseny y Rocacorba. Gracias por el gusto de las viandas y los frutos que da esta tierra, que hemos tomado cocinados con sabiduría humilde y antigua conocimiento, y gracias por los vinos que alimentan el cuerpo y alegran el espíritu. Gracias por las estrelladas noches de verano, compartidas con los amigos, puede que no lejos de mar. Gracias por Concierto para violín y orquesta, de Beethoven, que es como decir la música, y gracias por haber conocido Roma y Viena, Trieste y Lisboa, París y Amsterdam. Gracias por los libros que he leído y que tanto me han acompañado siempre y, entre ellos, los más queridos, que en la alta noche retomaba del estante para volver a un poema o un párrafo. Gracias también por las páginas que he podido escribir, para mí y para los demás. Alejandría es grande y llena de contrastes. Cuando se acerca el fin, el recuerdo se expande como un tiempo por los jardines de la ciudad y olvida los suburbios, las malas horas, los días amargos, los errores cometidos, que también han existido. A la hora de la despedida, sólo dos palabras de Horacio: carpe diem, amigos, compañeros, beban el vino, disfruten la miel. Que la vida es breve y pasa, y todo es ahora y nada. (Traducción nuestra. Publicado el 7 de julio de 2011, un día después de su fallecimiento por un cáncer)
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- de 2013, Juan INTROINI, escritor, filólogo, latinista y profesor uruguayo nacido el 13 de febrero de 1948, autor de ensayos sobre tradición y literatura clásica, literatura uruguaya, traducciones de literatura en latín y cinco libros de cuentos.
El 8 de noviembre de 2011 fue elegido para ocupar el sillón «Javier de Viana» de la Academia Nacional de Letras del Uruguay.
Destacan las recopilaciones de sus ensayos en: Séneca. Apocolocyntosis del divino Claudio (1996), La ninfa en la selva. Literatura uruguaya y tradición clásica (con Victoria Herrera, 2008 ) y Viejas liras y nuevos vates. Literatura uruguaya y tradición clásica (con Victoria Herrera y L. Augusto Moreira, 2011). (Imagen de Alfredo Fressia. ladiaria.com.uy)
Sus cuentos: El intruso (1989), La llave de plata (1995), La tumba (2002), Enmascarado (2007) y El canto de los alacranes (2013, publicación póstuma).
Las manos eran grandes, excesivamente grandes en relación al cuerpo del hombre y se duplicaban inmóviles sobre la superficie del escritorio. Estaban salpicadas aquí y allá de cicatrices, pequeños costurones y huellas de algún rasguño reciente. Los dedos eran largos, poderosos. Delataban una tensión animal en acecho. Las uñas, que brillaban cuidadosamente recortadas, nacaradas con esmero, eran nueve: se destacaba la falange ausente del meñique de la mano izquierda. Erguida entre el pulgar y el índice de la mano derecha, una pequeña lima apuntaba hacia el techo.
Las manos descansaban sobre la superficie aséptica de un escritorio de cármica con patas metálicas. Estaban acompañadas por una breve columna de expedientes apilados, un block para anotaciones, una lámpara encendida y dos vasos alargados: uno contenía lápices y bolígrafos, del otro asomaba una solitaria rosa encarnada, único detalle fresco y vívido en esa oficina lóbrega.
La mano izquierda se sacudió apenas el letargo y con un gesto lacónico le indicó la estrecha silla que enfrentaba el escritorio. Oliveira contempló los bultos de los enormes archivos que llegaban hasta el techo y parecían ocupar toda la habitación. Después, sus ojos soñadores volvieron al cono de luz en que yacían las manos, otra vez inmóviles, y ascendieron hacia la cara del hombre procurando, sin lograrlo, no dejarse atrapar por el ojo de vidrio.
–Osorio– dijo el hombre con voz levemente aflautada, mientras sus labios esbozaron una sonrisa mecánica, dejando asomar una doble hilera de dientes blanquísimos, chillonamente postizos. –Pero llámeme Tumba o La Tumba, como prefiera –agregó–; aquí todos me llaman así.
(Fragmento del cuento 'La tumba')