Relacionado con el "más vale un toma que dos te daré" , que ya vimos
en "De abuelos a nietos", esta sentencia insiste en la importancia de la palabra dada.
Una persona de confianza es la que se mantiene fiel a su palabra:
El hombre debe hacer frente a lo que dice o promete; si no, mejor callar.
¡Cuántas veces
hemos comprobado lo fácil que resulta prometer!. De hecho, ya ha quedado para la
Historia la célebre frase de Adolfo Suárez, primer presidente de la transición:
"Puedo prometer y prometo..." Y cuántas veces nos hemos quedado con las ganas de
poder pedirles cuentas y exigir que se cumpla lo que se prometió. Al parecer, la
democracia existe solo a la hora de votar, de darles el poder... entonces sí es
el pueblo "soberano", pero cuando de exigencias se trata: ¿Dónde y cómo se nos
oye? ¿De quién fiarse si el oficio de político se basa en la "demagogia", que es
engañosa por definición (1)?
Llevado al
terreno de la vida cotidiana, para la que esto escribe es aún más duro: El
"abuso de confianza", el romper la promesa dada, el "donde dije digo,
digo Diego" tiene mayores consecuencias porque afectan al
terreno de los afectos y emociones... y con eso (pese a tener que reconocer que
cada vez se tiene en menor consideración frente a la ambición y el materialismo
imperantes), no se juega, o no se debería jugar.
Recomendada,
pues, la obra del
Abate Dinouart: "El arte de callar".
Demasiado a
menudo olvidamos que un ser que habla es también un ser capaz de «producir
silencio», y para recordarlo están los tratados de retórica de los siglos XVI y
XVII. El arte de hablar es sin duda un arte excelente, pero ¿quién nos enseña el
arte de guardar silencio?
.*.*.*.*.*.
1.
f. Práctica
política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2.
f.
Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante
concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan
de conseguir o mantener el poder.
Aunque
muchas veces lo he oído en casa como sinónimo de que siempre hay algún
remedio o apaño para las cosas, o de que cada quién tiene quien comparta
su forma de ser, es decir, que siempre puede encontrar pareja; también
podríamos hallarnos ante un refrán paralelo al de "al perro flaco
todo se le vuelven pulgas...",
porque del descosido al roto hay poco trecho y si antes estaba mal,
luego puede estar peor.
Ataviado
con gorra y guardapolvo gris y luego uniformado con aspecto más militar,
la figura del sereno apareció allá por el 1765 en Madrid como farolero
encargado de mantener la iluminación nocturna en las calles. Es hacia el
1797 cuando se le encarga de la seguridad pública y se diferencian las
funciones de farolero y sereno.
Relacionado
con el ya visto en "De abuelos a nietos" :

