.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Frase que solemos utilizar entre signos de admiración para celebrar y
ensalzar los méritos de alguien que procede de padre/madre
conocido por sus virtudes y su buen hacer.
Y es que así como el galgo hereda de su raza su estilizada figura y su
agilidad para la carrera, así los hijos aprenden de sus padres y pueden
igualarles e incluso sobresalir en sus ocupaciones y oficios.
"Honra merece quien a los suyos se parece", dice otro refrán, y aunque
en "De abuelos a nietos" ya hablamos del que afirma que "el nombre, ni quita ni pone"... es bien
sabido que puede ser mucho más fácil el camino para quienes ya lo
encuentran allanado por la experiencia de su familia.
Por desgracia, la Historia nos enseña que parece suceder al revés: los
hijos de personas ilustres suelen alejarse de ellos para evitar esas
comparaciones tan odiosas que parecen exigirles más por el hecho de
venir de donde vienen.
En conclusión -cómo no- otro refrán: "Toda medalla tiene dos caras".
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Son numerosas las sagas familiares en la Historia con poder y negocios
transmitidos de padres a hijos (los Borgia, los Medici, los Capeto, los
Habsburgo, los Alba, los Nehru-Ghandi...) pero traigo en esta ocasión la
de una familia americana a quien acompaña el éxito y la tragedia a
partes iguales:
"Los Kennedy (Tiempo de Memoria)", de Collier, Peter y Horowitz, David
Cuando, en 1849, Patrick Kennedy llegó a
Estados Unidos huyendo de la Gran Hambruna irlandesa, poco
podía imaginar que, al cabo de pocas generaciones, sus
descendientes encarnarían todas las grandezas y miserias del
«sueño americano». En efecto, en unos años, esta familia de
católicos emigrados se iniciaba en los manejos de la
política local de la mano del abuelo Patrick Joseph. El hijo
de éste, el mítico Joe Kennedy, erigió un imperio financiero
y alcanzó el codiciado puesto de embajador en Londres a
finales de los años treinta.
En 1960, al acceder a la presidencia del país, John
Fitzgerald Kennedy no sólo se convirtió en uno de los
presidentes más carismáticos de todos los tiempos, sino que
encumbró definitivamente a su familia como epítome de la
fama, la riqueza y el poder. Pero también planean abundantes
sombras sobre esta fascinante saga: los asesinatos de John
Kennedy y de su hermano Robert, y la espiral autodestructiva
a la que se entregaron algunos jóvenes del clan en los años
setenta y ochenta, hablan de una tragedia en la que se
refleja una parte destacada de la historia contemporánea.
(sinopsis tomada de Tusquets editores).
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.