Se instaura el Día Internacional del NIÑO AFRICANO.
Hijo, hermano y sobrino de poetas, fue el arquetipo de un malditismo cultivado tanto como repudiado, que no le impidió ser el primer miembro de su generación en incorporarse a la nómina de clásicos de la editorial Cátedra, contar con una espléndida biografía escrita por J. Benito Fernández (El contorno del abismo, 1999) e insertarse en la historia literaria, las antologías y los programas académicos.
En los años 70 fue ingresado por primera vez en un psiquiátrico. Las repetidas reclusiones no fueron obstáculo para desarrollar una copiosa producción no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista y narrador. A finales de la década de los 80, cuando por fin su obra alcanzó el aplauso de la crítica entendida, ingresó permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón.
Casi diez años después se estableció, por propia voluntad, en la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria o, como él lo llamaba, El manicomio del Dr. Rafael Inglott, hasta su fallecimiento. En 2003 fue galardonado con el Premio Estaño de Literatura por la antología poética de Túa Blesa, publicada dos años antes. Dejó inédito el poemario Rosa enferma, que se publicaría en otoño de 2014.
¡Oh, tú, Stindberg!, que bailabas sobre el dolor
y orinabas sobre las tumbas
Cuando yo muera quedará solo
un rastro de baba
solo una herida sin dolor
solo una tumba humillada
solo una flor contra nadie
solo el nombre de Joyce
¡Ah tu siesta de los Finnegans!
Solo dibujas la eternidad
como una flor que cae contra el suelo
y escupe contra el dolor. (Fragmento del poema XIV de "Rosa enferma")
En sus obras destacamos la antología Lunas de papel, nº 3. (Poemas y relatos, 2008) y la colaboración en Historias que cuentan los hombres antes de que anochezca (2009).
Últimas obras publicadas: Maleficium (2012) El caso del mago ruso (2013), Oro Blanco (2015), Anochece en Irak (2017).
Desafortunadamente, no encuentro publicaciones más recientes. https://patrickericson.wixsite.com/patrickericson
Tenía muchos nombres y uno sólo, como la tierra. Y como ella, era raíz
oscura, tierno vaivén escondido. La llamaban con voces diferentes y
múltiples, sorteando su mirada y sus cabellos de puntas tronchadas,
rasgando su piel cautiva de dúctil inercia. Cautiva desde la indecisa
niñez, su vida había transcurrido sin muñecas ni alegría de juegos.
Los ojos de Andrea -llamémosla así- chispeaban o se fundían en la nada
más oscura, desbordando esa angustia idiotizada que se agitaba bajo el
indomable impulso de sus pupilas. Su retrato era el de alguien de
necesidades primarias: barbilla saliente, puntiaguda; frente corta,
estrecha, de animal torpe; huesos faciales muy pronunciados y de traza
irregular; delgada, esbeltez sin caderas, pechos agudos que el sujetador
acentuaba aún más. Era un mar de gestos, guerrilla de miradas, clamor
confuso enredado en sus zapatillas, en sus rizos de color dorado
fulgurante.
Allá a lo lejos, debajo del tiempo, se polarizaba un
perenne frotar de manos y estropajos, un delantal a rayas verdes y
grises con lamparones de grasa y vino. Empujones del viento contra las
ventanas; esquina sórdida donde se hacinaban los recuerdos más
remotos de su infancia. Madame Guillot, dormilona y brutal, eructaba
aguardiente y siseaba palabras en un idioma mal aprendido que le
infundía pavor. Por las noches, todas las noches, año tras año, Andrea
se aferraba al deseo de la muerte como única salida. (Fragmento de "La Maldición", cuento de Historias que cuentan los hombres antes de que anochezca )
Fallecidos en esta fecha.
En 1949 se desplazó hasta los Estados Unidos para cursar el doctorado en la Universidad de Columbia, y de regreso a su isla natal aplicó los nuevos conocimientos adquiridos en las aulas norteamericanas a una nueva propuesta alfabetizadora que le convirtió en uno de los mayores especialistas en dicha materia de toda Hispanoamérica. Así las cosas, en 1951, la UNESCO le nombró coordinador del Centro Regional para el Desarrollo Educativo en Pátzcuaro (en el estado mejicano de Michoacán), donde Laguerre desarrolló una intensa labor de alfabetización y modernización que le convirtió en una de las figuras más populares del lugar.
Perteneciente a la denominada "Generación del treinta", la producción narrativa de Enrique A. Laguerre pretende, como la del resto de sus compañeros de andadura literaria, constituir un corpus fundacional que, partiendo del atraso rural, culminara en un espacio moderno y desarrollado. (Fuente).
En 1975 el Instituto de Cultura Puertorriqueña le otorgó el Premio Nacional de Literatura. Fue nominado al Premio Nobel en el 1999.
Entre sus obras: "La ceiba en el tiesto" (1956), "El Laberinto" (1959), "La resentida" (drama, 1960 aprox.), "Cauce sin río" (1972) y "Los amos benévolos" (1976).