Es muy curioso esto de relacionar los refranes con la literatura pues vamos viendo que pase el tiempo que pase, la condición humana es la misma y sólo cambian las circunstancias en las que se puedan aplicar .
Y lo comento porque en esta búsqueda de refranes, dichos y sentencias que han servido como título a alguna obra literaria, en la que gana por mayoría el teatro de Tirso de Molina, me he encontrado con esta sentencia que desconocía al buscarla en relación con la obrita "El castigo del Penseque", que según se rumorea en la prensa amarilla y de cotilleos de nuestra literatura (que también la hay) costó a su autor el destierro al monasterio de Estercuel, por sentirse aludida y ofendida alguna familia noble (la de los Girones, en este caso). Si bien la realidad fue que el pobre Tirso sufrió bastante por su "manía" de escribir, cosa que no parecía gustar a sus superiores.
En fin, vamos a lo que nos interesa: el sentido del dicho.
Y éste es usado como conclusión ante quien pone como excusa el "Es que creí que..., pensé que..." para justificar una equivocación.
Ya sabemos cuántas veces nos avisa el refranero de la importancia de la prudencia antes de actuar; por tanto, ni sirven como excusa ni eximen del castigo.
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El guatemalteco Miguel Ángel Asturias emplea así los términos en El Alhajadito (1961):
Y por eso usted, mi niño, más que Alhajadito, es Azacuancito, pelopluma entre tierra y amarillo, pelo y huesos como su abuelo... qué su abuelo, su tatarabuelo... –Pensé, más bien creí que era mi bisabuelo...– El penseque y el creique son causa del equivoque...