Hoy se conmemora el Día Mundial de la PROPIEDAD INTELECTUAL.
Tratándose de un negocio en el que la mayoría de las veces quien menos
percibe es el propio autor, ha habido, hay y habrá mucho que debatir:
Unos piensan que al igual que un trabajador percibe un salario por lo
que hace y ahí queda, lo mismo debería suceder en el caso de un
inventor, pintor, escritor, filósofo...
Otros
opinan que en estos casos no existe tal salario, sino que éste viene
después, y no siempre, pues tiene como requisito el que la obra sea
aceptada, difundida y, por tanto, dé resultados; lo que suele llevar a
un largo camino de trabajo sin beneficios, de puerta en puerta, hasta
que éste pueda ser reconocido. Es decir: muy pocos pueden vivir de eso.
Por otro lado, haces un vídeo en el que pones tu arte, imágenes propias,
etc... y por usar una música de otros, pierdes todos tus derechos a
favor de esa compañía discográfica... (caso YouTube), o si haces un blog...
¿Dónde están tus derechos de autor propios, entonces?
Siempre hay que ganar para vivir, y en estas épocas de crisis, más.
¿Derechos de autor... sí? ¿no? Esa es la cuestión.
En este día de 1937 en el marco de la Guerra Civil Española, el general Francisco Franco autoriza el BOMBARDEO DE GUERNICA con aviones nazis alemanes.
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Autores del s.XX en las lenguas españolas (y premios Nobel de Literatura) nacidos en esta fecha
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura 1933 por La destrucción o el amor, Premio de la Crítica en 1963 y en 1969 por En un vasto dominio y por Poemas de la consumación, respectivamente, y Premio Nobel de Literatura en 1977.
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.
Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.
Con dignidad murió. Su sombra cruza. ('El olvido').
En 1926 escribe su primera novela El juguete rabioso. También trabajó de periodista para el diario El Mundo, donde editaría sus famosas Aguafuertes porteñas.
En sus relatos retrata la Argentina de los recién llegados que intentan insertarse en un medio regido por la desigualdad y la opresión.
Escribió cuentos que han entrado a la historia de la literatura, como El jorobadito, Luna roja y Noche terrible. Por su manera de escribir directa y alejada de la estética modernista se le describió como «descuidado».
Falleció el 26 de julio de 1942.
Los diversos y exagerados rumores desparramados con motivo de la conducta que observé en compañía de Rigoletto, el jorobadito, en la casa de la señora X, apartaron en su tiempo a mucha gente de mi lado.
Sin embargo, mis singularidades no me acarrearon mayores desventuras, de no perfeccionarlas estrangulando a Rigoletto.
Retorcerle el pescuezo al jorobadito ha sido de mi parte un acto más ruinoso e imprudente para mis intereses, que atentar contra la existencia de un benefactor de la humanidad.
Se han echado sobre mí la policía, los jueces y los periódicos. Y ésta es la hora en que aún me pregunto (considerando los rigores de la justicia) si Rigoletto no estaba llamado a ser un capitán de hombres, un genio o un filántropo. De otra forma no se explican las crueldades de la ley para vengar los fueros de un insigne piojoso, al cual, para pagarle de su insolencia, resultaran insuficientes todos los puntapiés que pudieran suministrarle en el trasero una brigada de personas bien nacidas.
No se me oculta que sucesos peores ocurren sobre el planeta, pero ésta no es una razón para que yo deje de mirar con angustia las leprosas paredes del calabozo donde estoy alojado a espera de un destino peor. (Fragmento de 'El jorobadito')
Hoy, Señor, has llamado a mi puerta.
He abierto. ¿Eras Tú?
Tenías el aspecto de un niño de Indochina...
herido por las bombas,
con tu carita de miedo
y el hambre en tus mejillas...
He dudado un momento.
Te has transformado.
De pronto has sido un niño negro,
desnudo,
demacrado,
hambriento,
sediento de agua y de amor. (Fragmento de 'La Rosa de los Vientos')
Fallecieron en esta fecha
Sí, amamos este país
que se levanta,
rugoso y erosionado, sobre el mar,
con sus millares de hogares.
Lo amamos, lo amamos y pensamos
sobre nuestras madres y padres
y en la saga de tiempos pasados
que enviaron sueños a nuestra tierra
y la saga de tiempos pasados
que enviaron sueños,
que enviaron sueños a nuestra tierra.
Vikingos, en casa y cabaña,
¡gracias gran Dios!
Fue su voluntad proteger el país
aunque las cosas se miraban oscuras.
Mientras nuestros padres peleaban
y nuestras madres lloraban,
nuestro Señor calladamente abrió el camino
de modo que ganáramos nuestros derechos. ('Sí, amamos esta tierra' fragmento)..
De paso cantó el ave,
y en su garganta de cristal el trino
con acorde argentino
tembló un instante y desmayó en el grave
silencio de la tarde que moría.
Como el canto suave
del trovador alado, la armonía
de tu voz vibró solo un momento;
mas en el alma mía
sigue vibrando el eco de su acento. ('Madrigal' en El ruiseñor de la aurora, 1942).
Todos sabemos que la envidia es un vicio múltiple: engrandece y deforma el "yo", al cotejarlo a menudo con los demás y extraer conclusiones que lo humillan. La piel del envidioso arde y hasta puede quemarse sola en el cotejo con las ventajas del otro; el envidioso vive para magnificar o inventar defectos ajenos, buscando difundir su odio al "otro" entre los amigos, con la esperanza de formar un bando propio contra los supuestos rivales. En fin, el envidioso tiene los ojos miopes y difunde chismes como una profesión.
Una vez en Madrid, atendí a un escritor novel, quien volvía ufano de conocer París, como si eso equivaliese a lanzar un libro. Le pregunté por Ribeyro, quien justamente vivía en París.
—¿Pues no lo sabes? —replicó, los ojos quizá brillantes y satisfechos—. Murió hace unos días.
Era 1975, y mi mujer y yo habíamos visitado París dos años atrás, cuando Ribeyro sufrió una intervención quirúrgica, de la cual salió airoso.
—¿Estás seguro? —pregunté—. Porque hace dos años él salvó, ¿verdad?
—No, no —repitió, bebiendo feliz, el jerez que yo le invitaba—. Está muerto, muerto.
Esa noche, conturbados, mi mujer y yo telefoneamos al número de Ribeyro en París. De antemano sabíamos que nos respondería Alida.
—Hola —dije—, llamo desde Madrid. ¿Cómo están ustedes? ¿Qué hay de novedades?
—Llueve mucho —dijo ella—. Pero Julio Ramón tiene que salir a la embajada y se está poniendo los chanclos, el impermeable de doble forro, los guantes, en fin, y sin olvidar el paraguas, toda la parafernalia que no se usa jamás en Lima. ¿Quieres hablar con él?
Y luego hablé felizmente con el "muerto". Años después, en Lima, me atreví a contarle la anécdota.
—Sí —dijo—, no sé qué le pasa a ese colega. También me contó una vez que tú habías muerto.
('La envidia' en Relatos Brevísimos)