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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Leyendo el "Quijote".1ª parte. Capítulo 35


Capítulo trigésimo quinto


Que trata de la brava y descomunal batalla que Don Quijote tuvo con cueros de vino, y se da fin a la novela del curioso impertinente

 Seguían los acompañantes de Don Quijote en la planta baja de la Venta, cuando Sancho baja todo alterado, avisándoles de que su amo anda envuelto en la más reñida y trabada batalla que mis ojos han visto. Vive Dios, que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la señora princesa Micomicona, que le ha tajado la cabeza cercén a cercén como si fuera un nabo.

Mientras que unas veces, como sabemos, Sancho se muestra como un hombre zafio, sí, ignorante, también, pero reposado y certero en sus razonamientos y actos, otras parece dejarse llevar por las locuras del caballero al que sirve; y ésta es una de ellas. 

Todos se alteran, como es normal, y acuden, animados por las descripciones que Sancho hace del gran derramamiento de sangre y de una cabeza cortada rodando por ahí... lo que hace suponer al ventero, con toda razón, si Don Quijote o don diablo no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre. 

Subieron a comprobarlo y se encontraron con nuestro protagonista, que Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias; tenía en la cabeza un bonetillo colorado grasiento, que era del ventero; en el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama con quien tenía ojeriza Sancho, y en él se sabía bien el por qué; y en la derecha desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas ...

 

Y el caso es que ni él mismo era  consciente de lo que hacía, porque estaba dormido. Dicen que no es bueno despertar a los sonámbulos, pero tanta era la rabia que tenía el posadero que se lió a golpearle con toda la saña de que fue capaz. Ni aún así se despertó Don Quijote, que seguía dando espadazos a todas partes, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fría del pozo, y se la echó por todo el cuerpo de golpe;

Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo, empeñado en encontrar la cabeza del gigante, tal le tenían las promesas que su amo le había hecho y temiendo que si no la hallaba, no tendría el premio que esperaba de la Princesa Micomicona. 

Mucho les costó a Cardenio, al barbero y al cura calmar a Don Quijote y volver a dejarle dormido, pero no acabó ahí la cosa, pues también tuvieron que emplearse en tranquilizar a Sancho (que se lamentaba de no haber encontrado la dichosa cabeza) y en aliviar el disgusto del ventero por el daño hecho a sus odres.

Volvió por fin la calma y pudieron continuar con la novela que tan interesados les tenía:

Sucedió que Anselmo oyó una noche ruido en la habitación de Leonela y tras vislumbrar la silueta de un hombre que huía por la ventana, consiguió que ella le prometiese contarle la verdad una vez que se hubiese calmado algo el disgusto que sentía por lo que había pasado.

Anselmo la dejó encerrada en su habitación, de la que no saldría hasta que le contase todo lo que fuese, y Camila, temiendo que todo quedaría al descubierto, huyó con lo principal de su ajuar a casa de Lotario a solicitar su ayuda.

Quedó Camila  protegida tras las paredes de un monasterio y el mismo Lotario salió de la ciudad sin decir a nadie a dónde iba... por lo que Anselmo, cuando quiso hablar con Leonela, se encontró con que ella había escapado usando unas sábanas anudadas, que Camila (ni sus principales joyas) tampoco estaba y con un Lotario desaparecido.

No fue eso todo, pues al regresar a su casa, hasta los criados la habían abandonado. Así que el curioso viéndose solo y consciente de lo que había pasado, se puso en marcha con la intención de averiguar dónde podrían estar los que, pensaba, así habían abusado de su confianza. Por el camino se encontró con un caballero que le contó que su caso estaba ya en boca de toda la ciudad y, abrumado, pidio refugio en casa de un amigo, al que le solicitó que le dejase material para escribir y le permitiera estar solo. Y escribiendo le sobrevino la muerte, y así le hallaron cuando le fueron a llamar. 

Decía en su escrito: "Un necio e impertinente deseo me quitó la vida. Si las nuevas de mi muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono porque no estaba ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los hiciese; y pues yo fui el fabricador de mi deshonra, no hay para qué..."

La conclusión de la historia no le parece mal al cura, aunque no acabase de creer que algo parecido pudiese suceder entre marido y mujer... y sin más conclusiones ni intervención del autor, concluye el capítulo.

¡Seguimos!

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 34.

Capítulo trigésimo cuarto

Donde se prosigue la novela del curioso impertinente

Nos quedamos intrigados ¿verdad?... Pues bien, decíamos que Camila, la pobre, sin tener ni idea del defecto del marido y de cómo la estaba poniendo a prueba, le habló directamente, comentándole que no le parecía bien estar sola en casa, por lo que Yo me hallo tan mal sin vos y tan imposibilitada de sufrir esta ausencia, que si presto no venís, me habré de ir a entretener en casa de mis padres.

Nuestro protagonista comprendió por esas palabras que Lotario había comenzado su acoso y contento con la reacción de su mujer, prometió que volvería pronto y le indicó que no hacía falta que se fuera. 

Como sabemos, en aquel entonces no podía la esposa atreverse a desobedecer al marido, por lo que casi se arrepintió de haberle escrito, por lo que pudiera llegar a pensar, y pensaba resistir callando a todo aquello que Lotario decirle quisiese, sin dar más cuenta a su marido, por no ponerle en alguna pendencia y trabajo.

El caso es que Lotario, como sabemos, ya se había encaprichado de ella, por lo que sin importarle la amistad (al final, la verdad es que se lo había ganado) siguió con sus afanes para conquistar a Camila hasta que lo consiguió.

Ahora vuelve Anselmo, al que, naturalmente, Lotario dice todo lo que quiere oír, por lo que queda tan contento y los nuevos amantes pueden seguir viéndose sin problemas ya que el mismo Anselmo propiciaba los encuentros.

Aprovecha Cervantes para ejercer sus dotes de poeta con un par de sonetos (ya hemos indicado que no era la poesía el "fuerte" de este autor que tan maravillosamente se expresa en prosa.

Pero Camila, por creencia y educación, no estaba satisfecha con la situación, y así lo comenta con la única que sabía lo que estaba sucediendo, preocupada por haber caído en los brazos de Lotario tan rápidamente, porque se suele decir, dijo Camila, que lo que cuesta poco se estima en menos. Leonela, su criada, intenta tranquilizarla, pero en esos coloquios vino a darse cuenta Camila de que corría peligro su honra si llegaba a saberse fuera de los muros de su casa, por lo que ayudaba a Leonela a recibir a su propio amante y los guardaba con todo sigilo para que Anselmo nada supiera.

El caso es que, puestos a enredar, la Fortuna hace de las suyas, y Lotario vio salir a un hombre tarde de la casa, ni siquiera pensó en Leonela, sino que inmediatamente lo asoció con Camila y cayó en el pensamiento de que de la misma manera que había sido fácil y ligera con él, lo era para otro; que estas añadiduras trae consigo la maldad de la mujer mala, que pierde el crédito de su honra con el mismo a quien se entregó rogada y persuadida, y crea que con mayor facilidad se entregó a otros, y da infalible crédito a cualquiera sospecha que desto le venga.

Así que, movido por los celos, no se le ocurre otra cosa que contarle a su amigo  que Camila ha comenzado "a hacerle caso" y que, aunque no ha habido aún nada, le aconseja: Finge que te ausentas por dos o tres días, como otras veces sueles, y haz de manera que te quedes escondido en tu recámara, pues los tapices que allí hay, y otras cosas con que te puedes encubrir te ofrecen mucha comodidad, y entonces verás por tus mismos ojos y yo por los míos lo que Camila quiere. Y si fuera la maldad, que se puede temer antes que esperar con silencio, seguridad y discreción podrás ser el verdugo de tu agravio. 

Al parecer, Lotario se dio cuenta de que había actuado mal, y quiso contar a Camila todo para que estuviera al tanto, pero antes de poderlo hacer, empezó ella a decirle: Sabed, amigo Lotario, que tengo una pena en el corazón, que me aprieta de suerte que parece que quiere reventar en el pecho, y ha de ser maravilla si no lo hace, pues ha llegado la desvergüenza de Leonela a tanto, que cada noche encierra a un galán suyo en esta casa, y se está con él hasta el día, tan a costa de mi crédito, cuanto le quedará campo abierto de juzgarlo al que le viere salir a horas tan inusitadas de mi casa; y lo que me fatiga es que no la puedo castigar ni reñir, que el ser ella secretario de nuestros tratos, me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que de aquí ha de nacer algún mal suceso.

Todavía se permitía Lotario dudar de esa verdad que Camila le contaba, pero al final prevaleció la preocupación y tristeza con que ella se franqueó con él y, arrepentido, no hubo más remedio que hacer frente a la situación y buscar una solución para salir del paso airosos... y fue ella... como naturalmente tiene la mujer ingenio para el bien y para el mal, más que el varón (puesto que le va faltando cuando de propósito se pone a hacer discursos), luego al instante halló Camila el modo de remediar tan al parecer irremediable negocio; y dijo a Lotario que procurase que otro día se escondiese Anselmo donde decía, porque ella pensaba sacar de su escondimiento comodidad, para que desde allí en adelante los dos se gozasen sin sobresalto alguno; y sin declararle del todo su pensamiento, le advirtió que tuviese cuidado, que en estando Anselmo escondido, él viniese cuando Leonela le llamase y que a cuanto ella le dijese, le respondiese como respondiera aunque no supiera que Anselmo le escuchaba.  

 Y como creo que es mucho más interesante leerlo tal y como fue, os dejo que terminéis de leerlo y saquéis así vuestras propias conclusiones. 

¡Seguimos!

 

martes, 4 de septiembre de 2012

Leyendo el "Quijote".1ª parte. Capítulo 33.

Capítulo trigésimo tercero
Donde se cuenta la novela del curioso impertinente

Habíamos dejado a nuestro caballero durmiendo, y a sus amigos en confortable sobremesa hablando sobre libros...

Todos conocemos (o deberíamos conocer) las maravillosas "novelas ejemplares" de Cervantes, y hemos ido viendo cómo se intercalan en esta obra novelas dentro de la novela principal principalmente narradas por sus propios protagonistas.

Pues bien, en este caso, se habla en tercera persona y se cuenta cómo En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que por excelencia y antonomasia de todos los que los conocían, "los dos amigos" eran llamados.

Imagen
Estaba Anselmo enamorado, y pidió ayuda a su buen amigo para seguir los cánones de la época y solicitarla como esposa. Todo fue bien y la boda se celebró. Y considerando Lotario que debía dejar solos al nuevo matrimonio, comenzó a espaciar sus visitas, lo que en modo alguno pareció bien a su gran amigo.
Tantas quejas le dio porque hubiera cambiado las costumbres que tenían de solteros, que Lotario se comprometió a comer con ellos dos días por semana y los días de fiesta, aunque procuraba dilatarlo porque pensaba que no estaría bien visto y podría dar origen a maledicencias el que un hombre joven visitara tan a menudo una casa en la que vivía una mujer tan bella como Camila.

Así pasaba el tiempo hasta que un día Lotario le confiesa que a pesar de lo afortunado que era por posición, fortuna y matrimonio,, no era feliz, pues vivía con una preocupación: que no podía constatar que su mujer era buena y virtuosa mientras no pudiera demostrarlo viendo cómo se comportaba en una situación comprometida... Así que no se le ocurre otro modo de comprobarlo que pidiendo a Lotario el ver que si de ti es vencida Camila, no ha de llegar el vencimiento a todo trance y rigor, sino a sólo tener por hecho lo que se ha de hacer por buen respeto, y así no quedaré yo ofendido más de con el deseo, y mi injuria quedará escondida en la virtud de tu silencio, que bien sé que en lo que me tocare ha de ser eterno como el de la muerte;.

Naturalmente Lotario no podía creerse la locura de su amigo y se sintió indignado porque le pidiese algo tan en contra de su forma de ser como era el faltar al respeto debido a una mujer casada, máxime tratándose de la mujer de su mejor amigo.

Pero la locura y curiosidad de Anselmo llegaba hasta tal punto que a pesar de los buenos razonamientos y ejemplos que Lotario le dio, se vio obligado a decir que sí a sus requerimientos y prometió empezar a cortejar a Camila, su esposa.

Sin embargo, no se veía capaz de hacerlo por su condición de caballero, así que, aunque Anselmo les dejaba solos con cualquier excusa, él se limitaba a pasar el tiempo y contar a su amigo lo que le parecía para hacerle creer que le seguía en su locura y mantener la honra de su esposa.

Hasta le ofreció dinero para que la tentara con joyas... Y Anselmo se hallaba cada vez más apurado para poder mantener la farsa sin romper la promesa que su amigo le había arrancado.

El caso es que a Anselmo no le parecía suficiente con que su amigo le contase, y decidió esconderse para comprobar por sí mismo lo que trataban Lotario y Camila mientras estaban solos, y así pudo comprobar cómo Lotario se mantenía respetuosamente apartado de Camila, sin querer provocar ninguna situación incómoda.

Era tal la locura de Anselmo, que llegó a recriminar a Lotario por faltar a su promesa y a tacharle de mentiroso. Eso sirvió para excitar el amor propio del amigo que hasta entonces tan honesto y fiel había sido, y le llevó a dar a Anselmo su merecido, tentando a la Fortuna. Y así, Anselmo, para favorecer sus planes, se ausentó ocho días, ordenando a Camila que siguiera recibiendo en su casa y atendiera a Lotario como si de él mismo se tratara.

Afligióse Camila, como mujer discreta y honrada, de la orden que su marido le dejaba, y díjole que adviertiese que no estaba bien que nadie, él ausente, ocupase la silla de su mesa; y que si lo hacía por no tener confianza, que ella sabría gobernar su casa, que probase por aquella vez, y vería por experiencia cómo para mayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó que aquel era su gusto, y que no tenía más que hacer que bajar la cabeza y obedecelle. Camila dijo que así lo haría, aunque contra su voluntad.
El caso es que, como bien dice el refrán: "el hombre es fuego y la mujer estopa, viene el diablo y sopla", y Lotario comenzó a interesarse por Camila de verdad y empezó a cortejarla...

Ella, como mujer honesta que era, ....

¡Seguimos!

martes, 10 de julio de 2012

Leyendo el "Quijote"


Seguimos con "Don Quijote". Capítulo 33: El curioso impertinente.

Habíamos dejado a nuestro caballero durmiendo, y a sus amigos en confortable sobremesa hablando sobre libros...
Todos conocemos (o deberíamos conocer) las maravillosas "novelas ejemplares" de Cervantes, y hemos ido viendo cómo se intercalan en esta obra novelas dentro de la novela principal normalmente narradas por sus propios protagonistas.

Pues bien, en este caso, se habla en tercera persona y se cuenta cómo En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que por excelencia y antonomasia de todos los que los conocían, "los dos amigos" eran llamados.

 Estaba Anselmo enamorado, y pidió ayuda a su buen amigo para seguir los cánones de la época y solicitarla como esposa. Todo fue bien y la boda se celebró. Y considerando Lotario que debía dejar solos al nuevo matrimonio, comenzó a espaciar sus visitas, lo que en modo alguno pareció bien a su gran amigo.
Tantas quejas le dio porque hubiera cambiado las costumbres que tenían de solteros, que Lotario se comprometió a comer con ellos dos días por semana y los días de fiesta, aunque procuraba dilatarlo porque pensaba que no estaría bien visto y podría dar origen a maledicencias el que un hombre joven visitara tan a menudo una casa en la que vivía una mujer tan bella como Camila.

Así pasaba el tiempo hasta que un día Lotario le confiesa que a pesar de lo afortunado que era por posición, fortuna y matrimonio,, no era feliz, pues vivía con una preocupación: que no podía constatar que su mujer era buena y virtuosa mientras no pudiera demostrarlo viendo cómo se comportaba en una situación comprometida... Así que no se le ocurre otro modo de comprobarlo que pidiendo a Lotario (Para leer, pulsar aquí)