Google

Mostrando entradas con la etiqueta pies juntillas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pies juntillas. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de diciembre de 2012

62.- "Creer a pies juntillas"

  
  .*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
   
   En un principio, llama la atención el que una frase gramaticalmente incorrecta haya salvado el filtro de los años  para mantenerse en estos mismos términos. Y digo incorrecta dado que rompe la concordancia entre pies y su adjetivo (que debería corresponder al masculino juntillos), ya sea dicha así, o, también de construcción anómala, "a pie juntillas"  .

   Pues bien, parece ser que la incorrección no es tal, sino un ejemplo de economía lingüística si se investiga en sus orígenes.

"A pie y juntillas las piernas" es como se saltaba en una versión del juego del tejo,  truque o rayuela en la que los participantes jugaban con los ojos vendados y debían conseguir pasar a saltos el recorrido dibujado en el suelo sin pisar las rayas, atendiendo a las indicaciones de algún compañero de equipo, al que debía prestar atención y, naturalmente, creer y confiar en él con la certeza de que su interés era el mismo:  ganar al equipo contrario. 

Así que una vez más, un juego da lugar a esta expresión que nos indica la plena confianza de alguien en otra persona, su fe ciega. 

    Y hablando de fe, hallamos una expresión muy parecida: "a pies puntillas" , errónea y producida sin duda como ultracorrección de la que comentamos, a la que se pretende atribuir su origen en un castigo de la Inquisición: nada menos cierto y una muestra más de que hay que "andar con pies de plomo" antes de creer a pies juntillas todo lo que se lee.