"El grado cero de la escritura" (1953, completa en pdf) es el primer ensayo importante del teórico y crítico literario francés Roland Barthes en el que estudia los orígenes y las transformaciones del concepto de escritura
literaria misma y su relación con distintos periodos históricos de Francia.
En este artículo (fragmento de la obra), que pueden leer completo en el enlace, el autor reflexiona más que enseña sobre la relación entre escritura e historia y expone dos características que parecen esenciales de una narración:
El pretérito perfecto simple (el indefinido) y el uso de la tercera persona.
Un artículo, un poco 'espeso' para el gusto actual, habla mucho y puede que diga poco al escritor del siglo XXI, pero al igual que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, debemos llevarlo al terreno de la Literatura si queremos hacer algo 'nuestro', con sello de autor.
Por tanto, recomiendo su lectura atenta, entresacando reflexiones sin precio como:
Lo que es propiamente el mecanismo del mito, y la Novela —y en la Novela el pretérito perfecto simple— son objetos mitológicos que superponen a su intención inmediata una apelación segunda a una dogmática o, mejor aún, a una pedagogía, ya que se trata de ofrecer una esencia bajo la forma de un artificio.
(...) la escritura novelística. Tiene por misión colocar la máscara y, al mismo tiempo, designarla.
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La tercera persona, del mismo modo que el pretérito perfecto simple, cumple esa función y da al consumidor la seguridad de una fabulación creíble, y, sin embargo, manifestada incesantemente como falsa.
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En muchos novelistas modernos, la historia del hombre se confunde con el trayecto de la conjugación: a partir de un «yo» que es todavía la forma más fiel del anonimato, el hombreautor conquista poco a poco el derecho a la tercera persona a medida que la existencia se hace destino y el soliloquio, novela.
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Y termina:
Toda la literatura puede decir: «Larvatus Prodeo»(1), me adelanto señalando mi máscara con la mano. Ya se trate de la experiencia inhumana del poeta, que asume la más grave de las rupturas, ya la mentira creíble del novelista, la sinceridad necesita aquí signos falsos, y evidentemente falsos, para durar y ser consumida. El producto, y finalmente la fuente de esta ambigüedad, es la escritura. Ese lenguaje especial, cuyo uso da al escritor una función gloriosa pero vigilada, manifiesta una especie de servilismo invisible en los primeros pasos, que es propio de toda responsabilidad: la escritura, libre en sus comienzos, es finalmente el lazo que encadena al escritor con una Historia también encadenada: la sociedad lo marca con los signos claros del arte, con el objeto de arrastrarlo con más seguridad en su propia alienación.
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(1) Frase de Descartes que puede traducirse de forma literal como "avanzo ocultándome" (ver más).
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En este artículo (fragmento de la obra), que pueden leer completo en el enlace, el autor reflexiona más que enseña sobre la relación entre escritura e historia y expone dos características que parecen esenciales de una narración:
El pretérito perfecto simple (el indefinido) y el uso de la tercera persona.
Un artículo, un poco 'espeso' para el gusto actual, habla mucho y puede que diga poco al escritor del siglo XXI, pero al igual que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, debemos llevarlo al terreno de la Literatura si queremos hacer algo 'nuestro', con sello de autor.
Por tanto, recomiendo su lectura atenta, entresacando reflexiones sin precio como:
Lo que es propiamente el mecanismo del mito, y la Novela —y en la Novela el pretérito perfecto simple— son objetos mitológicos que superponen a su intención inmediata una apelación segunda a una dogmática o, mejor aún, a una pedagogía, ya que se trata de ofrecer una esencia bajo la forma de un artificio.
(...) la escritura novelística. Tiene por misión colocar la máscara y, al mismo tiempo, designarla.
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La tercera persona, del mismo modo que el pretérito perfecto simple, cumple esa función y da al consumidor la seguridad de una fabulación creíble, y, sin embargo, manifestada incesantemente como falsa.
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En muchos novelistas modernos, la historia del hombre se confunde con el trayecto de la conjugación: a partir de un «yo» que es todavía la forma más fiel del anonimato, el hombreautor conquista poco a poco el derecho a la tercera persona a medida que la existencia se hace destino y el soliloquio, novela.
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Y termina:
Toda la literatura puede decir: «Larvatus Prodeo»(1), me adelanto señalando mi máscara con la mano. Ya se trate de la experiencia inhumana del poeta, que asume la más grave de las rupturas, ya la mentira creíble del novelista, la sinceridad necesita aquí signos falsos, y evidentemente falsos, para durar y ser consumida. El producto, y finalmente la fuente de esta ambigüedad, es la escritura. Ese lenguaje especial, cuyo uso da al escritor una función gloriosa pero vigilada, manifiesta una especie de servilismo invisible en los primeros pasos, que es propio de toda responsabilidad: la escritura, libre en sus comienzos, es finalmente el lazo que encadena al escritor con una Historia también encadenada: la sociedad lo marca con los signos claros del arte, con el objeto de arrastrarlo con más seguridad en su propia alienación.
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(1) Frase de Descartes que puede traducirse de forma literal como "avanzo ocultándome" (ver más).
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