"Se le
va el santo al cielo"
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Los profesores estamos más que acostumbrados al caso de
encontrarnos en mitad de una explicación más o menos ardua y, al
interrogar a los alumnos sobre cualquier punto para ver si ha
quedado claro, hallar que el alumno en cuestión no sólo no sabe de
qué se le está hablando, sino que a veces ni contesta por
habérsele ido el santo al cielo.
Y es
que si tenemos nombre, tenemos santo (por lo menos mientras se mantuvo
la costumbre de elegir en la pila bautismal o en el registro civil,
entre el amplio listado de nombres venerados por la iglesia) y ese
santo, como corresponde, parece querer habitar regiones "etéreas" mejor
que atender a la tantas veces cruda y aburrida realidad.
Se usa
también en primera persona: "Se me ha ido el santo al cielo y ... no me
acordé de la cita", o... "y no sé lo que iba a decir".
En
resumen: ese santo con tendencias a lo celestial que suele acompañar a
los despistados ;)
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La
primera referencia que se me ha venido a la cabeza relacionando
experiencias entre profesor y alumnos es la de una serie de TV que veía
en mi adolescencia (hace años ya, pues) en la que un joven, alto y
espigado profesor de Literatura hacía algo más que enseñar. Lo siento:
no he podido localizarla. Más cercana, y con el mismo argumento, la
genial película protagonizada por Robin Williams "El Club de los poetas
muertos", guión convertido en novela en el 1991( "Dead poets society". N.H.Kleinbaum)
y algo más lejana, pero no menos actual, ya que al fin y al cabo
consiste en los mismo: ganarse a los alumnos para poder cumplir su
misión (y vocación) de enseñar:
"Rebelión en las aulas" (1967) de Sidney Poitier.