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martes, 30 de octubre de 2012

44.- "Tanto va el cántaro a la fuente que alguna vez se rompe"

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mariannavarro.net.Refranes
    En un sentido parecido al de "quien con fuego juega, se acaba quemando" el refrán que nos ocupa nos avisa de que una forma de actuar o una actitud ante le vida puede salir bien cien veces, pero mal a la ciento una.

En tiempos en que no había agua corriente en las casas, era costumbre ir a por agua a la fuente del pueblo, si no había pozo o reguero cerca, usando como recipiente un búcaro o cántaro de barro.

 Ocupa todavía lugar principal en muchos de nuestros pueblos la fuente que surtía de agua a personas y caballerías. Sin ir más lejos, además de ser retratado en muchos lienzos, tenemos en la vida de Jesús reflejo de esto cuando pide agua a una de las mujeres que llenaban sus vasijas, lo que demuestra la práctica habitual de este acto que servía no solo para el hecho de llevar agua al domicilio, sino también de lugar de reunión donde enterarse de todas las "comidillas, chismes, dimes y diretes" de la población.

 Había por tanto quien pasaba mucho tiempo en dicha fuente y a quien le gustaba pasearse con el cántaro (principalmente era tarea de mujeres) varias veces al día... de ahí que llegara a ser criticado y surgiera la advertencia que nos ocupa.

 En conclusión, y generalizando: la repetición de un acto que conlleve algún riesgo puede a la larga tener repercusiones negativas, por lo que no conviene persistir en una forma de actuar sólo por el hecho de que ha salido bien alguna vez.

 Actualmente se suele decir en casos como, por ejemplo, el de un conductor que suele llevar su coche de forma temeraria y, como es lógico, un día tiene un accidente.

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De chismes, historias cotidianas y murmuraciones de vecinos trata precisamente "La Colmena", la magistral obra de Camilo José Cela, cuya lectura aconsejamos.

jueves, 25 de octubre de 2012

43.- La persona es esclava de lo que dice, y dueña de lo que calla"

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mariannavarro.net.Refranes
 Relacionado con el "más vale un toma que dos te daré" , que ya vimos en "De abuelos a nietos", esta sentencia insiste en la importancia de la palabra dada.

 Una persona de confianza es la que se mantiene fiel a su palabra: El hombre debe hacer frente a lo que dice o promete; si no, mejor callar. 
 
¡Cuántas veces hemos comprobado lo fácil que resulta prometer!. De hecho, ya ha quedado para la Historia la célebre frase de Adolfo Suárez, primer presidente de la transición: "Puedo prometer y prometo..." Y cuántas veces nos hemos quedado con las ganas de poder pedirles cuentas y exigir que se cumpla lo que se prometió. Al parecer, la democracia existe solo a la hora de votar, de darles el poder... entonces sí es el pueblo "soberano", pero cuando de exigencias se trata: ¿Dónde y cómo se nos oye? ¿De quién fiarse si el oficio de político se basa en la "demagogia", que es engañosa por definición (1)?

 Llevado al terreno de la vida cotidiana, para la que esto escribe es aún más duro:  El "abuso de confianza", el romper la promesa dada, el "donde dije digo, digo Diego"  tiene mayores consecuencias porque afectan al terreno de los afectos y emociones... y con eso (pese a tener que reconocer que cada vez se tiene en menor consideración frente a la ambición y el materialismo imperantes), no se juega, o no se debería jugar.

Recomendada, pues, la obra del Abate Dinouart: "El arte de callar".

 Demasiado a menudo olvidamos que un ser que habla es también un ser capaz de «producir silencio», y para recordarlo están los tratados de retórica de los siglos XVI y XVII. El arte de hablar es sin duda un arte excelente, pero ¿quién nos enseña el arte de guardar silencio?
 
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1.- demagogia. (Del gr. δημαγωγία).

1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.

2. f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

miércoles, 24 de octubre de 2012

42.- "La avaricia rompe el saco"

  "La avaricia rompe el saco"
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mariannavarro.net.RefranesSe entiende avaricia como afán de incrementar riquezas por el simple placer de aumentarlas, sin que la posesión del dinero implique una mejora en la calidad de vida de quién las posee, que siempre es reacio a gastar.

 Pero también se entiende como avariciosa a la persona que pretende acaparar y poseer sin medida, guardando todo en el saco (1) que, de tan lleno, acaba rompiéndose y perdiendo su contenido. Esto se llama también codicia.
 
Refrán con el mismo sentido:  "Quién todo lo quiere, todo lo pierde"

 El saco, que bien podría ser bolsa , maleta o alforja, según el caso, es muy utilizado en nuestro refranero con expresiones como "caer en saco roto" (no dar importancia a algo que la tiene), "meter todo en el mismo saco" (medir a todos con el mismo rasero) , "quien habla por refranes, es un saco de verdades"...

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 "Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la codicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas." (El Quijote, 1ª parte, capítulo XX ).

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 (1) .-  Del latín saccus

1. m. Receptáculo de tela, cuero, papel, etc., por lo común de forma rectangular o cilíndrica, abierto por uno de los lados.

2. m. Cosa contenida en él.

3. m. Cosa que en sí incluye otras muchas, en la realidad o en la apariencia. U. m. en sent. peyor. Saco de mentiras. Saco de malicias.

 

viernes, 19 de octubre de 2012

41.- "Siempre hay un roto para un descosido"


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mariannavarro.net. RefranesAunque muchas veces lo he oído en casa como sinónimo de que siempre hay algún remedio o apaño para las cosas, o de que cada quién tiene quien comparta su forma de ser, es decir, que siempre puede encontrar pareja; también podríamos hallarnos ante un refrán paralelo al de "al perro flaco todo se le vuelven pulgas...", porque del descosido al roto hay poco trecho y si antes estaba mal, luego puede estar peor.

En otra acepción del mismo, cambiando algunas palabras, dice: "Vale tanto para un roto como para un descosido". Es decir, es una persona que se lleva bien con todo el mundo o que le resulta fácil arreglar cosas.
 
En cualquiera de sus acepciones, habrá que entrar en el mundo de la costura, tomar aguja, hilo y dedal y entenderemos la diferencia entre zurcir un roto o reparar un descosido.

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Ya comentado en nuestro salón de lectura, recomendaría ( no sólo por la relación de su título con nuestro tema) "El tiempo entre costuras" de María Dueñas. Un buen libro para conocer cómo vivió la España "del otro lado" (la del continente africano) los tiempos de nuestra desdichada Guerra Civil.
 
©"De abuelos a nietos". Mª A. Navarro
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miércoles, 17 de octubre de 2012

Leyendo el Quijote. 1ª parte. Capítulo 43. El mozo de mulas y burla de la Maritornes.

Capítulo cuadragésimo tercero:

Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con otros extraños acaecimientos en la venta sucedidos
 
Habíamos dejado a nuestros protagonistas y amigos escuchando una dulce voz que cantaba en las caballerizas. A todos llamó la atención por lo agradable que era. Tanto, que Dorotea no duda en llamar a una dormida Clara que, al despertar y oir la mencionada voz, lamenta más que celebra el que Dorotea la haya animado a oirla. ¿Por qué? ¡Oh, casualidad! Resulta que quien así cantaba, lejos de ser el mozo de mulas que todos creían, era un personaje principal que andaba en amores con ella (Clara)
 
-Este que canta, señora mía, es un hijo de un caballero natural del reino de Aragón, señor de dos lugares, el cual vivía frontero de la casa de mi padre en la corte; y aunque mi padre tenía las ventanas de su casa con lienzos en el invierno y celosías en el verano, yo no se lo que fue, ni lo que no, que este caballero, que andaba al estudio, me vio, ni sé si en la iglesia o en otra parte. Finalmente, él se enamoró de mi, y me lo dio a entender desde las ventanas de su casa con tantas señas y con tantas lágrimas, que yo le hube de creer, y aun querer, sin saber lo que me quería. Entre las señas que me hacia era una de juntarse la una mano con la otra, dándome a entender que se casaría conmigo; 

 Pero sucedía que consideraba imposible que estos amores pudieran llegar a buen fin porque...

-¡Ay, señora! -dijo doña Clara-, ¿qué fin se puede esperar, si su padre es tan principal y tan rico, que le parecerá que aun yo no puedo ser criada de su hijo, cuanto más su esposa? Pues casarme yo a hurto de mi padre, no lo haré por cuanto hay en el mundo. No querría sino que este mozo se volviese y me dejase; quizá con no velle y con la gran distancia del camino que llevamos se me aliviaría la pena que ahora llevo; aunque sé decir que este remedio que me imagino me ha de aprovechar bien poco. No sé qué diablos ha sido esto, ni por dónde se ha entrado teste amor que le tengo, siendo yo tan muchacha y él tan muchacho, que en verdad que creo que somos de una edad mesma, y que yo no tengo cumplidos diez y seis años; que para el día de San Miguel que vendrá dice mi padre que los cumplo.

El caso es que Dorotea no parecía dar mucha importancia a los obstáculos que Clara veía y le aconsejó que siguiera descansando y esperara la llegada del nuevo día.

Quienes no descansaban, queriendo vengarse de los líos que Don Quijote había provocado en la Venta en su visita anterior, eran la Maritornes y la hija de los venteros: Idearon una estratagema para burlarse de él y reírse a su costa, y así, mientras don Quijote en la caballeriza, subido en Rocinante y apoyado en su lanzón, parloteaba solo, según su costumbre, dirigiendo sus pensamientos a la "sin par Dulcinea", le llamaron desde un hueco que había en el pajar...

y luego en el instante se le representó en su loca imaginación que otra vez, como la pasada, la doncella fermosa, hija de la señora de aquel castillo, vencida de su amor, tornaba a solicitarle; y con este pensamiento, por no mostrarse descortés y desagradecido, volvió las riendas a Rocinante y se llegó al agujero, y así como vio a las dos mozas, dijo:

-Lástima os tengo, fermosa señora, de que hayades puesto vuestras amorosas mientes en parte donde no es posible corresponderos conforme merece vuestro gran valor y gentileza; de lo que no debéis dar culpa a este miserable andante caballero, a quien tiene Amor imposibilitado de poder entregar su voluntad a otra que aquella que, en el punto que sus ojos la vieron, la hizo señora absoluta de su alma. Perdonadme, buena señora, y recogeos en vuestro aposento, y no queráis con significarme más vuestros deseos que yo me muestre más desagradecido; y si del amor que me tenéis halláis en mí otra cosa con que satisfaceros que el mismo amor no sea, pedídmela; que yo os juro por aquella ausente enemiga dulce mía de dárosla en continente,

Le convence la Maritornes de que le ofrezca la mano, mientras tenía preparado el cabestro en el que estaba atado el asno de Sancho. No dudó Don Quijote en hacer lo que le pedían, pues era norma de caballero -y así lo había prometido- el acceder a lo que una dama le solicitase. Así pues, subido de pie sobre Rocinante para así llegar mejor al que él suponía ventanuco del palacio, Maritornes le ató, sujetando el arnés a la puerta, de manera que nuestro caballero quedó inmovilizado y así tuvo que permanecer toda la noche, con gran cuidado de que Rocinante no se moviera, o le partiría la mano. Y al verse de ese modo:

 
allí fue el maldecir de su fortuna; allí fue el exagerar la falta que haría en el mundo su presencia el tiempo que allí estuviese encantado, que sin duda alguna se había creído que lo estaba; allí el acordarse de nuevo de su querida Dulcinea del Toboso; allí fue el llamar a su buen escudero Sancho Panza, que, sepultado en sueño y tendido sobre el albarda de su jumento, no se acordaba en aquel instante de la madre que lo había parido; allí llamó a los sabios Lirgandeo y Alquife, que le ayudasen; allí invocó a su buena amiga Urganda, que le socorriese, y, finalmente, allí le tomó la mañana, tan desesperado y confuso, que bramaba como un toro; porque no esperaba él que con el día se remediaría su cuita, porque la tenía por eterna, teniéndose por encantado.

En eso, poco antes del amanecer, llegaron cuatro hombres de a caballo... Y ¡ya conocemos a Don Quijote!: en lugar de solicitar su ayuda, se entretuvo en sus usuales circunloquios. En fin, es gracioso leer los diálogos entre ellos y cómo consiguió nuestro protagonista lo contrario de lo que necesitaba y justo lo que de éste y de su locura podíamos esperar...
 
¡Seguimos!