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Tuve un perro, Gus, mezcla de
doberman y pastor alemán, al que acogí tras leer un anuncio ofreciéndolo (tenía
solo dos meses, y había aparecido en el campo en un criadero de perros de raza).
Estuvo ocho años conmigo... murió envenenado. Pensamos que quizás comió veneno
para ratas, pues había por entonces una plaga.
La anécdota es la siguiente: Había otro perro que le
tenía inquina
(1) y siempre se gruñían cuando nos
cruzábamos en el paseo. El perro tenía amo, pero casi siempre vagaba solo.
El caso es que en uno de esos
encuentros, y en esa ocasión iba con el amo (quizás eso lo envalentonó), el
perro decidió pasar a la acción y se lanzó a pelearse. Mi perro se defendió. El
susto al verlos enzarzarse fue mayúsculo y mi reacción fue meter la mano entre
ellos para intentar separarlos cogiendo a Gus del collar.
Los afilados colmillos me
hirieron y comencé a sangrar. Cuando mi perro me oyó quejarme y vio la sangre,
simplemente se paró, aulló lastimeramente y dejó la pelea, aun a riesgo de que
el otro animal le dañara.
El dueño pudo entonces coger a su
perro y volvimos a casa.
Supongo que es lo suficientemente
explícito:
Un perro jamás muerde la mano
que le da de comer.
Las personas, sí. La ingratitud
está a la orden del día, y el egoísmo, el orgullo, hacen olvidar que "de bien
nacidos es ser agradecidos".
De ahí que se use este dicho para
definir la ingratitud.
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Un relato breve, hasta ahora
inédito, de la escritora
Charlotte Brontë (1816-1855), autora
de
Jane Eyre, fue publicado por el
London Review of Books en inglés y en el idioma original en
que fue escrito por la autora británica: el francés. Se trata de
“L’ingratitude”, firmado el 16 de marzo de 1842 y redactado como una tarea
impuesta por su tutor, el belga Constantin Heger.
La traducción es la
siguiente:
Una rata, hastiada de la vida de las ciudades y de las cortes (porque ya
había jugado su parte en los palacios de los reyes y en los salones de los
grandes señores), una rata a quien la experiencia había hecho sabia, en resumen,
una rata que de cortesana se convirtió en filósofa se había retirado a su casa
de campo (un agujero en el tronco de un olmo joven y grande), donde vivió como
un eremita devoto dedicando todo su tiempo y cuidado a la educación de su único
hijo.
La joven rata, quien todavía no había recibido aquellas severas pero
saludables lecciones que la experiencia da, era un poco irreflexiva, los sabios
consejos de su padre parecían aburrirlo, la sombra y la tranquilidad de los
bosques, en vez de calmar su mente, lo cansaban. Creció impaciente por viajar y
ver el mundo.
Una mañana, se despertó temprano, preparó una pequeña bolsa con queso y
granos y, sin decir ni una palabra a nadie, el ingrato abandonó a su padre y a
su casa paterna y partió hacia tierras desconocidas.
Al principio todo le parecía encantador, las flores eran más frescas, los
árboles eran de un verde que él nunca había visto antes en su casa, y también
vio muchas maravillas: un animal con una cola más larga que su cuerpo (era una
ardilla), una pequeña criatura que llevaba su casa en la espalda (era un
caracol). Después de un par de horas, se acercó a una granja, el olor de la
cocina lo atraía, entró en el corral y entonces vio una especie de pájaro mágico
que estaba haciendo un horrible ruido mientras marchaba con un aire temerario y
orgulloso. El pájaro era un pavo, pero la joven rata lo vio como si fuera un
monstruo, se asustó por su aspecto e inmediatamente huyó.
Llegando la noche, ingresó a un bosque, aburrido y cansado se sentó a los
pies de un árbol, abrió su pequeña bolsa, comió su cena y se fue a
dormir.
Al despertarse por el canto de la alondra, sintió sus miembros entumecidos
por el frío, su dura cama lo lastimaba; en ese momento pensó en su padre, el
ingrato se acordó del cuidado y la ternura de la vieja rata buena, y formuló
promesas vanas para el futuro, pero era demasiado tarde, el frío congeló su
sangre. La experiencia fue para él como una amante austera, ella le dio una
lección pero también un castigo; estaba muerto.
Al día siguiente, un leñador encontró su cuerpo, lo vio como algo
asqueroso y lo pateó sin pensar que ahí yacía el ingrato hijo de un amoroso
padre.
Hallado en:
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