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miércoles, 15 de julio de 2015

Refrán en mano - "Tumbarse/tirarse a la bartola"...


Una frase más que  usamos sin preguntarnos muchas veces de dónde viene hasta que un día te pica la curiosidad y buscas.

¿Por dónde empezar?... ¡Acertásteis! Naturalmente, nuestro amigo el diccionario. Vamos a http://rae.es y dice:

bartola.
(De Bartolo, acort. de Bartolomé).
a la ~.
1. loc. adv. coloq. Descuidando o abandonando el trabajo u otra actividad. Echarse, tumbarse a la bartola.
2. loc. adv. coloq. Despreocupándose, quedando libre de toda inquietud o preocupación.

Hasta aquí, bien, más o menos ya sabíamos que significa eso, pero ¿por qué Bartolomé y no otro? De hecho, también he oído expresiones como "¡mira que eres Bartolo!" 

 Así que vuelvo a nuestro amigo y leo:

bartolo.
(De Bartolo, personaje de historieta).
1. intr. coloq. Chile. haraganear.

¡Uy! Un personaje de historieta... Habrá que seguir buscando, pues. Y otra amiga, de la que no siempre te puedes fiar, pero sí a menudo (wikipedia), al buscar "Bartolo, historieta" nos cuenta:

Bartolo, as de los vagos fue una serie de historietas autoconclusivas creada en 1950 por Palop para la revista "Jaimito"
Bartolo es la encarnación de una cualidad, la vagancia, como lo da a entender su propia iconografía: Postura encorvada, manos en los bolsillos, cigarrillo en los labios, ojos entrecerrados y boina. Todas sus historias narran sus intentos por evitar cualquier tarea y poder seguir dormiendo la siesta.

Bueno, pues ¡ya lo tenemos! Así que -como hemos visto con personajes históricos, de zarzuela, de teatro y hasta de canciones- tuvo tal éxito el personaje (como Carpanta para simbolizar al que siempre tiene hambre), que hacer el vago, dejarlo todo para descansar, es hacerlo a la manera de Bartolo, o sea, "a la Bartola".

Curioso, ¿verdad?

Lástima no haber encontrado una de esas historietas.

Recopilado en: "Más vale refrán en mano... (De abuelos a nietos)"  http://educacion-ne.es/refranes.htm
 


viernes, 10 de julio de 2015

Leyendo el "Quijote". Parte 1ª. Capítulo 2. Llega a la venta. (vídeo)



ImagenCapítulo segundo
Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso D. Quijote


Bien, pues ya tenemos a nuestro caballero completamente decidido "y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de Julio), se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo" .

No pasó mucho tiempo, ya que tantas y tantas vueltas daba al tema en su cabeza para que todo siguiera punto por punto las leyes de caballería, en que se diera cuenta de que le faltaba una de las condiciones principales: ¡nadie le había nombrado caballero! y así, difícilmente iba a poder hacer lo que quería.


No se echó atrás, sin embargo, y decidió "hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían". Dejándose Don Quijote llevar por Rocinante, pues no tenía una dirección determinada y creía que así dejaba más espacio a que fuera la suerte o el azar la que decidiera, Cervantes no puede evitar imitar irónicamente el lenguaje de muchos de los escritores barrocos describiendo la salida del sol:
"Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora que dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba".


A esas horas tan tempranas iba, pues, nuestro caballero por el campo de Montiel (comarca española de La Mancha baja) y pensando en aquel sabio a quien le correspondería escribir contando sus importantes hazañas y quejándose de los desdenes de su señora Dulcinea (a la que, recordemos, hacía mucho tiempo que ni veía ni hablaba; ajena totalmente al ascenso en su posición social gracias a las locuras de Don Quijote), aunque Cervantes juega con la supuesta historia del primer cronista de sus hazañas (el supuesto Cideamete Benenjeli que escribió el manuscrito encontrado por él), pasó el día sin que nada importante sucediese, más que el calor y el hambre con el que, ya al anochecer, encuentra una venta (lugares de reposo y descanso de caminantes, parecidos a nuestros actuales mesones y hostales) y a ella se dirige creyendo "que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan." .


No se atrevía a ir más allá Don Quijote, aguardando a que alguien en el "castillo" anunciase su llegada, y "En esto sucedió acaso que un porquero, que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos (que sin perdón así se llaman), tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen,". Era la señal que Don Quijote esperaba y al ver que huían asustadas dos mujeres "de la vida" que en la puerta estaban, a las que -¡cómo no!- tomó por nobles damas e intentó tranquilizarlas con tal lenguaje y hechos que ellas, por su ridículo aspecto y su rara forma de hablar, comenzaron a reír.

Era Don Quijote muy orgulloso y esas risas le sentaron muy mal y tal vez hubiera llegado a mayores si el encargado de la venta, el ventero, viendo cómo iba armado, no hubiera usado sus mejores dotes de persuasión para convencerle de que descansase, aunque aclarando que no tenían habitaciones. A lo que Don Quijote, muy satisfecho, responde con dos versos del romance anónimo:

Mis arreos son las armas
mi descanso el pelear,

mi cama los duras peñas,
mi dormir siempre velar;
las manidas son oscuras
los caminos por usar,
así ando de sierra en sierra
por orillas de la mar,
a probar si en mi ventura
hay lugar donde avadar;
pero por vos, mi Señora,
todo se ha de comportar.


El resto del capítulo es duro, porque no para el autor de ridiculizar a nuestro protagonista a través de las bromas de las "doncellas" que pretenden desnudarle sin conseguir quitarle "la gola, ni quitarle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los nudos" es decir, la parte de la supuesta armadura que cubrían su cabeza y hombros.

En fin, llega la hora de comer y "Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta por el fresco, y trájole el huésped una porción de mal remojado, y peor cocido bacalao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas. Pero era materia de grande risa verle comer, porque como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca con sus manos, si otro no se lo daba y ponía; " y en esa ridícula situación llega un castrador de puercos que hizo sonar "su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar Don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas, el pan candeal, y las rameras damas, y el ventero castellano del castillo; y con esto daba por bien empleada su determinación y salida.".

Pero, aunque muy satisfecho, no podía estar tranquilo hasta que consiguiese lo principal: el ser armado caballero.

¡Seguimos!

lunes, 6 de julio de 2015

Leyendo "Don Quijote". 1ª parte. Cap. 1. Primera salida. (Video)


Capítulo Primero
Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la Mancha
 En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

Así es como empieza el libro. ¡Seguro que lo conocíais de sobra!. Pues bien, así es como nos presenta Cervantes a su protagonista: Un hombre de unos cincuenta años, muy delgado, de costumbres cotidianas y sencillas, no muy rico pero sí lo suficientemente acomodado como para tener un ama que atendiera la casa y un "mozo para todo".

El único problema que tenía este buen señor era su afición a la lectura de libros de caballerias, que tanto y tanto le gustaban que acabaron en una obsesión tal que creó en él la necesidad de salir como sus protagonistas en busca de aventuras "deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama."

Pero para ello necesitaba cumplir todos los requisitos, así que "Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y confirmándose a sí mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores, era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma." convirtió en su amada a "una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO"

Y este primer capítulo dio origen a la obra mundialmente reconocida y apreciada.
¡Seguimos!

viernes, 3 de julio de 2015

Refrán en mano.- "A matacaballo"/ "a mata caballo"

"A matacaballo" / "a mata caballo"
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Cada vez más desusada en los ambientes urbanos y hasta pueblerinos donde las bicicletas, y vehículos a motor han sustituido definitivamente a estos animales y a sus parientes (mulos y asnos) como medio de transporte, esta expresión significaba literalmente  ir tan deprisa, espolear al caballo de tal modo que el pobre animal podía llegar a morir de agotamiento. 

Como es natural, y dado el aprecio que se tenía a esos animales, solo se daba esa situación en casos de urgencia extrema como el de hacer llegar un mensaje, o en una persecución del tipo películas del Oeste.

Existe constancia de intercambios de documentación escrita entre los faraones y su administración en Egipto, hacia el 2400 a. de C. para la difusión de sus decretos. Las primeras cartas, fechadas en el 1800 a. de C. aparecen en Babilonia. Su entrega se hacía por medio del servicio personal de médicos, letrados y gente noble. Al parecer, fue el emperador romano Augusto quien tuvo por primera vez un servicio de correo a pie o a caballo, y entre los mayas ya se tiene constancia (hacen unos 3000 años) de la existencia de mensajeros que se turnaban en carreras de relevos. 

Pero el pueblo llano no sabía escribir, por lo que la transmisión entre ellos se hacía de forma oral (recuérdense los trovadores) y no se instituyó como organización estatal al servicio de los ciudadanos hasta épocas muy posteriores. El más antiguo parece ser el francés, instituido en tiempos de Carlomagno (año 807) y en España los primeros datos son hacia el 1213. Pero ha sido el correo a caballo ruso, que existió entre los siglos XIII al XIX (ver "Miguel Strogoff, el correo del zar", de Julio Verne), el que se llevó la fama por su exquisita organización.

Hecha esta pequeña semblanza como curiosidad, volvemos al significado actual de nuestra expresión para ver cómo fue derivando al significado que tiene actualmente, por el que "ir a matacaballo"(1) (se admite escrito junto o por separado) se utiliza para indicar prisas, improvisación, por tener que atender muchos asuntos a la vez, o en el mismo sentido que el "ir a tontas y a locas", aplicado a una persona atolondrada.

Ejemplos de su uso:

1. Tuvimos que deshacer la tienda a matacaballo. Había un incendio a 100 metros. (2)

2. Hallamos en Miguel Ángel Asturias, Hombres de maíz :
... pero no por el correo, sino por un aljaraquiento (3) que salió a matacaballo en sus seguidas, pero que no le dio alcance, porque se le alcanforizó (4) en el camino...

3. El caso es que el plazo se acaba: la tarea tendría que estar concluida; el objetivo, alcanzado; el trato, cerrado; la negociación, terminada… Pero como no es así, entonces nos montamos de un salto sobre el pobre jamelgo de nuestros deberes laborales a los que hemos ido dando larga (y largas y largas…) y, picando espuelas, nos lanzamos a un carrerón que deja al cuitado caballo –nuestro trabajo– más muerto que vivo, cuando no muerto del todo… Es como esa escena inevitable en toda película clásica del Oeste en la que el jinete bueno persigue al malo hasta que su caballo comienza a soltar espuma por todos los poros de su equino cuerpo, saca la lengua reseca y se tumba en las arenas del Valle de la Muerte para no volverse a levantar…
Hay quien –como es el caso de mi santa madre–, cuando nos ve desesperadamente acelerados a fin y efecto de tener acabada para hoy la tarea que debimos finalizar hace una semana, exclama: “¡Haaaala, ya estás trabajando a la tremenda, a las bravas!”… Y, francamente, no nos lo dice con expresión satisfecha o complaciente –al menos, no en el caso de mi santa madre– sino con un evidente tono de reproche: como si estuviera claro que, lanzándonos a matacaballo, nuestro trabajo adolecerá de defectos, tendrá taras y su calidad se verá inevitablemente manchada por la chapuza. (5)

Esta expresión nos puede recordar otra que ya veremos: "A salto de mata".
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(1) Definición de la RAE: 1. loc. adv. Atropelladamente, muy de prisa.
(2) "Diccionario de Dichos y Frases Hechas", escrito por Juan Salanova.
(3) De alharaquiento, que hace alharacas (muestras exageradas, sin apenas motivo,  tanto de afecto, como de ira, queja, admiración, alegría, etc.).
(4) El diccionario reconoce "alcanforar": componer o mezclar algo con alcanfor. Material que se utiliza principalmente para la fabricación del celuloide y la pólvora sin humo, así como de estimulante cardiaco en medicina.
(5) EL TÓPICO. "A matacaballo" Publicado el 05-07-2010 por Pilar Cambra en expansionyempleo.com
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Hasta 200 refranes no incluidos aquí, recogidos en manual (pdf o e-book).¡Pídelo!
Recopilado en: "Más vale refrán en mano... (De abuelos a nietos)"  http://educacion-ne.es/refranes.htm

jueves, 25 de junio de 2015

Refrán en mano- Origen de "Irse de verbena"

Mientras conducía oyendo la cadena SER, disfruté cuando explicaron el origen de la expresión "irse de verbena", que no solo no conocía, sino que ni siquiera sabía que existiera una planta que se llama así...
Resulta que -explicaba el locutor- en la zona donde ahora está el Real Observatorio (astronómico) de Madrid, es decir, en la calle Alfonso XII, muy cercana a la puerta de El Retiro y a la nueva estación de Atocha, existía un campo de verbenas... y, al parecer, aún pueden verse algunas tras las rejas que circundan el edificio.
Pues bien, según la tradición, si se recoge esta planta en la transición entre la noche y el día (cuando la luna deja de verse para dar paso a los primeros rayos del sol) se asegura estabilidad económica e incluso fuertes ingresos para el resto del año.  Y, al parecer, eso solo era posible hacerlo en la noche de San Juan.
Lo curioso no es sólo la existencia de esta tradición madrileña, sino que la he encontrado en otras comunidades como la gallega.
Para recoger esta planta en el momento apropiado, una de dos: o se madrugaba, o no se dormía... y en cualquiera de los dos casos, el jolgorio, la convivencia bonachona y las ganas de diversión con comida y bebida, acompañaban a esa 'vela', por lo que no es de extrañar que el "irse de verbena" se convirtiera en sinónimo de irse de fiesta, a pasarlo bien, sin tratarse obligatoriamente de lo que hoy en día entendemos como "verbena" con baile, cacharritos, casetas, etc...

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