- de 1914, el Hospital londinense Middlesex, comienza a utilizar el radio (descubierto por los Curie a finales del 1898) para tratar el cáncer. La radiación afecta las células cancerosas dañando sus ADNs, de manera tal que las células cancerosas ya no puedan dividirse y crecer. La radiación es más efectiva para destruir células cuando las mismas están dividiéndose activamente.(Leer más)
Su principal objetivo es impulsar el desarrollo del cine español, tanto dentro de España como a nivel internacional.
En 1959 obtuvo su primer premio literario, el Sésamo de cuentos, por su relato Nada para morir y dos años más tarde publicó su primera novela, Encerrados con un solo juguete.
Viaja a París ese mismo año donde ejerce diferentes oficios hasta su vuelta a Barcelona, donde publica, en 1962, Esta cara de la luna, hoy repudiada por el autor y desterrada del catálogo de sus Obras Completas.
En 1970 aparece su excelente novela La oscura historia de la prima Montse, donde encontramos las claves del universo literario que ha seguido cultivando hasta el presente.
La década de los 90 supone la consagración definitiva del escritor barcelonés. En 1990 recibe Premio Ateneo de Sevilla por El amante bilingüe; y en 1994 le conceden el Premio de la Crítica por El embrujo de Shanghai.
Colección particular (2017). Antología de relatos que recopila, entre otros cuentos, un relato por entregas publicado en El País, entre 1988 y 1989, y no recogido antes en libro.
EL DÍA QUE NORMA ME ABANDONÓ
Una tarde lluviosa del mes de noviembre de 1975, al regresar a casa de forma imprevista, encontré ami mujer en la cama con otro hombre. Recuerdo que al abrir la puerta del dormitorio, lo primero quevi fue a mí mismo abriendo la puerta del dormitorio; todavía hoy, diez años después de lo ocurrido,cuando ya no soy más que una sombra del que fui, cada vez que entro desprevenido en ese dormitorio,el espejo del armario me devuelve puntualmente aquella trémula imagen de la desolación, aquel viejo fantasma que labró mi ruina: un hombre empapado por la lluvia en el umbral de su inmediata destrucción, anonadado por los celos y por la certeza de haberlo perdido todo, incluso la propia estima.
Para guardar memoria de esa desdicha, para hurgar en una herida que aún no se ha cerrado, voy a transcribir en este cuaderno lo ocurrido aquella tarde. Un dormitorio pequeño, íntimo. Cama baja con las sábanas revueltas. Ya he hablado de mí mismo reflejado en el espejo, al entrar. Norma se ha refugiado en el cuarto de baño, cerrando la puerta por dentro. Lo segundo que veo es la caja de betún sobre la moqueta gris y el tipo casi desnudo sentado al borde de la cama y frotando diestramente con el cepillo un par de mis mejores zapatos. Lo único que lleva puesto es un sobado chaleco negro de limpiabotas. Tiene las piernas peludas y poderosas. Surcos profundos le marcan la cara.
—¿Qué diablos hace usted con mis zapatos? —pregunto estúpidamente.
El hombre no sabe qué hacer ni qué decir. Masculla con acento charnego:
—Pues ya lo ve uzté...
En realidad, yo tampoco sé cómo afrontar la situación.
—Es indignante, oiga. Es la hostia.
—Sí, sí que lo es...
—Es absurdo, es idiota.
Parado al pie de la cama, mientras se forma un charquito de agua alrededor de mis pies, observo al desconocido que sigue frotando mis zapatos y le digo:
—Y ahora qué.
—M’aburría y me he disho: vamos a entretenernos un ratillo lustrando zapatos...
—Ya lo veo. (Inicio de 'El amante bilingüe')
Diciembre es esta imagen
de la lluvia cayendo con rumor de tren,
con un olor difuso a carbonilla y campo.
Diciembre es un jardín, es una plaza
hundida en la ciudad,
al final de una noche,
y la visión en fuga de unos soportales.
Y los ojos inmensos
—tizones agrandados—
en la cara morena de una cría
temblando igual que un gorrión mojado.
En la mano sostiene unos zapatos rojos,
elegantes, flamantes como un pájaro exótico.
El cielo es negro y gris
y rosa en sus extremos,
la luz de las farolas un resto amarillento.
Bajo un golpe de lluvia, llorando, yo atravieso,
innoble como un trapo, mojado hasta los cuernos. ('Del año malo')
.
En 1931 fundó, junto con Antonio Oliver Belmás, la primera Universidad Popular de Cartagena. Fue la primera académica de número de la Real Academia Española; pronunció su discurso de entrada en 1979. Ella publica en 1927 en Ley: (entregas de capricho), y en 1928 en Obra en marcha: diario poético, las minoritarias revistas de Juan Ramón Jiménez. En 1929 escribe Brocal, y en 1934 publicó Júbilos, prologado por Gabriela Mistral. Los años de la década de 1940 publica algunas de sus obras poéticas más importantes: Ansia de la Gracia, Mujer sin Edén... En el año 1978 es elegida académica de número de la Real Academia de la Lengua, ocupando el sillón "k".
A partir del año 1982 y a pesar de la continuidad en su labor creadora, comienzan a manifestársele los primeros síntomas del Alzheimer. Aun así, no deja de conceder entrevistas, participar en programas de radio, etc. Incluso en 1987 recibe el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Canciones de nana y desvelo.
Es importante su labor en la literatura infantil y juvenil (como dramaturga, poeta y narradora); fue una pionera en este campo al estrenar obras de teatro infantiles en TVE, la radio y dirigir revistas para niños.
En los últimos años de su vida, entre 1992 y 1996, vivía en una residencia en Majadahonda (Madrid, España). En septiembre de 1992 redacta su testamento legando al Ayuntamiento de Cartagena, su ciudad natal, la totalidad de su obra literaria y la de su marido, el poeta Antonio Oliver Belmás.
Entre sus últimas obras: Memoria puesta en olvido (antología personal) (1987), Júbilos (1990), Al encuentro de Santa Teresa (1979), Brocal y poemas a María (1984), Cráter (1985), Antología poética (1985), Canciones de nana y desvelo (1991) y Poesía de jóvenes españoles (1997).
¡No los deshojéis, cañones; no los tricéis, ametralladoras, bombas grandísimas que caéis del cielo hondo y que parecéis dones de las nubes anchas, no rompáis los cuerpecitos de los niños!
¿No siente el plomo piedad de estos hombros de leche rosada, de estas sangrecitas dulces, de estas pieles de labios? ¿Ningún aviador enemigo tiene niñitos que levanten sus manos al viento de las hélices?
No. El enemigo no parece padre, y acaso es huérfano también. Por eso los niños se quiebran en tajos humeantes, y hay por los jardines cabelleras de musgos, rodillas con seda rasgada; suelto todo entre los árboles quebrados, con duelo sostenido de gritos que ayer eran cometas y hoy son pobres encías partidas que ya no gustarán mazorcas ni pezones frescos de madres enamoradas... ( Fragmento de A los niños muertos por la guerra, en "Mientras los hombres mueren, 1936-1939").