Se conmemora el Día Internacional de Tolerancia Cero con la MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA.
Refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada, y constituye una forma extrema de discriminación contra mujeres y niñas. La práctica viola sus derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometidas a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte.
- de 1915, León BENARÓS, poeta e historiador argentino perteneciente a la llamada Generación del ’40. Falleció en Buenos Aires un 25 de agosto de 2012.
Verdadero apasionado de la música nativa, se destacó por sus canciones testimoniales, como El Chacho, Viva Güemes así como las que tienen por tema a otros caudillos.
Como letrista tiene alrededor de 250 obras registradas en Sadaic, entre las cuales 64 llevan música del Mtro. Carlos Guastavino (1912-2000). Publicó trabajos en publicaciones como La Nación, Clarín, Anales de Buenos Aires (dirigida por Jorge Luis Borges), entre muchas otras.
Durante años escribió la sección «El desván de Clío» en la revista Todo es Historia.
Entre otras muchas distinciones, obtuvo el Primer Premio de Poesía otorgado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por Memorias Ardientes (1970), Segundo «Premio Especial Ricardo Rojas» de la Municipalidad de Buenos Aires, por Leyendas Argentinas (1981), Premio «Cesar Mermet» de la Fundación Argentina para la Poesía.
Algunas de sus obras: El rostro inmarcesible (1944), Versos para el angelito (1958), Décimas encadenadas (1962), El río de los años (1964), Romancero criollo (1977), Leyendas argentinas (1981), Romances paisanos (trabajos y oficios criollos, 1981), Romancero argentino (1981), El bello mundo (1982), Mirador de Buenos Aires (1994), Cancionero popular argentino (compilación, 1999), Romances de pueblo (1999), Siete para el tango (2005).
Tristes maderas, vidrios o sufrientes herrajes,
anillos, foscas piedras, caracoles marinos,
lamentan en la noche sus contrarios destinos
y buscan sus orígenes, extraños y salvajes.
Entonces suben himnos ocultos, homenajes
donde los mares lloran. Y sollozan los pinos
por humilladas mesas y estantes anodinos,
cruelmente separados de troncos y ramajes.
Y un motín de murmullos eleva sus clamores
de sospechosos y altos, graves aparadores,
y de crujientes cómodas y muebles taciturnos.
Y con el alba tímida, súbitamente callan.
Y de nuevo en las sombras, en su lamento estallan,
y la palabra inician con los ruidos nocturnos. ('Ruidos nocturnos')
Fallecieron en esta fecha
Máximo representante del modernismo literario en lengua española, es, posiblemente, el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas.
En el mes de julio de 1888, apareció en Valparaíso, Azul..., el libro clave de la recién iniciada revolución literaria modernista. El libro no tuvo un éxito inmediato, pero fue muy bien acogido por el influyente novelista y crítico literario español Juan Valera, quien publicó en el diario madrileño El Imparcial, en octubre de 1888, dos cartas dirigidas a Rubén Darío. Fueron estas cartas, luego divulgadas en la prensa chilena y de otros países, las que consagraron definitivamente la fama de Darío.
A partir de ahí vinieron obras poéticas como: El canto errante, 1907; Poema del otoño y otros poemas, 1910; Canto a la Argentina y otros poemas, 1914 y Lira póstuma, 1919.
O las obras en prosa: La vida de Rubén Darío escrita por él mismo, 1913; La isla de oro (1915, inconclusa); Historia de mis libros, 1916 y Prosa dispersa, 1919.
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga. ('Yo persigo una forma' y otros poemas)
Obtuvo su doctorado en 1924 en la Universidad de Madrid con su disertación sobre Góngora, notoriamente difícil y al mismo tiempo expuso uno de sus grandes poemas, el Polifemo. Ocupó la Cátedra de Literatura de la Universidad de Murcia desde 1925 hasta 1929, donde, junto a Juan Guerrero Ruiz y José Ballester Nicolás, fundó la revista literaria Verso y Prosa para sustituir al Suplemento Literario de La Verdad y elevarlo de nivel.
A pesar de sus ocupaciones académicas continuó visitando la Residencia de Estudiantes, limitándolas en sus vacaciones. Esto le permitió conocer a los jóvenes miembros de la Generación del 27 como Rafael Alberti y Federico García Lorca. Mantuvo contacto con ellos. Una vez se citó con Lorca en un Club de Arte en Valladolid, allí Guillén pronunció una introducción de su poemario, en el que se refleja a un hombre compasivo y a un gran poeta, a pesar de haber editado tan solo una colección de poemas.
Empieza a escribir Cántico (en diciembre de 1928 aparece en la Revista de Occidente la primera edición) , publica crítica literaria en la prensa y sus primeros poemas sueltos en revistas.
Ya licenciado, ocupa el puesto de lector en la Universidad de La Sorbona (París) hasta 1923.
En 1976 recibe el primer Premio Cervantes y en 1977 el Premio Internacional Alfonso Reyes.
Entre sus últimas obras líricas: Guirnalda civil (1970); Al margen (1972); Y otros poemas (1973); Convivencia (1975); Final (1981) y La expresión (1981).
En 1976 recibe el primer Premio Cervantes y en 1977 el Premio Internacional Alfonso Reyes. Entre sus últimas obras líricas: Guirnalda civil (1970); Al margen (1972); Y otros poemas (1973); Convivencia (1975); Final (1981) y La expresión (1981).
Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
Sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
El amor era sol.
Entonces, mediodía,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante
De tanto alrededor,
Quien lo veía todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj! ('Las doce en el reloj' y otros poemas).
*Aunque en distintos años, nótese cómo coinciden las fechas de nacimiento y muerte de Rubén Darío y Jorge Guillén.
Su extensa obra, entre el compromiso cívico y el pensamiento poético, no fue reconocida en España hasta el último cuarto del siglo XX, tras un largo exilio.
Ya anciana, recibió los dos máximos galardones literarios concedidos en España: el Premio Príncipe de Asturias en 1981, y el Premio Cervantes en 1988.
Defiende que "se constituye como problema para el hombre lo que el hombre sea, porque se presenta su ser en principio como anhelo, nostalgia, esperanza, y tragedia. Si la satisfacción fuera su lote, ciertamente no se propondría su propio ser como problema".
Suyas son las palabras:
"La Tierra lo arregla todo, lo distribuye todo. Bueno, quiero decir estas cosas, si la dejan. Pero no la dejan, no. No la dejan nunca ellos, los que mandan. ¿La dejarán alguna vez que haga su trabajo en paz?"
Algunas de sus obras: Unamuno (escrito en 1940 y publicado en el 2003), La confesión, género literario y método (México, 1943; Madrid, 1995, 3ª edic.), Cartas de la Pièce. Correspondencia con Agustín Andreu (escrito en los 70 y publicado en 2002), Los bienaventurados (1979) y Para una historia de la piedad (1989).
El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos. Nada determinado, prefigurado, consabido. Y la analogía del claro con el templo puede desviar la atención.
Un templo, mas hecho por sí mismo, por «Él», por «Ella» o por «Ello», aunque el hombre con su labor y con su simple paso lo haya ido abriendo o ensanchando. La humana acción no cuenta, y cuando cuenta da entonces algo de plaza, no de templo. Un centro en toda su plenitud, por esto mismo, porque el humano esfuerzo queda borrado, tal como desde siempre se ha pretendido que suceda en el templo edificado por los hombres a su divinidad, que parezca hecho por ella misma, y las imágenes de los dioses y seres sobrehumanos que sean la impronta de esos seres, en los elementos que se conjugan, que juegan según ese ser divino. (Fragmento de Claros del bosque).
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