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miércoles, 28 de febrero de 2018

Garabateando.- "Escribir un cuento", de RAYMOND CARVER

En esta sección de la semana pasada trajimos los consejos a los aspirantes a escritores de GARDNER, quien fue profesor de escritura creativa de Raymond Carver en el Chico State College (California) . Vamos a adentrarnos un poco en su biografía y en su calidad indiscutida como cuentista para conocerlo algo más.

Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, Oregón, 25 de mayo de 1938-Port Angeles, Washington, 2 de agosto de 1988) fue un cuentista y poeta estadounidense. Destacado principalmente por sus relatos de corte minimalista,​ en su mayoría ambientados en la región Noroeste de Estados Unidos y protagonizados por personajes de clase trabajadora o media baja,​ Carver es considerado uno de los fundadores y mayores exponentes del movimiento literario conocido como «realismo sucio».
Alcoholico, consiguió dejarlo los últimos 10 años de su vida que, sin embargo, acabó demasiado pronto.
Carver murió en Washington de cáncer de pulmón, a los 50 años de edad. Sin duda era su mejor cuentista, quizá el mejor del siglo junto a Chéjov, en palabras del escritor chileno Roberto Bolaño. (Fuente).

Reconociendo que le era difícil concentrarse en obras de ficción extensas ("no tenía la capacidad de concentración ni la paciencia") , se dedicó a lo que indudablemente era 'lo suyo': el relato corto.
Veamos sus mejores consejos en "Escribir un cuento"

La ambición y la buena suerte son algo magnífico para un escritor que desea hacerse como tal. Porque una ambición desmedida, acompañada del infortunio, puede matarlo. Hay que tener talento. (...) 
 
Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse. (...)

El escritor no necesita de juegos ni de trucos para hacer sentir cosas a sus lectores. Aún a riesgo de parecer trivial, el escritor debe evitar el bostezo, el espanto de sus lectores.(...)

Hacemos palabra y deben ser palabras escogidas, puntuadas en donde corresponda, para que puedan significar lo que en verdad pretenden. Si las palabras están en fuerte maridaje con las emociones del escritor, o si son imprecisas e inútiles para la expresión de cualquier razonamiento —si las palabras resultan oscuras, enrevesadas— los ojos del lector deberán volver sobre ellas y nada habremos ganado.  (...)

      En un ensayo titulado 'Writing Short Stories' (Escribiendo historias cortas), Flannery O’Connor habla de la escritura como de un acto de descubrimiento. Dice O’Connor que ella, muy a menudo, no sabe a dónde va cuando se sienta a escribir una historia, un cuento...
 (...) Me pereció descorazonador, acaso un secreto, y creí que jamás sería capaz de hacer algo semejante.(...)   Al fin tomé asiento y me puse a escribir una historia muy bonita, de la que su primera frase me dio la pauta a seguir. Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: "Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono". (...)
a razón de doce o quince horas de trabajo. Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla.
      Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la única por la que había esperado ponerme a escribir.(...)

 
Primero es la mirada. Luego esa mirada ilumina un instante susceptible de ser narrado. Y de ahí se derivan las consecuencias y significados. (...)

Esos detalles requieren, para concretarse y alcanzar un significado, un lenguaje preciso, el más preciso que pueda hallarse. Las palabras serán todo lo precisas que necesite un tono más llano, pues así podrán contener algo. Lo cual significa que, usadas correctamente, pueden hacer sonar todas las notas, manifestar todos los registros. 

 Pueden hallar este ensayo completo en muchas páginas. Basta dar a buscar en Google. Pero por respeto a la página donde hallamos las sugerencias de lectura, enlazamos aquí.

martes, 27 de febrero de 2018

Palabras al día.- Prevaricación

En estos días en que tantos funcionarios de carrera a quienes paga el Estado, es decir, les pagamos todos (hasta los que no tienen con qué), hacen con su poder de su capa un sayo y se atreven a morder la mano que les da de comer... suena con fuerza una palabra que los une, a pesar de que sus delitos sean de muchas clases y tengan nombres como malversación, desacato, cohecho, evasión, caja B y otros...
Como decía, tienen en común un algo así como "hago-lo-que-me-sale-de-ahí-y-me-seguís-pagando" aunque estén condenados (en la cárcel, o no), procesados o simplemente huídos.

Sí, nos estamos acostumbrando a que ni nos llame la atención la palabra PREVARICACIÓN, como si no fuera con nosotros y sí va, y por eso la traigo aquí, lejos de cualquier intención política y remitiéndonos al poder de la palabra.

Acudiendo a nuestra fuente principal, la RAE, leemos:
 prevaricación
Del lat. praevaricatio, -ōnis.
1. f. Der.* Delito consistente en que una autoridad, un juez o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta.
 ..................
Buscamos injusta 
Del lat. iniustus.
1. adj. No justo o equitativo. Apl. a pers., u. t. c. s.*
.....................
¿Y qué es justo? ¿equitativo?
............................
Justo:
1. adj. Que obra según justicia y razón. U. t. c. s.
2. adj. Arreglado a justicia y razón.
 Equitativo:
1. adj. Que tiene equidad.
 Equidad:
1. f. Igualdad de ánimo.
2. f. Bondadosa templanza habitual, propensión a dejarse guiar, o a fallar (aquí se refiere a decidir), por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley.
5. f. Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece.
 ...........................
Vale, podríamos seguir, pero ha quedado claro que la prevaricación puede ser algo bastante subjetivo  (obrar en conciencia) cuando está en manos de quienes hacen y deshacen, porque al fin y al cabo ¿quiénes dictan las leyes? ¿quiénes las hacen cumplir?

Dice en Wikipedia: La prevaricación, por lo tanto, consiste en el abuso de la posición que el derecho otorga al Juez o funcionario, con evidente quebranto de sus deberes constitucionales. 

Artículo 404 del Código Penal español vigente:
«A la autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público y para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo por tiempo de nueve a quince años»
Punto y seguido.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
*- Der. Usado en Derecho
*- Apl. a pers., u. t. c. s. Aplicado a personas, usado también como sustantivo.
 

viernes, 23 de febrero de 2018

Salón de lectura.- 'Los herederos de la tierra', de Ildefonso Falcones

Leí de cabo a rabo 'La catedral del mar' y me enganchó y cautivó; cosa que, por otra parte, sucedió también con 'La reina descalza' y 'La mano de Fátima'.  Por ello, me convertí en seguidora del autor y esperaba con atención esta secuela.
Debo indicar que el autor sigue fiel a sí mismo y no decepciona en calidad literaria; pero, aunque no se cumple exactamente lo de que nunca segundas partes fueron buenas, sí es verdad que no mantiene la fuerza narrativa de 'La catedral...'.
No obstante, y dejando atrás el lastre que supone tal éxito con una primera parte, podemos decir que Falcones (contemplando el libro como novela independiente, sin precuela) ha logrado una vez más internarnos en una novela histórica bien construída y documentada, bien trabajada en todos sus detalles, por lo que es de agradecer el trabajo del escritor (ya de por sí arduo y difícil sin tener que penetrar en la documentación e investigación necesarias para una novela histórica).
La falta de rigor y seriedad que señalábamos en 'El código DaVinci' aquí no se da. Por tanto, felicitamos una vez más a Ildefonso Falcones y recomendamos esta nueva obra. Sea bienvenida.

Presentación en Quelibroleo con comentarios de sus lectores:

La muy esperada continuación del gran fenómeno editorial 'La catedral del mar' de Ildefonso Falcones. Hace diez años, millones de lectores se rindieron ante Arnau Estanyol, el bastaix que ayudó a construir la iglesia de Santa María del mar. Ahora, la historia continúa con esta impresionante recreación de la Barcelona medieval, una espléndida y emocionante novela de lealtad, venganza, amor y sueños por cumplir.

Barcelona, 1387.
Las campanas de la iglesia de Santa María de la Mar siguen sonando para todos los habitantes del barrio de la Ribera, pero uno de ellos escucha su repique con especial atención... Hugo Llor, hijo de un marinero fallecido, a sus doce años trabaja en las atarazanas gracias a la generosidad de uno de los prohombres más apreciados de la ciudad: Arnau Estanyol. Pero sus sueños juveniles de convertirse en constructor de barcos se darán de bruces contra una realidad dura y despiadada cuando la familia Puig, enemiga acérrima de su mentor, aproveche su posición ante el nuevo rey para ejecutar una venganza que llevaba años acariciando.
A partir de ese momento, la vida de Hugo oscila entre su lealtad a Bernat, amigo y único hijo de Arnau, y la necesidad de sobrevivir en una ciudad injusta con los pobres. Obligado a abandonar el barrio de la Ribera, busca trabajo junto a Mahir, un judío que le enseña los secretos del mundo del vino. Con él, entre viñedos, cubas y alambiques, el muchacho descubre la pasión por la tierra al tiempo que conoce a Dolça, la hermosa sobrina del judío, que se convertirá en su primer amor. Pero este sentimiento, prohibido por las costumbres y por la religión, será el que le proporcionará los momentos más dulces y amargos de su juventud.

 Diez años después de La catedral del mar, Ildefonso Falcones regresa de nuevo a ese mundo que tan bien conoce, la Barcelona medieval. Y lo hace recreando una vez más a la perfección esa efervescente sociedad feudal, prisionera de una nobleza voluble y corrupta, y la lucha de un hombre por salir adelante sin sacrificar su dignidad.


Disponible en Casa del Libro. (14,20 € en papel y 11,99 € en eBook) y Amazon   (11,39 € versión Kindle)

          

jueves, 22 de febrero de 2018

¿Es poesía una canción?.- "Si se calla el cantor" (Eraclio Catalino Rodriguez, 1975)

Como decíamos en esta sección el jueves pasado, tres canciones que fueron interpretadas por Mercedes Sosa marcaron una época y la reivindicación de generaciones que las hicieron y las harán suyas.
Trajimos "Gracias a la vida", de Violeta Parra, y hoy hacemos lo propio con "Si se calla el cantor"(1975), letra de Eraclio Catalino Rodriguez, conocido como Horacio Guarany, cantor, compositor y escritor argentino, ganador del Premio Konex de Platino en 1985 como el más importante cantante masculino de folklore de la historia en Argentina.


Dice: 
Si se calla el cantor calla la vida,
porque la vida, la vida misma es todo un canto.
Si se calla el cantor, muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría.

Si se calla el cantor, se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios.
Los obreros del puerto se persignan,
¿quién habrá de luchar por su salario?

¿Qué ha de ser de la vida si el que canta
no levanta su voz en las tribunas
por el que sufre,  por el que no hay
ninguna razón que lo condene a andar sin manta?

Si se calla el cantor muere la rosa.
¿De qué sirve la rosa sin el canto?
Debe el canto ser luz sobre los campos,
iluminando siempre a los de abajo.

Que no calle el cantor, porque el silencio
cobarde apaña la maldad que oprime.
No saben los cantores de agachadas*.
¡No callarán jamás de frente al crimen!

¡Que se levanten todas las banderas
cuando el cantor se plante con su grito!
¡Que mil guitarras desangren en la noche,
una inmortal canción al infinito!

Si se calla el cantor, calla la vida...
 .-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Agachadas:  en lenguaje vulgar, aceptar cobardemente alguna resolución; también decir con astucia algo distinto de lo que se piensa. Pasar algún contratiempo, persecución o acusación sin defenderse ni excusarse, para sacar después mejor partido.


 

miércoles, 21 de febrero de 2018

Garabateando.- 'Para ser novelista', de John Gardner.

Seguimos leyendo y aprendiendo de 'los buenos' para conseguir que  nuestros garabateos mejoren, siempre que las  musas estén a nuestro favor.
Ya venimos viendo que el común de los que escriben sobre el tema opina que el escritor nace, y luego se hace.
 En ello estamos, y siguiendo los consejos de lectura que vimos en este artículo vamos a entresacar las mejores líneas de 'Para ser novelista', ensayo de 199 páginas.

Una crítica sobre esta obra:
«John Gardner acumuló durante su vida más de veinte años de experiencia docente y se nota, porque sabe responder exactamente a las preguntas que con toda probabilidad hará cualquier escritor en cierne, es decir: ¿Cómo saber si se tienen las cualidades necesarias para el oficio? ¿Qué estudios se necesitan? ¿Cuáles son los entresijos del proceso de creación y publicación de una novela?... Para quienes deseen conocer las respuestas, leer este libro constituirá una auténtica satisfacción.»
(Anne Tyler, Baltimore Sun).

Vamos allá:

- No es del todo cierto que todo escritor tenga un agudo sentido del ritmo de la frase -la música del lenguaje- o de las connotaciones y del registro lingüístico (ámbito de uso) de las palabras. Hay grandes escritores que lo son a pesar de sus ocasionales deslices: frases malsonantes, metáforas inadecuadas e incluso empleo disparatado de palabras. [...] Pero aunque algunos grandes escritores escriban a veces con torpeza, está claro que uno de los rasgos del escritor nato es su aptitud para encontrar o (a veces) inventar maneras interesantes de decir las cosas.[...] El escritor con sensibilidad para el lenguaje sabe encontrar sus propias metáforas no sólo porque se le ha enseñado a evitar los tópicos, sino porque disfruta buscando la metáfora gráfica y precisa, la que, por lo que él sabe, nunca se le ha ocurrido a nadie. 

 - El talento sólo si no existe es imposible de cultivar. Bueno, normalmente. Por otro lado, si al leer comenzamos a sospechar que al escritor sólo le interesan las palabras, ello nos hace temer por su suerte como tal. Las personas normales, quienes no han sido víctimas de una mala enseñanza universitaria, no leen novelas únicamente por leer palabras. Abren una novela esperando encontrar una historia, confiando en que aparezcan personajes interesantes, posiblemente algún paisaje atrayente aquí y allá y, como mínimo, alguna que otra idea -y un abundante y sugestivo cargamento de ideas como máximo-. Aunque hay excepciones, la principal preocupación del buen novelista, por regla general, no es la brillantez lingüística -por lo menos, en su forma más llamativa y evidente-, sino contar su historia de forma que provoque reacciones en el lector, que le haga reír o llorar o sentirse intrigado, lo que sea que dicha historia concreta, explicada de la mejor manera posible, le incite a hacer.

-  Generalmente, el escritor que se preocupa más de las palabras que de la historia (personajes, acción, escenario, ambiente) no consigue crear ese sueño vívido y continuo: se estorba demasiado a sí mismo; embriagado de poesía, no distingue el grano de la paja. [...]
El escritor interesado principal o exclusivamente en el lenguaje está mal equipado para escribir novelas porque no posee el carácter y la personalidad que se requiere para ello. Por «carácter» me refiero a lo que a veces se denomina la naturaleza «inscrita» del individuo, a su yo innato; por «personalidad» aludo a la suma de rasgos típicos que se advierten en su manera de relacionarse con los que le rodean. En otras palabras, mi intención es distinguir entre el yo interno y el externo. 

 - Hay dos cosas que pueden hacer que el lector siga adelante: argumento e historia (y ambas están presentes, poco o mucho, en la buena ficción).
- Nadie que vea la realidad de forma distorsionada puede escribir buenas novelas, porque al leer comparamos los mundos ficticios con el real. La ficción creada por quienes adoptan en la vida actitudes que nos parecen infantiles o tediosas cansa enseguida.
- Lo único que hay que hacer es saber exactamente lo que se pretende decir -por ejemplo diciéndolo y revisando después lo dicho, para saber si realmente dice lo que se pretendía- y seguir trabajándolo, jugando con el lenguaje, hasta corregir todo aquello a lo que creamos que se le pueda poner objeciones.

- Si el escritor prometedor sigue escribiendo -escribe día tras día, mes tras mes- y lee muy atentamente, empezará a «cogerle el truco». Llegar a este punto es tan importante en el arte como pueda serlo en el atletismo. Las ciencias prácticas, entre las que se cuenta la ingeniería verbal que permite escribir novela comercial, se pueden enseñar y aprender. El arte, hasta cierto punto, también; pero, exceptuando ciertas cuestiones de técnica, el arte no se aprende, simplemente se le coge el truco.

-  Otro indicador del talento del joven escritor es su perspicacia. El buen escritor ve las cosas con agudeza, con realismo, con precisión y con criterio selectivo (es decir, sabe escoger lo importante), y no necesariamente porque tenga por naturaleza mayor poder de observación que los demás (aunque con la práctica lo adquiere), sino porque tiene interés en ver las cosas con claridad y escribirlas con rigor. 

- Hay otro tipo de planteamiento que requiere un tipo de perspicacia más elevada, que exige ser preciso de una forma, para mí, infinitamente más difícil. Me refiero al novelista capaz de meterse en la piel de sus personajes.[...] Tiene que ser capaz de dar a conocer de forma precisa y convincente cómo ve el mundo un niño, una joven, un asesino entrado en años o el gobernador de Utah. [...] Una vez admitido que el novelista tiene que ser capaz de abogar por toda clase de personas, de ver por sus ojos, de sentir por sus nervios, de aceptar sus más arraigadas opiniones, por estúpidas que sean, como hechos manifiestos (para ellas), se trata simplemente de comenzar a hacerlo; y a fuerza de insistir en ello -de releer, de volver a reflexionarlo, de revisarlo minuciosamente- se acaba haciéndolo bien.... [...] Hay mil maneras de estar triste, feliz, aburrido o malhumorado, y el adjetivo abstracto no dice casi nada. El ademán preciso, sin embargo, refleja con toda exactitud el único sentimiento que corresponde al momento. A esto es a lo que se refieren los profesores de literatura cuando dicen que hay que «mostrar» en lugar de «decir», A esto y a nada más, habría que añadir.

Realmente se trata de un escrito interesante, que penetra en las entrañas de las inquietudes de cualquier escritor novel y está repleto de buenas apreciaciones que lo hacen difícil de extractar (sería muy largo). Está a vuestra disposición en epub o pdf.