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domingo, 1 de enero de 2023

El Año Nuevo ¿Por qué 2023?

  Según el calendario Gregoriano (por el Papa Gregorio XIII) que rige en la civilización occidental desde el 1582, cumplimos 2021 años. 

Pero ni eso fue siempre así, ni todas las culturas cumplen el mismo día, ni el cálculo es correcto. Veréis:
El responsable de contabilizar este año que estrenamos como el 2021, fue Dionisio el Exiguo, quien quiso calcular la fecha desde el nacimiento de Cristo... pero se equivocó en 4 ó 5 años: Herodes llevaba ya ese tiempo fallecido cuando se supone que ordenó la matanza de los inocentes . Por tanto, estaríamos en el 2027-28.
Otros estudios que precisan la fecha en que se produjo la aparición de la estrella que, supuestamente, guió a los Magos de Oriente (conjunción de Marte, Júpiter y Saturno en el signo de Piscis), basados en la investigación del astrónomo Johann Kepler, en el siglo XVI,  calcularon que Jesús habría nacido a mediados de septiembre del que sería el año 7 gregoriano. Por tanto, estaríamos en el año 2028.
No importa realmente, puesto que no dejó de ser un formalismo para romper con el calendario juliano, que contaba desde la subida al trono del emperador Diocleciano. Se decidió entonces que el año 753 (contado por los romanos desde la  supuesta fecha de la fundación de Roma) fuera el año 1 cristiano. Por tanto, estaríamos en el 2774.
Pero, como decía, existen otros calendarios:
Los judíos cuentan el año 5789 (desde el nacimiento de Adán).
       Los hindúes celebran el 1945 de la era Shaka.  Para la medida del tiempo hindú de los años, se utiliza la llamada Shaka. De acuerdo al calendario gregoriano, la era Shaka se inicia en el año 0, que es el 78 d. c., y el 79 d. c. es el año 1. El 21 de marzo de 2000 comenzó el año 1922 en la era Shaka.
Los chinos celebran el 4020. El calendario tiene una estructura de años, meses y días. Los elementos clave son los días, meses lunares y años solares. El calendario chino es un calendario lunisolar, parecido a los calendarios hindú y hebreo.
Los musulmanes restan 622 años al calendario cristiano (pues en esa fecha huyó Mahoma a Medina), por lo que viven en el 1401; etc., etc.
En cuanto al mes, casi todas las culturas celebran el comienzo del año siguiendo el ciclo de las estaciones, con la llegada de la Primavera, cuando la Tierra -entre el 20 y el 21 de marzo- reinicia su ciclo alrededor del Sol, con el signo de Aries. Pero ni en eso hay acuerdo, ya que culturas como la Mapuche o la Inca lo sitúan en el mes de Julio, mientras los etíopes o los judíos lo celebran en septiembre.
¿En qué año vivimos, pues? Visto lo visto, el único seguro es el que cuenta desde la fecha de nuestro nacimiento: nuestro cumpleaños. Y hasta en eso hay discrepancias por aquello de los años bisiestos y segundos que se convierten en minutos, horas y días... Cuestión de matemática y astronomía que también pueden no ser tan exactas como proponen.
Da igual. ;) Celebremos el año que celebremos: SALUD, AMOR, TRABAJO y PAZ para todos...
¡Feliz Año Nuevo!

sábado, 31 de diciembre de 2022

Feliz Año 2023

 Guerras, carestía de la vida, migración forzosa, inseguridad, crispación, violencia, cambio climático y la ausencia de quienes nos han dejado su silla vacía en la cena familiar...  

Aun así:



martes, 13 de diciembre de 2022

Refrán en mano: En trece y martes...

En trece y martes ni te cases ni te embarques

 

Y continúa: "... ni de tu casa te apartes".

¿Por qué esa fobia en especial a este día de la semana en el que, por otra parte, sabemos que la vida transcurre normalmente, con sus momentos buenos y malos, como en lo demás días?

Buscando documentación, la tesis general es que el "mal fario" viene ya desde su origen , es decir, de la decisión de los romanos de dar a ese día el nombre del dios de la guerra, Marte. Por lo cual, si al dios le da por hacer de las suyas, no es el día más propicio para iniciar actividades que precisen de pericia y suerte para ser mantenidas 'a flote' (como son el matrimonio y el viaje en barco).

Para confirmar ese temor, la historia constata que se produjo en martes la confusión de lenguas en la Torre de Babel y la caída de Constantinopla . Si tenemos en cuenta que hay 52 semanas y pico en el año, tenemos de 52 a 53 martes. Sin remedio tiene que haber constancia de hechos buenos y malos a lo largo de la Historia... y el que en unos países sea el martes y en otros el viernes, convirtiéndolos en fatídicos si además se les une el número 13, entra en el terreno de la superstición, en el que, como en el de la fe, cualquier intento de demostración quedará condenado al fracaso.

Veamos ahora, entonces, el temor al número 13, que fue considerado "benéfico" por los romanos (era el preferido de Julio César, ya que la legión (1) decimotercera fue la que le llevó a grandes victorias por todo su imperio).

Pues bien, encontramos en la tradición hebrea (Biblia, Antiguo Testamento) que los espíritus maléficos son 13, que es este capítulo del Apocalipsis el que habla de la Bestia y el anticristo y, por si no fuera suficiente, en la famosa Santa Cena (inicio de la pasión y muerte) fueron trece.

Así que ¿para qué queremos más? Si se junta el dios de la guerra con el temido 13... ¡Cuidado!

Pero es curioso que en civilizaciones como la anglosajona no sea el martes, sino el viernes 13, el día a temer. Bien, pues también tiene el mismo origen, solo que no estando tan influenciados por la cultura romana, consideraron al viernes (día de la crucifixión) como más apropiado para darle la mala fama.

Y como para darles la razón, fue el viernes 13 de octubre de 1307 cuando comenzó la persecución que acabaría con la Orden del Temple, pero también, y debido a la maldición que desde la hoguera pronunciara el último maestre Jaques de Molay, fueron desapareciendo los instigadores de dicha persecución, así como la dinastía completa de los Capetians (Felipe el hermoso) de la que no quedó heredero alguno.

Como hemos mencionado, han sido muchos los martes y viernes 13 a lo largo de la Historia y los hay buenos y malos... pero como parece que es más fácil recordar esto último, y "por si acaso" más vale no tentar a la suerte en estos días.

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Sirva este refrán (buscando, como siempre, su aplicación al terreno de las asignaturas de Lengua y Literatura españolas), para hablar de la enumeración y de las frases coordinadas distributivas, así como del uso del "ni" como conjunción negativa.

No bebas agua que no veas ni firmes carta que no leas... Lo prestado, ni agradecido, ni pagado; etc.

 

lunes, 14 de noviembre de 2022

Garabateando.- "Los caminos del escritor", Cortázar.

Lo prometido es deuda, así que nos ponemos con el repaso del libro "Clases de Literatura", de Julio
Cortázar.

Dice en el prólogo (de Carles Álvarez Garriga):
¡Menos mal que siempre dijo que no era un escritor profesional de los que cumplen un plan y un horario y que sólo se ponía a la tarea cuando las ideas le caían a la cabeza como cocos! Abundando en esta línea, hacemos ahora una excepción al publicar bajo su firma páginas que no fueron escritas sino habladas, un conjunto que bien podría llevar por título El profesor menos pedante del mundo
 
"Los caminos del escritor" es la primera de las ocho clases que impartiera en Berkeley, 1980, grabadas y recogidas de oído por sus alumnos. Hablan de literatura en general, aunque basando sus experiencias en sus propios libros. 

Destacamos:

(...) ahora me doy perfecta cuenta de que viví mis primeros años de lector y de escritor en una fase que tengo derecho a calificar de “estética”, donde lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada.
(...) Nunca nos dimos cuenta de que la misión de un escritor que además es un hombre tenía que ir mucho más allá que el mero comentario o la mera simpatía por uno de los grupos combatientes.  (se refiere a la guerra civil española y la 2ª Guerra Mundial)
(...) De todas maneras, aun en ese momento en que mi participación y mi sentimiento histórico prácticamente no existían, algo me dijo muy tempranamente que la literatura —incluso la de tipo fantástico más imaginativa— no estaba únicamente en las lecturas, en las bibliotecas y en las charlas de café. 
(...) Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana. 
(...) Cuando terminé ese cuento (se refiere a el perseguidor) y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico.
(...) Cada vez más deseoso de ahondar en ese campo de la psicología de los personajes que estaba imaginando, surgieron en mí una serie de preguntas que se tradujeron en dos novelas, porque los cuentos no son nunca o casi nunca problemáticos: para los problemas están las novelas, que los plantean y muchas veces intentan soluciones.
(...)  Por ese camino entré en eso que con un poco de pedantería he calificado de etapa metafísica, es decir una autoindagación lenta, difícil y muy primaria —porque yo no soy un filósofo ni estoy dotado
para la filosofía— sobre el hombre, no como simple ser viviente y actuante sino como ser humano, como ser en el sentido filosófico, como destino, como camino dentro de un itinerario misterioso
.
(...) Tenía una preocupación técnica, porque un escritor de cuentos —como lectores de cuentos, ustedes lo saben bien— maneja un grupo de personajes lo más reducido posible por razones técnicas: no se puede escribir un cuento de ocho páginas en donde entren siete personas ya que llegamos al final de las ocho páginas sin saber nada de ninguna de las siete, y obligadamente hay una concentración de personajes como hay también una concentración de muchas otras cosas (eso lo veremos después). La novela en cambio es realmente el juego abierto, y en Los premios me pregunté si dentro de un libro de las dimensiones habituales de una novela sería capaz de presentar y tener un poco las riendas mentales y sentimentales de un número de personajes que al final, cuando los conté, resultaron ser dieciocho.
(...) A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela y en esa novela puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene —como ya había tenido Johnny
Carter en “El perseguidor”— una especie de angustia permanente que lo obliga a interrogarse sobre
algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos.
(...) Horacio Oliveira no se conforma con estar metido en un mundo que le ha sido dado prefabricado y condicionado; pone en tela de juicio cualquier cosa, no acepta las respuestas habitualmente dadas, las respuestas de la sociedad x o de la sociedad z, de la ideología a o de la ideología b.
(...) La literatura que constituía una actividad fundamentalmente elitista y que se autoconsideraba privilegiada (todavía lo hacen muchos en muchos casos) fue cediendo terreno a una literatura (llama a ese periodo etapa histórica) que en sus mejores exponentes nunca ha bajado la puntería ni ha tratado de volverse popular o populachera llenándose con todo el contenido que nace de los procesos del pueblo de donde pertenece el autor. Estoy hablando de la literatura más alta de la que podemos hablar en estos momentos, la de Asturias, Vargas Llosa, García Márquez, cuyos libros han salido plenamente de ese criterio de trabajo solitario por el placer mismo del trabajo para intentar una búsqueda en profundidad en el destino, en la realidad, en la suerte de cada uno de sus pueblos.

Bien pues estos son los pasos del (de los) camino(s) del escritor.
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Clases de literatura,  ha sido publicado por la Editorial Alfaguara en su Colección Hispánica, en una edición de Carles Álvarez Garriga. Disponible en Casa del Libro (ver enlace), 18,50 €



sábado, 12 de noviembre de 2022

Garabateando cuentos. Almudena Grandes

 Intentaremos que esta sección sirva para los que, como nosotros, pretendemos la inmersión en el proceloso mundo del aspirante a escritor.
Antes de presentaros las impresiones sobre "Estaciones de paso", vemos la necesidad de precisar ¿Qué es un cuento? Entendemos que al igual que no es poesía deslizar frases divididas asimétricamente en renglones, no es cuento todo lo que aparece como tal.
Investigamos, pues, y hallamos en ciudadseva.com (paraíso de cuentos y relatos cortos) una coherente distinción entre cuento, relato y novela corta, de autor anónimo, titulado Estructura, desarrollo y panorama histórico del cuento.  
Un fragmento:
 (...) Narración breve, oral o escrita, de un suceso imaginario. Aparecen en él un reducido número de personajes que participan en una sola acción con un sólo foco temático. Su finalidad es provocar en el lector una única respuesta emocional. La novela, por el contrario, presenta un mayor número de personajes, más desarrollados a través de distintas historias interrelacionadas, y evoca múltiples reacciones emocionales.

Etimológicamente, cuento deriva de la palabra latina computum, que significa cálculo, cómputo, enumeración, clasificación,. De cálculo y enumeración pasó a significar la enumeración de hechos, y, por extensión, "cuento" significa recuento de acciones o sucesos reales o ficticios.

Es más difícil decir con exactitud cuándo se originó el cuento, y ello se debe en gran parte a los equívocos que conlleva su mismo nombre. Cabría, por lo tanto, distinguir en el concepto cuento, dos aspectos distintos: el relato fantástico y la narración literaria de corta extensión, oponiéndose así a la idea de novela, estos dos aspectos no son excluyentes, a menudo se dan en la misma obra, y tienen como base común el hecho de tratarse de relatos breves, generalmente en prosa; pero suelen representar dos vertientes claramente diferenciadas del mismo genero literario. (Ver más)

Necesitábamos este inciso para aclarar al lector qué podemos esperar cuando nos hallamos ante una colección de cuentos, porque podemos encontrar "de todo": Desde apuntes o bocetos garabateados improvisadamente para ser desarrollados posteriormente en una novela, hasta lo que se entiende verdaderamente por "cuento" en su más estricta significación a partir de nuestras lecturas infantiles (un universo corto de fantasía, de estructura cerrada, repleto de sugerencias y moralejas).

No se le permite lo mismo (que haya "de todo") al osado escritor novel que pretende integrarse en el universo de los escritores a través de su participación en un concurso, porque se enfrenta al gran dilema: ¿qué se le pide en un concurso de cuentos? ¿qué diferencia existe con uno de relatos cortos?

- El mío es precioso, resultado del trabajo de uno o dos meses -piensa-, y, sin embargo... ni mención. Yo diría que es mejor que el que ha ganado, claro que el mío...

Y ahí tenemos al pobre y bisoño autor sumido en un complejo entramado de sutiles extrañezas y elucubraciones acerca de cómo clasificar su escrito y, por tanto, de dónde presentarlo.

Dicho esto, por ser ella quien es y escribir como escribe, se le permite a Almudena Grandes calificar como "cuentos" a algunos que en los concursos a los que nos hemos referido seguramente no pasarían ni la primera selección.

En "Estaciones de paso", 2005, vamos desde el pasotismo verbal barriobajero de "Demostración de la existencia de Dios", a la defensa del arte taurino en "Tabaco y negro" (porque la crueldad existe, y no es sólo con los animales), magnífico relato, que no cuento, por cierto; pasando por "El capitán de la fila india" que no se sabe a ciencia cierta si trata sobre la degradación del concepto de familia en general (matrimonio y parientes) o de una venganza tras unos ideales rotos.
Un "¡chapeau!" a "Receta de verano" (la vida sigue y pide paso a pesar de todo y contra todo- y éste sí es un cuento, o lo que entendemos como tal-), y terminando con un aceptable "Mozart y Brahms y Corelli" que, en nuestra opinión, se queda en el intento, aunque, eso sí, en no se sabe qué intento.

¿Qué tienen en común? Todos sus protagonistas son adolescentes o rememoran hechos de ese periodo vital.

En fin, tendréis que leerlo para saber si vosotros, los que habéis tenido a bien llegar hasta aquí, sois de la misma opinión.
Esperamos impacientes vuestros comentarios :).