Capítulo decimotercero
Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos
Apenas amaneció, fueron los pastores a despertar a Don Quijote por si quería acompañarles, como dijera el día anterior.
Se pusieron en marcha y en el camino se encontraron con seis pastores "de luto" y dos hombres a caballo que también se dirigían al singular entierro y hablaban entre ellos de la singular historia que conocimos en el capítulo anterior. Pero al ver el aspecto y expresiones de Don Quijote, no tardaron mucho en interesarse por él y preguntarle acerca del porqué iba de esa guisa.
No hacía falta animarle mucho para hablar del tema y así respondió Don Quijote: - La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera; el buen paso, el regalo y el reposo allá se inventaron para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.
Siguieron preguntándole sobre qué era un caballero andante, por qué se encomendaban a su dama y no a Dios antes de una batalla, las relaciones entre la Iglesia y los caballeros, sobre las cualidades de Dulcinea... y para todo tenía Don Quijote (seguir leyendo)
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