Soy una lectora empedernida y bastante anárquica. Cuando me decido por un libro -hablo de mis lecturas nocturnas, de entretenimiento, tumbada en la cama antes de dormir- me dejo llevar por autores, pero no los leo compulsivamente, quiero decir que no leo todo lo que caiga en mis manos de un mismo autor... Una vez que lo conozco, lo dosifico y me acerco a su obra por lo que los títulos me dicen (normalmente nunca leo las críticas, sino que prefiero acercarme por intuición, sin saber qué me voy a encontrar, sólo por acercarme de nuevo a ese autor-a); y así ha sido esta vez con Rosa Montero.
Terminé el libro anoche y repito lo que escribí en un microrrelato:
Rosa dejó de hablarme. Deseaba sus palabras, quería más… Inaceptable, injusto abandonarme así. Pero hube de cerrar el libro.
Acabo de escuchar a la propia Rosa en varios vídeos del 2011 (YouTube) hablando de "su" Bruna Husky (siempre dice "mi" Bruna). Antes de escribir esta crónica quería conocer su visión: contrastar qué quiere decir el autor cuando escribe y qué percibe el lector cuando se acerca al escrito. Y, ahora sí, indagar en las críticas. Me entusiasma ver cómo el acto de la lectura hace una obra inmortal, capaz de decir mucho y diferente a cada lector.
Pues bien: aparte de conocer a Rosa por sus artículos, me acerqué a ella como lectora por primera vez hace años con "La loca de la casa" y me encantó esa frescura y espontaneidad que quiero para mí en lo que escribo, aunque no acierte con el "quid" que convierte lo narrado en
oscuro objeto de deseo para el lector general. Supongo que me falta la
garra que ella transmite... En fin, dejo de divagar.
Año 2109, Madrid, Estados Unidos de la Tierra, una replicante (rep), un ser artificial más humano que muchos humanos. Una obsesión: saber que sus días están contados y conocer, además, la terrible muerte que le espera, el TTT. Un destino: ser rep de combate. Una naturaleza: conocer que sus recuerdos, su memoria, son ajenos, implantados para darle una personalidad, una razón de ser, que sabe positivamente falsos, y una realidad: su combate no es contra otros, sino contra ella misma, contra su condición, su destino y sobre todo, con la
levedad del ser que marca su tiempo, su trayectoria vital inevitable, inexorablemente, sin que pueda hacer nada por cambiarlo.
Entre tanto, una sociedad, unos amigos, unas circunstancias y una lucha: la vida. Cómo, a pesar de saber que nuestros días están contados, la despilfarramos agobiándonos, aferrándonos a unos recuerdos falsos, a unas certezas dudosas y a un dolor: la soledad, la ausencia. Y ante todo y sobre todo, la esperanza, que hace que valga la pena vivir, investigar, pelearse para desentrañar injusticias, rencores, prejuicios y fobias.
Eso es todo lo que he recibido de esta obra, ni más ni menos. A lo mejor no aporto mucho, pero no puedo decir más para -metafóricamente- no descubrir al asesino y romper la intriga. Pero eso sí: mi invitación a su lectura, que va más allá de una novela policíaca, que lo es; de una novela de ciencia ficción, que lo es, pero no (ya lo veréis, porque dice verdades como puños acerca de lo que nos espera tan solo 100 años después, a partir de lo que somos hoy); de una novela psicológica que indaga, araña y retuerce, que da en la llaga -aunque duela- sobre la condición humana. Todo eso es "Lágrimas en la lluvia", agua disuelta en el agua, que no se ve, pero que está ahí. Y una frase:
"Todo lo cual era muy doloroso pero también muy bello. Y la belleza era la eternidad."
Gracias, Rosa.