martes, 18 de diciembre de 2012
62.- "Creer a pies juntillas"
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En un principio, llama la atención el que una frase gramaticalmente incorrecta haya salvado el filtro de los años para mantenerse en estos mismos términos. Y digo incorrecta dado que rompe la concordancia entre pies y su adjetivo (que debería corresponder al masculino juntillos), ya sea dicha así, o, también de construcción anómala, "a pie juntillas" .
Pues bien, parece ser que la incorrección no es tal, sino un ejemplo de economía lingüística si se investiga en sus orígenes.
"A pie y juntillas las piernas" es como se saltaba en una versión del juego del tejo, truque o rayuela en la que los participantes jugaban con los ojos vendados y debían conseguir pasar a saltos el recorrido dibujado en el suelo sin pisar las rayas, atendiendo a las indicaciones de algún compañero de equipo, al que debía prestar atención y, naturalmente, creer y confiar en él con la certeza de que su interés era el mismo: ganar al equipo contrario.
Así que una vez más, un juego da lugar a esta expresión que nos indica la plena confianza de alguien en otra persona, su fe ciega.
Y hablando de fe, hallamos una expresión muy parecida: "a pies puntillas" , errónea y producida sin duda como ultracorrección de la que comentamos, a la que se pretende atribuir su origen en un castigo de la Inquisición: nada menos cierto y una muestra más de que hay que "andar con pies de plomo" antes de creer a pies juntillas todo lo que se lee.
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¡Qué bueno! Me encanta ésta expresión, y cualquier idea que pudiera tener sobre su origen iba bastante desencaminada...
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