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martes, 4 de septiembre de 2012

Leyendo el "Quijote".1ª parte. Capítulo 33.

Capítulo trigésimo tercero
Donde se cuenta la novela del curioso impertinente

Habíamos dejado a nuestro caballero durmiendo, y a sus amigos en confortable sobremesa hablando sobre libros...

Todos conocemos (o deberíamos conocer) las maravillosas "novelas ejemplares" de Cervantes, y hemos ido viendo cómo se intercalan en esta obra novelas dentro de la novela principal principalmente narradas por sus propios protagonistas.

Pues bien, en este caso, se habla en tercera persona y se cuenta cómo En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que por excelencia y antonomasia de todos los que los conocían, "los dos amigos" eran llamados.

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Estaba Anselmo enamorado, y pidió ayuda a su buen amigo para seguir los cánones de la época y solicitarla como esposa. Todo fue bien y la boda se celebró. Y considerando Lotario que debía dejar solos al nuevo matrimonio, comenzó a espaciar sus visitas, lo que en modo alguno pareció bien a su gran amigo.
Tantas quejas le dio porque hubiera cambiado las costumbres que tenían de solteros, que Lotario se comprometió a comer con ellos dos días por semana y los días de fiesta, aunque procuraba dilatarlo porque pensaba que no estaría bien visto y podría dar origen a maledicencias el que un hombre joven visitara tan a menudo una casa en la que vivía una mujer tan bella como Camila.

Así pasaba el tiempo hasta que un día Lotario le confiesa que a pesar de lo afortunado que era por posición, fortuna y matrimonio,, no era feliz, pues vivía con una preocupación: que no podía constatar que su mujer era buena y virtuosa mientras no pudiera demostrarlo viendo cómo se comportaba en una situación comprometida... Así que no se le ocurre otro modo de comprobarlo que pidiendo a Lotario el ver que si de ti es vencida Camila, no ha de llegar el vencimiento a todo trance y rigor, sino a sólo tener por hecho lo que se ha de hacer por buen respeto, y así no quedaré yo ofendido más de con el deseo, y mi injuria quedará escondida en la virtud de tu silencio, que bien sé que en lo que me tocare ha de ser eterno como el de la muerte;.

Naturalmente Lotario no podía creerse la locura de su amigo y se sintió indignado porque le pidiese algo tan en contra de su forma de ser como era el faltar al respeto debido a una mujer casada, máxime tratándose de la mujer de su mejor amigo.

Pero la locura y curiosidad de Anselmo llegaba hasta tal punto que a pesar de los buenos razonamientos y ejemplos que Lotario le dio, se vio obligado a decir que sí a sus requerimientos y prometió empezar a cortejar a Camila, su esposa.

Sin embargo, no se veía capaz de hacerlo por su condición de caballero, así que, aunque Anselmo les dejaba solos con cualquier excusa, él se limitaba a pasar el tiempo y contar a su amigo lo que le parecía para hacerle creer que le seguía en su locura y mantener la honra de su esposa.

Hasta le ofreció dinero para que la tentara con joyas... Y Anselmo se hallaba cada vez más apurado para poder mantener la farsa sin romper la promesa que su amigo le había arrancado.

El caso es que a Anselmo no le parecía suficiente con que su amigo le contase, y decidió esconderse para comprobar por sí mismo lo que trataban Lotario y Camila mientras estaban solos, y así pudo comprobar cómo Lotario se mantenía respetuosamente apartado de Camila, sin querer provocar ninguna situación incómoda.

Era tal la locura de Anselmo, que llegó a recriminar a Lotario por faltar a su promesa y a tacharle de mentiroso. Eso sirvió para excitar el amor propio del amigo que hasta entonces tan honesto y fiel había sido, y le llevó a dar a Anselmo su merecido, tentando a la Fortuna. Y así, Anselmo, para favorecer sus planes, se ausentó ocho días, ordenando a Camila que siguiera recibiendo en su casa y atendiera a Lotario como si de él mismo se tratara.

Afligióse Camila, como mujer discreta y honrada, de la orden que su marido le dejaba, y díjole que adviertiese que no estaba bien que nadie, él ausente, ocupase la silla de su mesa; y que si lo hacía por no tener confianza, que ella sabría gobernar su casa, que probase por aquella vez, y vería por experiencia cómo para mayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó que aquel era su gusto, y que no tenía más que hacer que bajar la cabeza y obedecelle. Camila dijo que así lo haría, aunque contra su voluntad.
El caso es que, como bien dice el refrán: "el hombre es fuego y la mujer estopa, viene el diablo y sopla", y Lotario comenzó a interesarse por Camila de verdad y empezó a cortejarla...

Ella, como mujer honesta que era, ....

¡Seguimos!

28.- "Estar a las duras y a las maduras"


"Estar a las duras y a las maduras"

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mariannavarro.net.Refranes
 
El mejor estado de la fruta es cuando está "en sazón", en su punto justo de crecimiento. Muy pocos bocados hay tan agradables como el sabor y la frescura de una buena fruta de temporada, de un buen melón o sandía, por ejemplo, en verano.
 
Pero también sabemos el desagrado que produce comprobar que hemos adquirido un 'pepino' en lugar de un jugoso melón, por no hallarse maduro.
 
Pues bien, esto, trasladado a las relaciones humanas, al compañerismo, es lo que nos viene a decir el refrán de hoy:  la convivencia es fácil cuando las cosas van bien (cuando la fruta está madura, en su punto), pero hay que saber estar también en los malos momentos y no olvidar al amigo o compañero en apuros (aunque la fruta esté dura).
 
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Estos adjetivos sustantivados establecen tal relación con el sustantivo al que acompañaban, que pasan a tener sentido por sí solos convirtiéndose en el núcleo del sintagma nominal. No obstante, pueden crear ambigüedad. ¿Os habéis planteado alguna vez estos temas?

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lunes, 3 de septiembre de 2012

Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 32

Capítulo trigésimo segundo
Que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de Don Quijote
Siguieron nuestros protagonistas y ya amigos el viaje, y llegaron a la venta que tan malos recuerdos traía a Sancho (aún le dolían las costillas de resultas del feroz manteo).

Les recibieron con alegría los huéspedes y la Maritornes, pero ya curada en salud, la ventera se preocupó de que cobrarían antes de ofrecer el mismo aposento a Don Quijote, aunque en mejores condiciones que la vez anterior. Cosa que tampoco echó mucho dever nuestro caballero, pues llegaba tan cansado que en seguida se durmió.

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Quedaron sus compañeros de viaje en cuadrilla tratando del feliz término de la aventura de Don Quijote, que ya veían cerca. Y elucubraron acerca de la conveniencia de seguir disfrazados o no ante él, dado que la ventera reconoció al barbero y reclamaba su cola, que éste usaba como barba. Convinieron en contar a Don Quijote una historia que le convenciera de la vuelta a su ser del barbero y la ventera quedó así tranquila.

Comienzan a hablar sobre la locura de nuestro caballero, al que no quisieron despertar por la necesidad de descanso que tenía, y -¡cómo no!- vuelven a relucir opiniones sobre los libros de caballería. Ocasión que nuestro auyot aprovecha para hacer un nuevo repaso de ellos a través de los libros que el ventero poseía.

El primero que abrió vio que era Don Cirongilio de Tracia, y el otro de Félix Marte de Ircania, y el otro la historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdoba, con la vida de Diego Garcia de Paredes. Así como el cura leyó los dos títulos primeros, volvió el rostro al barbero y dijo: Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina. No hacen, respondió el barbero, que también sé yo llevarlos al corral, o a la chimenea, que en verdad que hay muy buen fuego en ella.

Con tanta vehemencia los defendía el ventero, que Dorotea comenta: "Poco le falta a nuestro huésped para hacer la segunda parte de Don Quijote. Así me parece a mí, respondió Cardenio, porque según da indicio, él tiene por cierto que todo lo que estos libros cuentan pasó ni más ni menos que lo escriben, y no le harán creer otra cosa frailes descalzos".

Y hablando de esos temas, llegan a un manuscrito: "Novela del curioso impertinente", que les intriga, por lo que piden al cura que la lea. Y preparando la lectura les dejamos...

¡Seguimos!

27- Hablemos de"prendas"


Hablemos de "prendas"

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mariannavarro.net.RefranesEstaba disfrutando con mis alumnos del famoso juego coreado con el "Antón Pirulero"(1), mientras repasábamos vocabulario al elegir los oficios y cada vez que alguien debía "pagar prenda".
 
Recordando nuestros dichos populares, observamos que son varias las frases que hablan de prendas y de algunas de ellas hablaremos en esta ocasión.
 
 Comenzamos, como tantas otras veces, buscando la definición de "prenda" que además de vestido y calzado, es cada uno de los componentes del ajuar y mobiliario de una casa y las virtudes que una persona posee. Y entonces entendemos mejor el sentido de expresiones como:
 
"Pagar una prenda ".- Dejar algo en señal, con la obligación de que se ha de rescatar, por lo que es lo mismo que "dejar en prenda ".
 
Tratándose de juegos como el que comentamos, el rescate de la prenda (anillo, chaqueta, zapato, lazo, un libro, etc...) pasa por tareas a cual más ingeniosa, dependiendo de la imaginación de quien 'dirige' el juego (en clase podría ser: recitar poesía, hacer un trabalenguas, cerrar los ojos y describir cómo va vestido alguien, etc...).
 
"No le duelen prendas".- Cuando una persona responde con sus actos ante los demás, como fiel cumplidor de sus obligaciones.
 
Con el mismo sentido positivo tenemos "es persona de muchas prendas" (con muchas virtudes), por lo que es lógico considerar como un piropo el andalucismo "prenda" como adjetivo calificativo: "¡Venga, prenda, dímelo!"
 
"No soltar prenda ".- Cuando alguien se mantiene firme en ocultar lo que sabe  al ser interrogado .
 
Y, cómo no, la referencia obligada a nuestro refranero: "Al buen jugador, no le duelen prendas" o "el buen pagador  no necesita prendas".
 
Lo que sí resulta curioso es que se atribuya el origen del  término "prenda" al latín 'pignora' , en un complicado cuadro evolutivo, cuando se utiliza "pignorar" como "empeñar", pero también como sinónimo de "sisar" o "trampear".
 
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(1).-  Antón, Antón, Antón Pirulero
 cada cual, cada cual atienda su juego,
 y el que no lo aprenda
  pagará una prenda.


viernes, 31 de agosto de 2012

Leyendo el "Quijote".1ª parte. Capítulo 31.

Capítulo trigésimo primero
De los sabrosos razonamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza su escudero, con otros sucesos
Habíamos dejado a Sancho con un interesado Don Quijote. Contaba Sancho su visita a Dulcinea y una vez más nos hallamos ante el contraste entre la sinceridad del escudero y la fantasía de su amo.

¿Y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo prisionero. No la hallé, respondió Sancho, sino aechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa.

Nada echa atrás a nuestro protagonista... El caballero sabe cómo modificar la realidad a su gusto:

Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre, digo un tuho o tufo, como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero? Lo que sé decir, dijo Sancho, es que sentí un olorcillo algo hombruno, y debía de ser que ella, con el mucho ejercicio estaba sudada y algo correosa. No sería eso, respondió Don Quijote, sino que tú debías de estar romadizado, o te debiste de oler a tí mismo, porque yo sé bien lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído.

¿Sabes de qué estoy maravillado Sancho? De que me parece que fuiste y viniste por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir de aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas; por lo cual me doy a entender que aquel sabio nigromante, que tiene cuenta con mis cosas, y es mi amigo, (...) te debió de ayudar a caminar sin que tú lo sintieses;

Como sabemos, Sancho no había llegado a hacer esa visita y todo lo que contaba era fruto de su imaginación que su propio amo le había enseñado a usar, así que, a su modo, se apresuró a darle la razón:

Así sería, dijo Sancho, porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno de gitano con azogue en los oídos.

Imagen En fin, siguen hablando y se preocupa Don Quijote por cómo hará para cumplir el deseo de Dulcinea, que ha mandado que vaya a verla, y la promesa a la princesa Micomicona... Sancho, interesado siempre, le aconseja que cumpla con la princesa y se case con ella. Nuestro caballero sabe qué interés le mueve al aconsejarle eso e intenta tranquilizarle respecto al reino que un día ha de recibir:

hágote saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, porque yo sacaré de adahala, antes de entrar en la batalla, que saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino para que la pueda dar a quien yo quisiere; y en dándomela, ¿a quién quieres tú que la dé sino a ti?

Por fin decide la comitiva hacer un alto: Detúvose Don Quijote con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto, y mientras bebían y comían acertó a pasar por allí Andrés, el niño que liberó de los palos de su amo abrazándole por las piernas, comenzó a llorar muy de propósito, diciendo: ¡Ay, señor mío! ¿No me conoce vuestra merced?

Naturalmente, Don Quijote le reconoce y cuenta a los demás lo que sucedió, concluyendo con el buen fin que tuvo... Pero, como sabemos, no fue así, y Andrés se apresura a narrarle lo que en realidad sucedió: ¿Luego no te pago el villano? No sólo no me pagó, respondió el muchacho; así como vuestra merced traspuso el bosque y quedamos solos, me volvió a atar a la mesma encina, y me dió de nuevo tantos azotes, que quedé hecho un San Bartolomé desollado. Y a cada azote que me daba me decía un donaire y chufleta acerca de hacer burla de vuestra merced,

Quiere nuestro caballero salir inmediatamente a dar su merecido a quien así osaba contradecirle, y así hubiera sido si los demás, que sólo querían hacerle volver a su casa, no le convencieran de que debía cumplir primero con Dorotea.

No necesitaba Andrés más ayuda del caballero que el que le diesen algo para el camino, y Sancho le da de su queso y su pan, con bastante recelo por si pudiera necesitarlo más tarde... Y antes de salir corriendo, resume el 'ingrato' lo que opina de la hazaña de nuestro protagonista: Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo.

Y así dejamos a nuestro grupo, conteniendo la risa para no ofender más al ya abochornado Don Quijote...

¡Seguimos!