Como decíamos, ya con los ánimos apaciguados, el ventero se asoma a la puerta de la posada y anuncia la llegada de gente:
-Cuatro hombres -respondió el ventero- vienen a caballo, a la jineta, con lanzas y adargas, y todos con antifaces negros; y junto con ellos viene una mujer vestida de blanco, en un sillón, ansimesmo cubierto el rostro, y otros dos mozos de a pie.
Quedaron intrigados unos a la espera de conocer nuevas de esas personas que parecían de tan noble linaje, y contento el posadero por la llegada de nuevos huéspedes.
Como siempre, no desaprovecha Cervantes el fin de una historia para pasar a la siguiente, y esta vez no iba a ser menos. Pero la historia que ahora se nos ofrece enlaza con la de dos de los personajes que ya conocemos: Dorotea y Cardenio, puesto que los recién llegados son los causantes de las desgracias que ya nos relataron. A pesar de hallarse todos embozados (tapados) para no ser reconocidos...
(...) había conocido en el suspiro a Cardenio, y él la había conocido a ella. Oyó asimesmo Cardenio el ¡ay! que dio Dorotea cuando se cayó desmayada, y, creyendo que era su Luscinda, salió del aposento despavorido, y lo primero que vio fue a don Fernando, que tenía abrazado a Luscinda. También don Fernando conoció luego a Cardenio; y todos tres, Luscinda, Cardenio y Dorotea, quedaron mudos y suspensos, casi sin saber lo que les había acontecido.
En fin, la cosa se complica, y para aquellos de vosotros que os enganchen estas historias de enredo, sin duda será una agradable lectura que, naturalmente, no pienso "destripar" :)
Hay muchas explicaciones que darse entre ellos, por lo que un capítulo no es suficiente. Con estas palabras, el autor nos promete nuevas e interesantes razones...
Dijo que así como Luscinda se vio en su poder, perdió todos los sentidos; y que después de vuelta en si, no había hecho otra cosa sino llorar y suspirar, sin hablar palabra alguna; y que así, acompañados de silencio y de lágrimas, habían llegado a aquella venta, que para él era haber llegado al cielo, donde se rematan y tienen fin todas las desventuras de la tierra.
¡Seguimos!
jueves, 13 de septiembre de 2012
Leyendo el Quijote. 1ª parte. Capítulo 36.
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31.- "Más vale malo conocido que bueno por conocer"
"Más
vale malo conocido que bueno por conocer"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Relacionado, sin duda, con
el refrán visto en "De abuelos a nietos" "Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava
me libro yo", nos hallamos de nuevo ante un aviso de prudencia: el
camino de la experiencia es duro y mientras avanzamos por él no debe
despreciarse ni dejarse de lado nada de lo que hayamos aprendido.
Os relato como ejemplo una
experiencia personal acaecida con mi familia en un largo viaje en coche de Almería a
Madrid, que duraba entonces de 7 a 8 horas. Por evitar
Despeñaperros (hace unos 20 años era un camino difícil por ser paso de
montaña y encontrarse con muchos camiones a los que había que seguir
largos tramos a una lentísima velocidad ante la imposibilidad de
adelantarles) tomábamos la carretera que pasaba por Murcia.
Pues bien, conducía mi
cuñado y le hablaron de un "atajo" sencillo para evitar el pasar por la
ciudad... No sólo no ahorramos tiempo, sino que ese camino supuso casi
dos horas perdidos de madrugada por la sierra hasta que reencontramos la
Nacional.
Creo que el ejemplo es
contundente y rotundo a favor del contenido del refrán de hoy. ¿No os
parece? Buscábamos ahorrar tiempo, y tardamos dos horas más.
En conclusión, se trata de hacernos reflexionar sobre la tendencia a despreciar lo conocido y el afán de muchos de experimentar cosas nuevas... Aunque no siempre sea malo, sí es cierto que "andar sobre seguro" basándose en lo que ya sabemos, nos ahorrará más de un contratiempo en determinadas facetas de la vida. Si bien es cierto que "quien no se moja, no coge peces". :)
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Leyendo el "Quijote".1ª parte. Capítulo 35
Capítulo trigésimo quinto
Que trata de la brava y descomunal batalla que Don Quijote tuvo con cueros de vino, y se da fin a la novela del curioso impertinente
Seguían los acompañantes de Don Quijote en la planta baja de la Venta, cuando Sancho baja todo alterado, avisándoles de que su amo anda envuelto en la más reñida y trabada batalla que mis ojos han visto. Vive Dios, que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la señora princesa Micomicona, que le ha tajado la cabeza cercén a cercén como si fuera un nabo.
Mientras que unas veces, como sabemos, Sancho se muestra como un hombre zafio, sí, ignorante, también, pero reposado y certero en sus razonamientos y actos, otras parece dejarse llevar por las locuras del caballero al que sirve; y ésta es una de ellas.
Todos se alteran, como es normal, y acuden, animados por las descripciones que Sancho hace del gran derramamiento de sangre y de una cabeza cortada rodando por ahí... lo que hace suponer al ventero, con toda razón, si Don Quijote o don diablo no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre.
Subieron a comprobarlo y se encontraron con nuestro protagonista, que Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias; tenía en la cabeza un bonetillo colorado grasiento, que era del ventero; en el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama con quien tenía ojeriza Sancho, y en él se sabía bien el por qué; y en la derecha desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas ...
Y el caso es que ni él mismo era consciente de lo que hacía, porque estaba dormido. Dicen que no es bueno despertar a los sonámbulos, pero tanta era la rabia que tenía el posadero que se lió a golpearle con toda la saña de que fue capaz. Ni aún así se despertó Don Quijote, que seguía dando espadazos a todas partes, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fría del pozo, y se la echó por todo el cuerpo de golpe;
Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo, empeñado en encontrar la cabeza del gigante, tal le tenían las promesas que su amo le había hecho y temiendo que si no la hallaba, no tendría el premio que esperaba de la Princesa Micomicona.
Mucho les costó a Cardenio, al barbero y al cura calmar a Don Quijote y volver a dejarle dormido, pero no acabó ahí la cosa, pues también tuvieron que emplearse en tranquilizar a Sancho (que se lamentaba de no haber encontrado la dichosa cabeza) y en aliviar el disgusto del ventero por el daño hecho a sus odres.
Volvió por fin la calma y pudieron continuar con la novela que tan interesados les tenía:
Sucedió que Anselmo oyó una noche ruido en la habitación de Leonela y tras vislumbrar la silueta de un hombre que huía por la ventana, consiguió que ella le prometiese contarle la verdad una vez que se hubiese calmado algo el disgusto que sentía por lo que había pasado.
Anselmo la dejó encerrada en su habitación, de la que no saldría hasta que le contase todo lo que fuese, y Camila, temiendo que todo quedaría al descubierto, huyó con lo principal de su ajuar a casa de Lotario a solicitar su ayuda.
Quedó Camila protegida tras las paredes de un monasterio y el mismo Lotario salió de la ciudad sin decir a nadie a dónde iba... por lo que Anselmo, cuando quiso hablar con Leonela, se encontró con que ella había escapado usando unas sábanas anudadas, que Camila (ni sus principales joyas) tampoco estaba y con un Lotario desaparecido.
No fue eso todo, pues al regresar a su casa, hasta los criados la habían abandonado. Así que el curioso viéndose solo y consciente de lo que había pasado, se puso en marcha con la intención de averiguar dónde podrían estar los que, pensaba, así habían abusado de su confianza. Por el camino se encontró con un caballero que le contó que su caso estaba ya en boca de toda la ciudad y, abrumado, pidio refugio en casa de un amigo, al que le solicitó que le dejase material para escribir y le permitiera estar solo. Y escribiendo le sobrevino la muerte, y así le hallaron cuando le fueron a llamar.
Decía en su escrito: "Un necio e impertinente deseo me quitó la vida. Si las nuevas de mi muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono porque no estaba ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los hiciese; y pues yo fui el fabricador de mi deshonra, no hay para qué..."
La conclusión de la historia no le parece mal al cura, aunque no acabase de creer que algo parecido pudiese suceder entre marido y mujer... y sin más conclusiones ni intervención del autor, concluye el capítulo.
¡Seguimos!
30.- "Estar en el quinto pino"
"Estar
en el quinto pino"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Todos conocemos la expresión que indica estar algo muy lejos.
Pero... ¿de dónde viene?
Investigando "por ahí" como suelo hacer para recoger material con el que
poder argumentar la explicación del refrán, dicho o frase hecha que
añado cada día, me he encontrado la explicación de esta expresión y me he
apresurado a ponerla en vuestro conocimiento, pues no siempre es
factible dar a ciencia cierta referencias sobre el origen de tal o cual
expresión.
Pues
bien, en el blog homónimo
www.quintopino.org se cuenta:
Estamos en el siglo XIX, en Madrid. Parece ser que entonces, en el Paseo
del Prado, que era en aquella época la calle más larga de la ciudad,
había plantados cinco pinos, separados a buena distancia unos de otros.
La gente utilizaba aquellos árboles para citarse, y se citaban en
el primer pino, en el segundo, o en el tercero, igual que hoy en día se
queda en el oso y el madroño de Sol, o en la estatua de la Plaza Mayor.
Por
tanto, quedar en el quinto pino era ir muy lejos, ya casi a las afueras
de la ciudad y comienzo del campo. Y de ahí, y del uso que los escritores
madrileños dieron a la expresión en los periódicos nacionales parece ser
que viene la expresión y su difusión por toda España.
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Como libro relacionado,
"El misterio del quinto pino", de Xavier Fàbrega y Ramon Homs. El
enlace nos lleva a una ficha de lectura y comentarios para trabajar en
clase.
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jueves, 6 de septiembre de 2012
29- "De casta le viene al galgo"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Frase que solemos utilizar entre signos de admiración para celebrar y
ensalzar los méritos de alguien que procede de padre/madre
conocido por sus virtudes y su buen hacer.
Y es que así como el galgo hereda de su raza su estilizada figura y su
agilidad para la carrera, así los hijos aprenden de sus padres y pueden
igualarles e incluso sobresalir en sus ocupaciones y oficios.
"Honra merece quien a los suyos se parece", dice otro refrán, y aunque
en "De abuelos a nietos" ya hablamos del que afirma que "el nombre, ni quita ni pone"... es bien
sabido que puede ser mucho más fácil el camino para quienes ya lo
encuentran allanado por la experiencia de su familia.
Por desgracia, la Historia nos enseña que parece suceder al revés: los
hijos de personas ilustres suelen alejarse de ellos para evitar esas
comparaciones tan odiosas que parecen exigirles más por el hecho de
venir de donde vienen.
En conclusión -cómo no- otro refrán: "Toda medalla tiene dos caras".
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Son numerosas las sagas familiares en la Historia con poder y negocios
transmitidos de padres a hijos (los Borgia, los Medici, los Capeto, los
Habsburgo, los Alba, los Nehru-Ghandi...) pero traigo en esta ocasión la
de una familia americana a quien acompaña el éxito y la tragedia a
partes iguales:
"Los Kennedy (Tiempo de Memoria)", de Collier, Peter y Horowitz, David
Cuando, en 1849, Patrick Kennedy llegó a
Estados Unidos huyendo de la Gran Hambruna irlandesa, poco
podía imaginar que, al cabo de pocas generaciones, sus
descendientes encarnarían todas las grandezas y miserias del
«sueño americano». En efecto, en unos años, esta familia de
católicos emigrados se iniciaba en los manejos de la
política local de la mano del abuelo Patrick Joseph. El hijo
de éste, el mítico Joe Kennedy, erigió un imperio financiero
y alcanzó el codiciado puesto de embajador en Londres a
finales de los años treinta.
En 1960, al acceder a la presidencia del país, John
Fitzgerald Kennedy no sólo se convirtió en uno de los
presidentes más carismáticos de todos los tiempos, sino que
encumbró definitivamente a su familia como epítome de la
fama, la riqueza y el poder. Pero también planean abundantes
sombras sobre esta fascinante saga: los asesinatos de John
Kennedy y de su hermano Robert, y la espiral autodestructiva
a la que se entregaron algunos jóvenes del clan en los años
setenta y ochenta, hablan de una tragedia en la que se
refleja una parte destacada de la historia contemporánea.
(sinopsis tomada de Tusquets editores).
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