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martes, 31 de julio de 2012

8.- "De grandes cenas, están las sepulturas llenas"

"De grandes cenas, están las sepulturas llenas"

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La verdad es que no he podido encontrar mucho acerca de las causas fisiológicas que corroboren este aserto. Y entre lo que he encontrado hay opiniones para todos los gustos, así que para su explicación me quedo con los que más creíbles me han parecido:

En primer lugar se habla de los "adipocitos":  funcionan como parte del sistema inmunitario y ayudan a controlar la acumulación de grasas. Pero parece ser que estas células descansan también durante nuestro  sueño, por lo que en una persona ya sobrecargada de materia grasa, y al carecer de esta ayuda en el difícil proceso de la digestión, se multiplican las posibilidades de una congestión que la lleve a la muerte.

Relacionado con los excesos de las "grandes cenas" se halla el abuso del alcohol, causa de cirrosis y coma hepático en metabolismos ya alterados por el hábito de beber a menudo y en demasía.

Por todo ello, el refranero nos indica: "Desayuna como un rey, come como un señor y cena como un pobre".

Claro que de todos es sabido, sobre todo en las suculentas y apetitosas cenas tradicionales de Nochebuena y Fin de Año, que no hay nada mejor que hacer una sobremesa larga y dejar que el cuerpo realice la digestión antes de irnos a dormir ;).

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A cenas y banquetes excesivos se les llama "pantagruélicos". Si os interesa acercaros al porqué, procede de la obra de François Rabelais : Gargantua et Pantagruel (1532).

Autorizada la copia total o parcial citando © www.mariannavarro.net 

lunes, 30 de julio de 2012

Leyendo el "Quijote". Parte 1ª. Capítulo 7

Capítulo séptimo
De la segunda salida de nuestro buen caballero D. Quijote de la Mancha

Las voces de Don Quijote, que en ese momento despertaba, hizo que se interrumpiera la selección de libros, por los que se dan algunos títulos que fueron condenados al fuego siendo "inocentes".

Era más importante atender a nuestro protagonista, que puesto en pie, animaba en un supuesto torneo repartiendo cuchilladas por todas partes. Queriendo calmarle y que volviera al lecho y ante sus desvaríos, el cura, a quien llamó señor Arzobispo Turpin (de las aventuras de Roldán, caballero de Carlomagno) le calma: Calle vuestra merced, señor compadre, dijo el cura, que Dios será servido que la suerte se mude, y que lo que hoy se pierde se gane mañana; y atienda vuestra merced a su salud por ahora, que me parece que debe de estar demasiadamente cansado, si ya no es que está mal ferido. 
Ferido no, dijo Don Quijote; pero molido y quebrantado no hay duda en ello
Y creyéndose esta vez Reinaldos de Montalbán, pidió de comer, comió y se volvió a quedar dormido.
Quemados los libros y tapiado el aposento-biblioteca para que no pudiera Don Quijote acceder a él (por obra de encantamiento, dirían) pasaron dos días hasta que nuestro caballero se levantó buscando, efectivamente, sus libros y quedó muy encolerizado por el supuesto hechizo. Sin embargo, permaneció en su casa muy tranquilo durante quince días entretenido con las visitas de sus amigos, el barbero y el cura.

Pero no cejaba en sus ideas, y así "En este tiempo solicitó Don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que ese título se puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salir con él y servirle de escudero"

"Decíale entre otras cosas Don Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador de ella. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza (que así se llamaba el labrador) dejó su mujer e hijos, y asentó por escudero de su vecino".

No olvidaba los consejos que le diera el castellano que le había armado caballero, por lo que "Dió luego Don Quijote orden en buscar dineros; y vendiendo una cosa, y empeñando otra, y malbaratándolas todas, allegó una razonable cantidad. Acomodóse asimismo de una rodela que pidió prestada a un su amigo, y pertrechando a su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester; sobre todo, le encargó que llevase alforjas."

.. Y así "Todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni Don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese, en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque les buscasen. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido" emprendieron el mismo camino que en su salida anterior tomara Don Quijote por el Campo de Montiel, y empezamos a ver en las conversaciones sobre la supuesta ínsula e incluso algún reino que el caballero prometía, la sabiduría socarrona y muchas veces tan acertada del escudero frente a las ilusiones y aires de grandeza de su nuevo señor.

¡Seguimos!

7- "Tomar el rábano por las hojas"


"Tomar el rábano por las hojas"

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El rábano, tubérculo  bastante utilizado en casa para acompañamiento de la comida, solo o en ensalada (principalmente con las migas), crece bajo tierra como la zanahoria o la patata, y avisan de su presencia con abundantes hojas. Para recogerlos, hay que ablandar la tierra o ayudarse de una azada y removerla con cuidado si queremos  disfrutar de ellos, o nos podemos arriesgar a que nos quedemos con las hojas en las manos y el rábano siga en tierra.
Con esto, entendemos mejor el sentido de la frase: hacer o interpretar mal una cosa por conformarnos con su apariencia y no profundizar. Mientras que es de todos conocido que lo que debe hacerse es "atajar el problema de raíz".

Aunque suene similar, debemos hacer notar que tiene el sentido contrario al de "tomar el toro por los cuernos", ya que éste sí nos indica que nos enfrentamos a un problema o situación de frente, valientemente y sin rodeos.

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De tomar el rábano por las hojas se le puede acusar, en mi opinión, al rey Macbeth, inmortal personaje de William Shakespeare, quien en su insaciable ansia de poder, ataca el problema en su superficie, "quitándose de en medio" a sus rivales, mientras que el peligro latente vaticinado por las brujas sigue ahí: ¿Es él mismo? ¿Es lady Macbeth?


Autorizada la copia total o parcial citando  © www.mariannavarro.net 

sábado, 28 de julio de 2012

6.- "Irse el santo al cielo"


"Se le va el santo al cielo"

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Los profesores estamos más que acostumbrados al caso  de encontrarnos en mitad de una explicación más o menos ardua y, al interrogar a los alumnos sobre cualquier punto para ver si ha quedado claro, hallar que el alumno en cuestión no sólo no sabe de qué se le está hablando, sino que a veces ni contesta por habérsele ido el santo al cielo.

Y es que si tenemos nombre, tenemos santo (por lo menos mientras se mantuvo la costumbre de elegir en la pila bautismal o en el registro civil, entre el amplio listado de nombres venerados por la iglesia) y ese santo, como corresponde, parece querer habitar regiones "etéreas" mejor que atender a la tantas veces cruda y aburrida realidad.

Se usa también en primera persona: "Se me ha ido el santo al cielo y ... no me acordé de la cita", o... "y no sé lo que iba a decir".

En resumen: ese santo con tendencias a lo celestial que suele acompañar a los despistados ;)

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La primera referencia que se me ha venido a la cabeza relacionando experiencias entre profesor y alumnos es la de una serie de TV que veía en mi adolescencia (hace años ya, pues) en la que un joven, alto y espigado profesor de Literatura hacía algo más que enseñar. Lo siento: no he podido localizarla. Más cercana, y con el mismo argumento, la genial película protagonizada por Robin Williams "El Club de los poetas muertos", guión convertido en novela en el 1991( "Dead poets society". N.H.Kleinbaum) y algo más lejana, pero no menos actual, ya que al fin y al cabo consiste en los mismo: ganarse a los alumnos para poder cumplir su misión (y vocación) de enseñar: "Rebelión en las aulas" (1967) de Sidney Poitier.


 Autorizada la copia total o parcial citando © www.mariannavarro.net 
 

viernes, 27 de julio de 2012

Leyendo el "Quijote". Parte 1ª. Capítulo 4.

Capítulo cuarto
De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta

Ya amanecía cuando nuestro flamante caballero, orgulloso de su "gran noche", cabalgaba de nuevo. Pero, ¡cómo no!, dando vueltas en su mente a los consejos del "castellano", decidió que era importante hacer lo que le había recomendado y volver a su casa a por dineros, ropa limpia y, sobre todo, un escudero.

En ésas estaba, cuando al pasar cerca de un bosque oyó quejidos lastimeros y vio la primera ocasión de practicar su oficio. Se dirigió hacia allí y vio "atada una yegua a una encina, y atado en otra un muchacho desnudo de medio cuerpo arriba, de edad de quince años, que era el que las voces daba y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprensión y consejo, porque decía: la lengua queda y los ojos listos. Y el muchacho respondía: no lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato"

Imagen No lo pensó dos veces Don Quijote y se dirigió hacia el hombre que así maltrataba al joven (creyéndole caballero también por tener una lanza apoyada en el árbol junto a la yegua). El motivo del castigo era que el dueño del rebaño acusaba al chico de ser ladrón, ya que cada día le faltaba alguna oveja, mientras que el muchacho replicaba que hacía mucho que el hombre no le pagaba el salario prometido.

Quiso nuestro caballero hacer justicia mandando al chico, Andrés, que acompañase a su patrón, Juan Haldudo, a donde decía tener su dinero, aconsejándole que se fiara de su condición, a pesar de sus dudas, dándole su promesa de volver a castigarle si no cumplía. Y con la confianza que Don Quijote tenía en la palabra dada, siguió su camino muy satisfecho de cómo había solucionado el problema (enderezado el entuerto o deshecho el agravio).

En cuanto desapareció nuestro iluso protagonista, mientras pensaba él en lo bien que había actuado, el hombre volvió a atar al chico y siguió pegándole hasta que le pareció suficiente. Recomendándole cuando le soltó: "Llamad, señor Andrés, ahora, decía el labrador, al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aqueste, aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades."

Juró el muchacho ir a buscar a Don Quijote porque todavía tenía edad de creer en caballeros, pero, entretanto, "él se partió llorando y su amo se quedó riendo.".

No hubo de andar mucho Rocinante, que era quien decidía el camino a seguir, cuando se cruzaron con unos mercaderes toledanos que iban a comprar a Murcia."Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie.".

Como parece natural ya, pues vamos conociendo a nuestro protagonista, de nuevo atribuyó al grupo cualidades que no tenía, y parándose en mitad del camino les increpó: "todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.".

Cervantes, viajero infatigable por su trabajo como recaudador y por su propio carácter, era buen conocedor de las gentes que poblaban los caminos y así, a lo largo de la obra, nos los va retratando como gente sencilla pero socarrona, dispuesta siempre a pasar un buen rato a costa de quienquiera que se atreviera a hacerles frente, si en broma, por broma, si de veras, por orgullo y porque era gente acostumbrada a las peleas. Así que tantearon al caballero diciéndole que les enseñara tan gran hermosura, que no tendrían ningún problema en reconocerla si así era.

Planteó Don Quijote, con su aplastante lógica: "¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia: que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo."

Hay que reconocer que, aparte de fanfarrón, gustaba nuestro caballero de meterse en jaleos, porque a pesar de que quisieron convencerle, "arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo, y queriéndose levantar, jamás pudo: tal embarazo le causaba la lanza, espuelas y celada, con el peso de las antiguas armas" y aun así, tirado en el suelo, exclamaba: "non fuyáis, gente cobarde, gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido." Sin duda era demasiada altanería, así que uno de los mozos de mulas, no sólo le partió la lanza, sino que aprovechó los pedazos, al ver que ni aún así se callaba, para dejarle tan molido "como cibera" (Residuo de los frutos después de exprimidos.).

Imagen Cuando el mozo se cansó y todos se fueron, Don Quijote, que si no había podido levantarse cuando cayó de Rocinante, menos podía ahora después de la paliza, aún supo sacar sus propias conclusiones a lo que había pasado "Y aún se tenía por dichoso, pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuía a la falta de su caballo"

¡Seguimos!