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lunes, 19 de noviembre de 2012

Se nos ha ido "Miliki" :(

¿Qué decir que no se haya dicho ya? Los payasos de la tele han estado presentes en mi vida yo diría que desde siempre... Mis hijos aprendieron sus canciones, he sido de sus niños de 30 y de 40, y me emocioné viéndole ya tan mayor en el final de la preciosa y emotiva película de su hijo "Pájaros de papel".

Hubiera sido imperdonable que no hubiera incluido canciones suyas en el repertorio de los vídeos infantiles que voy haciendo, y afortunadamente puedo estar orgullosa de tener entre ellos el "barquito de cáscara de nuez"
Y el "señor Don gato"
 
Si es verdad que nadie muere mientras perdure su memoria,  Emilio Aragón, Miliki, seguirá vivo siempre. Descansa en paz, buen amigo.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Refrán en mano - "Quien calla, otorga" o "dar la callada por respuesta"

    Cuando alguien es acusado y arrestado, estamos familiarizados a que el agente proceda a la lectura de sus derechos, en la que se menciona: "Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra..."

Y sin embargo, tenemos este refrán tan común como paradoja: quien calla, quien no reacciona ante algo de lo que se le acusa, está admitiendo su culpabilidad o la realidad del hecho.

Suele usarse en la actualidad este dicho cuando  se está pidiendo opinión para decidir por votación entre los miembros de un grupo y alguien se abstiene. Entonces se considera que le da igual el resultado y acatará la decisión general. Pero también está su lado irónico, y puede ser usado para que alguien reaccione acusándole de no tener opinión propia.
 
Normalmente se ha considerado la abstención ( dar la callada por respuesta ) como "castigo" a una propuesta que no acaba de convencer como para dar el SÍ, mas para la que, sin embargo, tampoco hay oposición, o  se votaría NO.

No veo mejor muestra de desdén contra algo o alguien, pues ya sabemos que "no hay  mayor desprecio que no hacer aprecio", pero estemos seguros de que si algo "da donde nos duele", reaccionaremos. Y es lógico, porque nuestro silencio puede ser considerado como asentimiento y normalmente funciona (o es tomado) como voto a favor.

 Aunque muchos personajes públicos usan este sistema para "pasar" del cúmulo de rumores que la prensa vierte sobre ellos, solo si esta actitud fuera mayoritaria, alcanzaría su sentido de rechazo. Porque..

¿Qué pasaría si en la convocatoria de elecciones nadie, aparte de los interesados, fuera a votar?

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  Mal tiempo para votar, se dice el presidente de la mesa electoral número catorce de la capital de un país sin nombre, mientras observa una torrencial lluvia que parece haber borrado a los electores...

 
 ¿Qué pasa cuando el 83% del electorado de la capital de un país se abstiene de votar o vota en blanco?
Ésta es la trama del "Ensayo sobre la lucidez" de Saramago . Con tantos aparentes despropósitos como en el ''Ensayo sobre la ceguera'  del que parece ser una continuación , hay más cera de la que arde en su contenido y una verdad más cercana a la realidad de lo que parece.
 
Recopilado en: "Más vale refrán en mano... (De abuelos a nietos)"  http://educacion-ne.es/refranes.htm
 

viernes, 9 de noviembre de 2012

49.- "Jugársela a cara o cruz" o las dos caras de una situación.

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Como ya se comentó al hablar del dicho: "Cada moneda tiene dos caras" (en "De abuelos a nietos") nos hallamos ante esta sentencia en la que no sólo se refiere al hecho de apostar en un juego de azar, sino que, poniéndolo en relación con el juego de la vida, se suele usar cuando una persona, normalmente desesperada, "pone toda la carne en el asador" y arriesga el todo por el todo.

 Aunque en este juego la ley de probabilidades sea del 50%, sabemos que no es así en la vida, en la que hay mucho que arriesgar para ganar; y aunque refranes que ya hemos visto, aconsejen prudencia ("Quien guarda, halla") también tenemos "quien no se moja, no coge peces".

 Probablemente en muchos casos, habrá que mojarse y dejar a la suerte que sea la que decida.

   El porqué se habla de  "cara " y  "cruz " al referirnos al anverso y el reverso de las mismas, parece provenir de la Alta Edad Media en la que los escudos (monedas de ese nombre) tenían dos líneas perpendiculares en el centro, tomando forma de aspa o cruz.

 En el anverso, como sucede hoy en día siguiendo la tradición numismática (1), se representaba una imagen simbólica del país - como un monumento, planta o animal característico y representativo-, o el retrato de una divinidad o del gobernante en el momento de acuñación (2) de la moneda) , y en el reverso, una leyenda con su valor.
 
Aunque esto no suceda en todos los países, sólo tenemos que mirar las monedas del euro para darnos cuenta de que este sistema persiste.

 En cuanto a las medallas religiosas cristianas, era habitual representar en la  "cara " la imagen objeto de veneración o culto cuya protección se invocase, y en el reverso, la cruz, símbolo del cristianismo.
 
Volviendo a nuestro tema, recuerdo a una profesora de latín a la que quisimos mucho, llamada Visitación Infante, que cuando respondíamos alguna pregunta al azar, decía: "¡Claro! Si tiene barba, San Antón, y si no, la Purísima Concepción...¿no?". Lo afirmaba porque notaba la duda en nuestra respuesta, pero luego, con la experiencia, comprobamos que equivocándose es como más se aprende.
 
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Relacionado con el hecho de jugársela, en ambas interpretaciones (con el juego y con la vida) tenemos en la brillante obra de Fedor Dostoievski "El jugador", un análisis de la ludopatía escrito en el XIX, que nada desmerece a cualquier análisis  psicológico actual del personaje de un ludópata.
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   (1).- Ciencia referente a las monedas.
  (2).- Imprimir y sellar una pieza de metal, por medio de cuño o troquel
 

Leyendo El Quijote. 1ª parte. Capítulo 44.

Capítulo cuadragésimo cuarto:
Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta
 
No era Don Quijote de los que se rinden, así que a grandes voces consiguió llamar la atención de los de la posada, no sin antes dar tiempo a la Maritornes de desatar el estribo para que no quedaran restos de su "trastada". El caso es que cuando acudieron y vieron de tal guisa a nuestro caballero, una vez que le hubieron desatado, comprobaron una vez más los que le conocían el grado de locura de nuestro caballero e informaron de ella a los recién llegados.
 
Estos caballeros venían en busca del enamorado de Doña Clara, del que, disfrazado de caballerizo, ya supimos por ella misma y por la prodigiosa voz que todos pudieron escuchar.
 
En fin, que aunque el ventero no supo dar noticias ciertas, los demás sí indicaron que dicho caballerizo podía ser el que buscaban, y se enzarzaron los cuatro caballeros con don Luis, que este era su nombre, al que encontraron dormido junto a un mozo de mulas, para llevarle, de grado o por fuerza, junto a su padre...
 
Ya a esta sazón habían acudido a la porfía todos los más que en la venta estaban, especialmente Cardenio, don Fernando, sus camaradas, el oidor, el cura, el barbero y don Quijote, que ya le pareció que no había necesidad de guardar más el castillo. Cardenio, como ya sabia la historia del mozo, preguntó a los que llevarle querían que qué les movía a querer llevar contra su voluntad a aquel muchacho.
-Muévenos -respondió uno de los cuatro- dar la vida a su padre, que por la ausencia deste caballero queda a peligro de perderla.
A esto dijo don Luis:
-No hay para qué se dé cuenta aquí de mis cosas; yo soy libre, y volveré si me diere gusto, y si no, ninguno de vosotros me ha de hacer fuerza.
 
Entretanto, quisieron aprovecharse del jaleo dos huéspedes para irse sin pagar, pero no era el ventero de los que descuidan sus intereses, por lo que desembocó la trifulca en una pelea tal que pidieron ayuda a D. Quijote. Contestó éste que, según las leyes de caballería, no podía meterse en nueva empresa si ya estaba comprometido en una (como le pasaba a él con la princesa Micomicona) y que, sin embargo, podría ayudarle si le daban permiso. Consiguió la autorización de Dorotea, como es lógico, pero había otro problema: no podía un caballero inmiscuirse en peleas "escuderiles", así que no había otra: sería Sancho el que debería ocuparse de ello.
 
Deja el autor el asunto de la pelea para volver a ocuparse de don Luis, a quien el padre de doña Clara ya había reconocido como el hijo de su vecino. Y con esta confianza, se relata:
 
-Señor mío, yo no sé deciros otra cosa sino que desde el punto que quiso el cielo y facilitó nuestra vecindad que yo viese a mi señora doña Clara, hija vuestra y señora mía, desde aquel instante la hice dueña de mi voluntad; y si la vuestra, verdadero señor y padre mío, no lo impide, en este mesmo día ha de ser mi esposa. Por ella dejé la casa de mi padre, y por ella me puse en este traje, para seguirla dondequiera que fuese, como la saeta al blanco, o como el marinero al norte. Ella no sabe de mis deseos más de lo que ha podido entender de algunas veces que desde lejos ha visto llorar mis ojos. Ya, señor, sabéis la riqueza y la nobleza de mis padres, y cómo yo soy el único heredero; si os parece que éstas son partes para que os aventuréis a hacerme en todo venturoso, recebidme luego por vuestro hijo;
 
No era fácil tomar una decisión tan comprometida sin pensarlo detenidamente, así que decidieron esperar. Pero el diablo no puede estar ocioso (o la novela sin acontecimientos), así que, cuando el ventero consiguió que se le pagase y estaban los demás huéspedes esperando el final del suceso entre don Luis y su vecino:
 
 el demonio, que no duerme, ordenó que en aquel mesmo punto entró en la venta el barbero a quien don Quijote quitó el yelmo de Mambrino, y Sancho Panza los aparejos del asno que trocó con los del suyo; el cual barbero, llevando su jumento a la caballeriza, vio a Sancho Panza que estaba aderezando no sé qué de la albarda, y así como la vio la conoció, y se atrevió a arremeter a Sancho,
 
 
 
Uno porfiaba en que le devolviesen lo suyo; los otros (don Quijote y Sancho) aclaraban que había sido ganado "en buena lid" y que bacía o yelmo ("baciyelmo" lo llama Sancho, para abreviar) había sido de muy buen provecho para don Quijote, pues le había librado de buenas pedradas.
 
Y así nos deja el autor en espera del nuevo capítulo.
 
¡Seguimos!

jueves, 8 de noviembre de 2012

48.- "Pensar es hacer, y no hay hacer sin pensar"

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Citado en relación con el dicho: "No se ganó Zamora en una hora", traemos a colación esta máxima filosófica de Boulé, sobre la relación entre la teoría y la práctica: el pensamiento influye en la realidad y por eso tantas veces nos lamentamos de hacer algo o haber actuado tantas veces "a tontas y a locas", sin pensar.

 En estos tiempos en que consideramos a la Filosofía como una ciencia arcana, pasada, poco práctica, útil sólo a soñadores, románticos  y especuladores del pensamiento, no nos extrañamos, sin embargo, cuando mencionamos la propia "filosofía de la vida", adquirida a través de nuestra experiencia, por la cual defendemos o desechamos conceptos.

 De modo que sería iluso negar que nuestros propios pensamientos conforman día a día nuestra forma de actuar. Así que, aunque sea tan frecuente escuchar "dejémonos de filosofías" cuando queremos decir "dejémonos de demagogia" (del hablar por hablar, de la degeneración de la democracia mediante la práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular), practiquemos un poco más esta máxima y, ya que somos el   único animal racional, demostrémoslo: razonemos, pensemos.

 Pensemos, por ejemplo, los conductores, antes de salir de una zona de "ceda el paso" haciendo frenar al vehículo que viene por la vía principal y que no siempre puede dejarnos entrar; o a la hora de aparcar, utilizar el espacio que verdaderamente necesitamos, teniendo en cuenta que medio metro entre uno y otro pueden suponer la cabida de uno o hasta dos vehículos más.

 Pensemos también en el respeto a los espacios que son de todos, en su limpieza y conservación.

Pensemos, en fin, en no hacer a los demás lo que no queremos para nosotros. Se trata de solidaridad, de pensar en los demás ¿No os parece que nos beneficiaría a todos?

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    Y, como siempre, el consejo de una lectura sobre el tema: "Ética para Amador" de Fernando Savater.


En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está , a que no nos convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de enemigos posible. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir —todos sin excepción— por la cuenta que nos trae.