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viernes, 21 de diciembre de 2012

Refrán en mano - "Por el humo se sabe dónde está el fuego"

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Siguiendo con la significación de refranes citados en "De abuelos a nietos", apareció éste con relación al dicho "Por el hilo se saca el ovillo", dado que vienen a significar lo mismo: por la parte, por un detalle, se puede llegar al "todo", o al origen de un problema o situación.

Muchas son las variantes de este refrán que, usando causa y efecto, se refiere también al terreno de los sentimientos. Citamos, por ejemplo:

Fuego sin humo puede haber; pero humo sin fuego, no puede ser.

Donde no hay fuego ninguno, no sale humo.

Donde fuego se hace, humo sale.

Donde hubo fuego, cenizas quedan (rescoldos quedan).

Indicando todos ellos, además de la significación ya indicada, que en habiendo pasión (fuego) no sólo no hay manera de disimularlo, sino que siempre quedará algo como consecuencia.
 
Recopilado en: "Más vale refrán en mano... (De abuelos a nietos)"  ¡Pídelo! http://educacion-ne.es/refranes.htm
  
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Una preciosa romanza de nuestra españolísima zarzuela comienza precisamente con esta sentencia: se trata de "Doña Francisquita", de Amadeo Vives, que dice:

Por el humo se sabe
donde está el fuego;
del humo del cariño
nacen los celos:
Son mosquitos que vuelan
junto al que duerme
y zumbando le obligan
a que despierte.
 
¡Si yo lograra,
de verdad para siempre,
dormir el alma!
Y, en la celdilla del amor aquél,
borrar el vértigo
de aquella mujer.
Por una puerta
del alma va saliendo
la imagen muerta.
Por otra puerta llama
la imagen que podría
curarme el alma.
Se me entra por los ojos
y a veces sueño
 que ya la adoro.  
 
Cariño de mi alma
recién nacido,
la llama extingue,
¡ay! de aquel cariño.

¡Vana ilusión!
 
En amores no vale
matar la llama,
si en las cenizas muertas,
queda la brasa.
El amor se aletarga
con los desdenes
y parece dormido,
pero no duerme.
 
¡Ay, quién lograra
de verdad para siempre
dormir el alma!
Y, en la celdilla del amor aquel,
borrar el vértigo
de aquella mujer
fatal. ¡Ah! fatal. 

miércoles, 19 de diciembre de 2012

63.- "Sabe más el diablo por viejo, que por diablo"


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  Citado en mi libro "De abuelos a nietos"  como sinónimo del dicho: "La experiencia es la madre de la ciencia", cabría explicar aquí en primer lugar qué se entiende por diablo.

Y lo hago porque la incultura de algunos llega hasta el punto de que una (supuesta) madre, horrorizada,  me comentó cómo podría dejar en mis manos la educación de sus hijos por nombrar  "el demonio va a pasar" en la canción "El patio de mi casa" de mi canal de YouTube ).

Pues bien, ciñéndonos, como siempre, a la acepción que de la palabra hace la Real Academia de la Lengua (RAE) encontramos:

diablo. (Del lat. diabŏlus, y este del gr. διάβολος).

1. m. En la tradición judeocristiana, cada uno de los ángeles rebelados contra Dios y arrojados por Él al abismo.

2. m. Príncipe de esos ángeles, que representa el espíritu del mal. El diablo.

3. m. Persona que tiene mal genio, o es muy traviesa, temeraria y atrevida.

4. m. Persona muy fea.

5. m. Persona astuta, sagaz, que tiene sutileza y maña aun en las cosas buenas.

Y nos quedamos, pues, con la quinta: La persona adquiere con el tiempo la astucia, sagacidad, sutileza y las mañas para enfrentarse a las distintas situaciones de la vida.
 
Si se me permite, concluiría con una sentencia oída a un participante en el concurso  "Cifras y Letras":
 
"La experiencia es unas gafas que se le dan a quien ya no puede ver"
 
Efectivamente, parece llegar cuando ya el mundo te aparta de la actividad cotidiana y dejas de ser "rentable" para convertirte poco menos que en una carga. Olvidan que el bagaje de toda una vida, los conocimientos adquiridos (teóricos y prácticos) fueron la base de muchas civilizaciones en las que el consejo de ancianos era imprescindible antes de tomar cualquier decisión que afectase a la comunidad.
 
Por tanto, debe ser tenido en cuenta: Tal vez ya no tenga la capacidad física para hacerlo por sí mismo, pero sí puede transmitirlo a los demás para su provecho... ¡Si es que quieren escucharlo, claro!. Si no... ¡peor para ellos! ¿No les parece?
 
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martes, 18 de diciembre de 2012

62.- "Creer a pies juntillas"

  
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   En un principio, llama la atención el que una frase gramaticalmente incorrecta haya salvado el filtro de los años  para mantenerse en estos mismos términos. Y digo incorrecta dado que rompe la concordancia entre pies y su adjetivo (que debería corresponder al masculino juntillos), ya sea dicha así, o, también de construcción anómala, "a pie juntillas"  .

   Pues bien, parece ser que la incorrección no es tal, sino un ejemplo de economía lingüística si se investiga en sus orígenes.

"A pie y juntillas las piernas" es como se saltaba en una versión del juego del tejo,  truque o rayuela en la que los participantes jugaban con los ojos vendados y debían conseguir pasar a saltos el recorrido dibujado en el suelo sin pisar las rayas, atendiendo a las indicaciones de algún compañero de equipo, al que debía prestar atención y, naturalmente, creer y confiar en él con la certeza de que su interés era el mismo:  ganar al equipo contrario. 

Así que una vez más, un juego da lugar a esta expresión que nos indica la plena confianza de alguien en otra persona, su fe ciega. 

    Y hablando de fe, hallamos una expresión muy parecida: "a pies puntillas" , errónea y producida sin duda como ultracorrección de la que comentamos, a la que se pretende atribuir su origen en un castigo de la Inquisición: nada menos cierto y una muestra más de que hay que "andar con pies de plomo" antes de creer a pies juntillas todo lo que se lee.
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Videos fuera de YouTube

He abierto un album de vídeos en Google+ . Como ellos compraron YouTube, quiero comprobar si efectivamente encuentran qué derechos de autor vulneran. El sitio es https://plus.google.com/u/0/100241298794689729448/videos

Leyendo el Quijote. 1ª Parte. Capítulo 46


Capítulo 46: De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen caballero don Quijote
 
Como recordaréis, dejamos a nuestro caballero envuelto en una nueva discusión (cómo no!) y a los cuadrilleros de la Santa Hermandad  dispuestos a llevárselo preso si no fuera por la intercesión del cura, que les demostró fehacientemente (aunque le costó bastante) que era inútil llevarse a un loco como él, pues no había justicia alguna que pudiera aplicarse a alguien en tal situación.
 
El caso es que
Finalmente, ellos, como miembros de justicia, mediaron la causa y fueron árbitros della, de tal modo, que ambas partes quedaron, si no del todo contentas, a lo menos, en algo satisfechas, porque se trocaron las albardas, y no las cinchas y jáquimas; y en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino, el cura, a socapa y sin que don Quijote lo entendiese, le dio por la bacía ocho reales; y el barbero le hizo una cédula del recibo y de no llamarse a engaño por entonces, ni por siempre jamás, amén.
 
Aún quedaban otras cuestiones que solucionar, como era el que don Luís de ningún modo estaba dispuesto a regresar a su casa. Todo se fue apaciguando y aclarando, de modo que pareción volver la paz a la venta, si no fuera porque el ventero había visto cómo el cura pagaba al barbero y quería (y en realidad era justo) que se le recompensara por los odres de vino y otros daños que don Quijote le había ocasionado
 
Todo lo apaciguó el cura y lo pagó don Fernando, puesto que el oidor, de muy buena voluntad, había también ofrecido la paga; y de tal manera quedaron todos en paz y sosiego,
 
Pero conociendo a don Quijote ya sabemos que esto no podía durar, y así, viendo que las cosas se tranquilizaban, decidió que era el momento adecuado para proseguir con su aventura y restaurar a la princesa Micomicona en su reino:
 
La partida sea luego, porque me va poniendo espuelas al deseo y al camino lo que suele decirse que en la tardanza está el peligro. Y pues no ha criado el cielo, ni visto el infierno, ninguno que me espante ni acobarde, ensilla, Sancho, a Rocinante, y apareja tu jumento y el palafrén de la reina, y despidámonos del castellano y destos señores, y vamos de aquí luego al punto.
 
Responde Sancho dudando que la historia de la tal princesa sea cierta, ya que la había visto  
hocicando (besándose) con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta. Y el caso es que tenía razón, pues no podían evitar los enamorados esas muestras de cariño entre ellos, aunque intentaban hacerlas a escondidas. No obstante, le pareció mal a nuestro caballero semejante grosería y no se privó de decirlo:
 
¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas! ¡Vete, no parezcas delante de mi, so pena de mi ira!
Y diciendo esto, enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró a todas partes, y dio con el pie derecho una gran patada en el suelo, señales todas de la ira que encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras y furibundos ademanes quedó Sancho tan encogido y medroso, que se holgará que en aquel instante se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara, y no supo qué hacerse, sino volver las espaldas y quitarse de la enojada presencia de su señor.
 
Quiso poner paz entre ellos la misma Dorotea, atribuyendo a "cosas de encantamiento" el que Sancho hubiera creído ver esos hechos, y ante semejante afirmación, don Quijote, creyéndolo "a pies juntillas" (luego os explico esta expresión) no sólo se mostró dispuesto a perdonarle sino que le mandó llamar. Estuvo conforme Sancho con que podían ser cosas de magos malvados, aunque recordase todavía el dolor de su manteamiento en aquella misma venta, que fue totalmente real.

 El caso es que volvieron las aguas a su cauce y elaborando una nueva estratagema para evitar nuevos lances,
 

 
 hicieron una como jaula, de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote, y luego don Fernando y sus camaradas, con los criados de don Luis y los cuadrilleros, juntamente con el ventero, todos, por orden y parecer del cura, se cubrieron los rostros y se disfrazaron, quién de una manera y quién de otra, de modo que a don Quijote le pareciese ser otra gente de la que en aquel castillo había visto.
 
Y convenciéndole como si de apariciones se tratase, consintió nuestro caballero en entrar en semejante jaula y dejarse llevar...
¡Seguimos!