Capítulo vigésimosegundo
De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir
De nuevo Cervantes, como para "curarse en salud", nos recuerda que estamos leyendo una gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia producto de la creatividad de Cide Hamete Ben-Engeli.
Cuenta esta vez que nuestros dos protagonistas, después de haber departido ampliamente sobre lo que pensaban conseguir en el futuro, van al encuentro de (o sería mejor decir "les viene") una nueva aventura al observar la comitiva formada por hasta doce hombres a pie ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos. Venían asimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie;.
Se le ocurre a Sancho comentar que serían sin duda galeotes, "gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza", como él mismo explica.
Es oír la expresión "de por fuerza" y despertarse en Don Quijote el ardor caballeresco por el que debía ayudarles a pesar de que su escudero le recuerda que es la misma justicia del rey la que les condena por sus malas acciones.
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