Esta frase, que decimos
tantas veces, bien para darnos ánimos y seguir intentando algo, bien
para todo lo contrario: dejarlo ya por imposible, tiene varias
teorías acerca de su origen:
- Una ley del s. XVI o
XVII.
Según la legislación de
entonces, si un delincuente reincidía hasta tres veces -"ter furtum"-,
era condenado a muerte. Naturalmente, no habría más.
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