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Habíamos dejado a Sancho con un interesado Don Quijote. Contaba Sancho su visita a Dulcinea y una vez más nos hallamos ante el contraste entre la sinceridad del escudero y la fantasía de su amo.
¿Y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo prisionero. No la hallé, respondió Sancho, sino aechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa.
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