viernes, 17 de agosto de 2012
21- "Quien siembra vientos, recoge tempestades"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Relacionado
con el ya visto en "De abuelos a nietos" :
"De
aquellos polvos vienen estos lodos" , este refrán nos invita, como muchos otros, a reflexionar sobre la consecuencia de nuestros actos.
"El tiempo da y quita razones y pone a cada uno en su lugar" y "al que
al cielo escupe, en la cara le cae". Son todas estas máximas acerca del comportamiento del ser humano y valiosos consejos a la hora de pensar antes de actuar, pues todo lo que hacemos tiene consecuencias en nuestra propia vida y nuestro entorno.
Vaya esta sentencia dirigida a nuestros políticos y en particular al
derroche del que hacen y han hecho gala en sus sueldos, pensiones y gastos generales... Cuando escribí este comentario, fue
ante la desfachatez de la inclusión de traductores de lenguas autónomas
en nuestro Senado, conociendo todos que el castellano es la lengua oficial.
Decía entonces: Congratulándome por los nuevos puestos de trabajo, no puedo por menos
que lamentarme de semejante insulto a todos los que estamos sufriendo
las consecuencias de la crisis económica. Y concluía:
"Nos toman por
el pito del sereno"
Ya puestos, explicaremos también más adelante el sentido de este dicho que sirve de conclusión; pero el hecho destacable es que tema ha cobrado, por desgracia, una tremenda actualidad.
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Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 21.
Capítulo vigésimoprimero
Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
Estaba "mosqueado" nuestro caballero con el susto de los batanes, y ni siquiera los quiso usar para protegerse de la lluvia, así que siguieron su camino.
De repente ven a lo lejos a un jinete que portaba algo que relucía como el oro y poco necesitó nuestro caballero para comentar:
Sancho ya no sabía qué hacer o decir... intentó convencer a su amo de que no se metiera en más líos y que bien pudiera ser que no fuera lo que creía.
¿Creéis que iba a conseguir esta vez que le hiciese caso? ¡Pues claro que no!
El pobre barbero -que eso era el caminante- se había puesto en la cabeza su bacía (vasija plana para remojar las barbas), que debía ser nueva, para protegerse de la lluvia. En cuanto vio llegar a Don Quijote lanza en ristre se apresuró a obedecerle, dejar el recipiente en el suelo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento.
Sancho no pudo por menos que reírse cuando vio los esfuerzos de nuestro caballero para colocarse el supuesto yelmo... sin duda la cabeza de su dueño debía ser muy grande y además le faltaba casi la mitad (el hueco de la bacía para el cuello). Inventó Don Quijote el motivo con la imaginación que le suele caracterizar, y creyó que habían fundido esa parte porque, al ser de oro, habría buscado con ella buenas ganancias.
A pesar de todo, y raro para lo que llevamos visto, quedó contento el caballero y quedó contento su escudero, pues pudo cambiar por los suyos los accesorios de la montura que el barbero dejara abandonada..., y siguieron su camino.
Sancho andaba queriendo conversar, pues no lo hacia desde que le impusiera su amo la ley del silencio... Se lo permitió Don Quijote y poco hizo falta para que volviera a su tema favorito: las ganancias que podrían sacar de todo aquello. Entonces reflexionó en voz alta, aconsejando que nos fuésemos a servir a algún emperador, o a otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre el valor de su persona, sus grandes fuerzas y mayor entendimiento; que visto esto del señor a quien serviremos, por fuerza nos ha de remunerar a cada cual según sus méritos; y allí no faltara quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced para perpetua memoria
No era algo tan fácil, explicó Don Quijote, pues primero era necesario hacer las hazañas y llegar a alguna tan grande que alguien le diera la fama y fueran los propios nobles y grandes caballeros los que le abriesen las puertas de sus castillos. Y empezó a contar detalladamente, tal y como lo veía en sus sueños, lo que pasaría, cómo les recibirían y serían atendidos...
Le costaba poco a Sancho soñar cuando de su tema favorito se trataba, por lo que también se explayó al respecto de lo que su amo le contaba que habría de pasar... En fin, una divertida lectura en la que Don Quijote se ve ya rey y Sancho noble, repartiéndose los honores:
Terminando el capítulo con una certera reflexión:
¡Seguimos!
Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
Estaba "mosqueado" nuestro caballero con el susto de los batanes, y ni siquiera los quiso usar para protegerse de la lluvia, así que siguieron su camino.
De repente ven a lo lejos a un jinete que portaba algo que relucía como el oro y poco necesitó nuestro caballero para comentar:
Paréceme,
Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son
sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas,
especialmente aquel que dice: donde una puerta se cierra otra se abre:
dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que
buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par
otra para otra mejor y más cierta aventura, (...) digo esto,
porque si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza
puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
Sancho ya no sabía qué hacer o decir... intentó convencer a su amo de que no se metiera en más líos y que bien pudiera ser que no fuera lo que creía.
¿Creéis que iba a conseguir esta vez que le hiciese caso? ¡Pues claro que no!
El pobre barbero -que eso era el caminante- se había puesto en la cabeza su bacía (vasija plana para remojar las barbas), que debía ser nueva, para protegerse de la lluvia. En cuanto vio llegar a Don Quijote lanza en ristre se apresuró a obedecerle, dejar el recipiente en el suelo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento.
Sancho no pudo por menos que reírse cuando vio los esfuerzos de nuestro caballero para colocarse el supuesto yelmo... sin duda la cabeza de su dueño debía ser muy grande y además le faltaba casi la mitad (el hueco de la bacía para el cuello). Inventó Don Quijote el motivo con la imaginación que le suele caracterizar, y creyó que habían fundido esa parte porque, al ser de oro, habría buscado con ella buenas ganancias.
A pesar de todo, y raro para lo que llevamos visto, quedó contento el caballero y quedó contento su escudero, pues pudo cambiar por los suyos los accesorios de la montura que el barbero dejara abandonada..., y siguieron su camino.
Sancho andaba queriendo conversar, pues no lo hacia desde que le impusiera su amo la ley del silencio... Se lo permitió Don Quijote y poco hizo falta para que volviera a su tema favorito: las ganancias que podrían sacar de todo aquello. Entonces reflexionó en voz alta, aconsejando que nos fuésemos a servir a algún emperador, o a otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre el valor de su persona, sus grandes fuerzas y mayor entendimiento; que visto esto del señor a quien serviremos, por fuerza nos ha de remunerar a cada cual según sus méritos; y allí no faltara quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced para perpetua memoria
No era algo tan fácil, explicó Don Quijote, pues primero era necesario hacer las hazañas y llegar a alguna tan grande que alguien le diera la fama y fueran los propios nobles y grandes caballeros los que le abriesen las puertas de sus castillos. Y empezó a contar detalladamente, tal y como lo veía en sus sueños, lo que pasaría, cómo les recibirían y serían atendidos...
Le costaba poco a Sancho soñar cuando de su tema favorito se trataba, por lo que también se explayó al respecto de lo que su amo le contaba que habría de pasar... En fin, una divertida lectura en la que Don Quijote se ve ya rey y Sancho noble, repartiéndose los honores:
Y aún
te sobra, dijo Don Quijote, y cuando no lo fueras, no hacía nada al
caso, porque siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza sin que la
compres ni me sirvas con nada, poruqe en haciéndote conde, cátate ahí
caballero, y digan lo que dijeren, que a buena fe que te han de llamar
señoría, mal que les pese.
Terminando el capítulo con una certera reflexión:
Quédese
eso del barbero a mi cargo, dijo Sancho, y al de vuestra merced se
quede el procurar venir a ser rey y el hacerme conde. Así será,
respondió Don Quijote.
¡Seguimos!
miércoles, 1 de agosto de 2012
9.- "Quien no tiene padrino, no se bautiza"
"Quien
no tiene padrino, no se bautiza"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
En los
primeros tiempos del cristianismo, el que quería recibir el bautismo
debía ser presentado - imitando ritos judíos - por sus propios padres.
Fue a partir del 813 (Concilio de Munich) cuando esta figura debía ser
ajena al círculo familiar directo y no eran tan sólo testigos.
En el
momento de bautizar al neófito, la misión del padrino o padrinos
(padrino y madrina) va algo más allá que la de acompañarle durante la
ceremonia: se convierten en unos segundos padres para esa criatura y se
comprometen a ayudar a educarla en la fe y cuidar de sus necesidades en
el caso de que los padres faltasen.
Por lo
demás, sabemos que hay distintas ceremonias que necesitan de testigos, a
los que se llama también "padrinos" (de boda, por ejemplo).
En
resumen, esa figura era tan imprescindible que no habría ceremonia sin
ellos. De ahí parte este refrán ( citado en "De abuelos a nietos" con relación a "El nombre ni
quita ni pone" ) que muestra la importancia de las buenas
referencias y de lo que llamamos un buen enchufe como carta de
presentación que abra las puertas al solicitante, sobre todo cuando se
busca un trabajo.
Y es
que "en todas partes cuecen habas" y por muy democráticos que hayamos
llegado a ser, la cultura de la elección a dedo, de las oposiciones y
concursos amañados para dar el puesto o el premio a alguien ya
preestablecido están en el orden del día
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Seguro que la primera referencia que se nos ha ocurrido es la genial saga de "El Padrino" de Francis Ford Coppola, 1972 (basada en la novela del estadounidense Mario Puzo, 1969) , pero vamos a destacar la figura de otro padrino: el de Miguel en "El oro de los sueños" de José Mª Merino (primeras páginas). que le embarca en un viaje al mítico mundo de las supuestas riquezas de los indios de Sudamérica.
Y para los profesores, es más que aconsejable esta guía de actividades tras su lectura.
Leyendo el "Quijote".1ª parte. Cap. 9 (continuación)
De este modo, entregada la traducción, se llega a la continuación de la lucha donde la habíamos dejado : "el
primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual
fue dado con tanta fuerza y tanta furia, que a no volvérsele la espada
en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa
contienda, y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena
suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su
contrario, de modo que aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le
hizo otro daño qeu desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran
parte de la celada con la mitad de la oreja, que todo ello con
espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho."
Don Quijote, furioso, contraatacó y "Estaba el vizcaíno tan turbado que no podía responder palabra, y él lo pasara mal, según estaba ciego Don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran adonde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciera tan grande merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero; a lo cual Don Quijote respondió con mucho entono y gravedad: por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís; mas ha de ser con una condición y concerto, y es que este caballero ma ha de prometer de ir al lugar del Toboso, y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga de él lo que más fuere de su voluntad. Las temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que Don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado: pues en fe de esa palabra, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido"
¡Seguimos!
Don Quijote, furioso, contraatacó y "Estaba el vizcaíno tan turbado que no podía responder palabra, y él lo pasara mal, según estaba ciego Don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran adonde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciera tan grande merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero; a lo cual Don Quijote respondió con mucho entono y gravedad: por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís; mas ha de ser con una condición y concerto, y es que este caballero ma ha de prometer de ir al lugar del Toboso, y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga de él lo que más fuere de su voluntad. Las temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que Don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado: pues en fe de esa palabra, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido"
¡Seguimos!
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