Capítulo trigésimo primero
De los sabrosos razonamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza su escudero, con otros sucesos
Habíamos
dejado a Sancho con un interesado Don Quijote. Contaba Sancho su visita
a Dulcinea y una vez más nos hallamos ante el contraste entre la
sinceridad del escudero y la fantasía de su amo.
¿Y
qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste
ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para
este su cautivo prisionero. No la hallé, respondió Sancho, sino aechando
dos hanegas de trigo en un corral de su casa.
Nada echa atrás a nuestro protagonista... El caballero sabe cómo modificar la realidad a su gusto:
Pero
no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no
sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de
bueno, que yo no acierto a dalle nombre, digo un tuho o tufo, como si
estuvieras en la tienda de algún curioso guantero? Lo que sé decir, dijo
Sancho, es que sentí un olorcillo algo hombruno, y debía de ser que
ella, con el mucho ejercicio estaba sudada y algo correosa. No sería
eso, respondió Don Quijote, sino que tú debías de estar romadizado, o te
debiste de oler a tí mismo, porque yo sé bien lo que huele aquella rosa
entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído.
¿Sabes
de qué estoy maravillado Sancho? De que me parece que fuiste y viniste
por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir de aquí al
Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas; por lo cual me doy a
entender que aquel sabio nigromante, que tiene cuenta con mis cosas, y
es mi amigo, (...) te debió de ayudar a caminar sin que tú lo sintieses;
Como sabemos, Sancho no había llegado a hacer esa
visita y todo lo que contaba era fruto de su imaginación que su propio
amo le había enseñado a usar, así que, a su modo, se apresuró a darle la
razón:
Así sería, dijo Sancho, porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno de gitano con azogue en los oídos.
En fin, siguen hablando y se preocupa Don Quijote por cómo hará para
cumplir el deseo de Dulcinea, que ha mandado que vaya a verla, y la
promesa a la princesa Micomicona... Sancho, interesado siempre, le
aconseja que cumpla con la princesa y se case con ella. Nuestro
caballero sabe qué interés le mueve al aconsejarle eso e intenta
tranquilizarle respecto al reino que un día ha de recibir:
hágote
saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, porque yo
sacaré de adahala, antes de entrar en la batalla, que saliendo vencedor
della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino para que la
pueda dar a quien yo quisiere; y en dándomela, ¿a quién quieres tú que
la dé sino a ti?
Por fin decide la comitiva hacer un alto: Detúvose Don Quijote con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto, y mientras bebían y comían acertó a pasar por allí Andrés, el niño que liberó de los palos de su amo abrazándole por las piernas, comenzó a llorar muy de propósito, diciendo: ¡Ay, señor mío! ¿No me conoce vuestra merced?
Naturalmente,
Don Quijote le reconoce y cuenta a los demás lo que sucedió,
concluyendo con el buen fin que tuvo... Pero, como sabemos, no fue así, y
Andrés se apresura a narrarle lo que en realidad sucedió:
¿Luego no te pago el villano? No sólo no me pagó, respondió el
muchacho; así como vuestra merced traspuso el bosque y quedamos solos,
me volvió a atar a la mesma encina, y me dió de nuevo tantos azotes, que
quedé hecho un San Bartolomé desollado. Y a cada azote que me daba me
decía un donaire y chufleta acerca de hacer burla de vuestra merced,
Quiere
nuestro caballero salir inmediatamente a dar su merecido a quien así
osaba contradecirle, y así hubiera sido si los demás, que sólo querían
hacerle volver a su casa, no le convencieran de que debía cumplir
primero con Dorotea.
No necesitaba Andrés más ayuda del
caballero que el que le diesen algo para el camino, y Sancho le da de su
queso y su pan, con bastante recelo por si pudiera necesitarlo más
tarde... Y antes de salir corriendo, resume el 'ingrato' lo que opina de
la hazaña de nuestro protagonista: Por
amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare,
aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con
mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que me vendrá de su
ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos
caballeros andantes han nacido en el mundo.
Y así dejamos a nuestro grupo, conteniendo la risa para no ofender más al ya abochornado Don Quijote...
¡Seguimos!
viernes, 31 de agosto de 2012
Leyendo el "Quijote".1ª parte. Capítulo 31.
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26.- "Lo bueno, si breve, dos veces bueno"
"Lo
bueno,
si breve, dos veces bueno"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Analizando el "poderoso caballero es don Dinero" de Quevedo, veíamos un claro ejemplo
del modelo conceptista de escritura, cuyo principal teórico y autor de
la sentencia que nos ocupa, fue Baltasar Gracián.
Frente al Culteranismo, corriente contemporánea y opuesta cuyo
principal representante es Góngora, de escritura complicada y farragosa, el conceptismo defendía la gracia,
la ironía y el doble sentido en frases cortas e ingeniosas que aguzasen
la imaginación.
Según Menéndez Pidal, el conceptismo consiste en:
Comparación primorosa de dos ideas que mutuamente se esclarecen, y en
general, todo pensamiento agudo enunciado de una manera rápida y
picante.
Esta rapidez es puramente cortesana; en la Corte importa no perder ni
hacer perder el tiempo: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno" y "más
valen quintaesencias(1) que fárragos
(2)", son máximas extraídas de Gracián. (sic
wikipedia)
Comprendido el origen de esta sentencia, es fácil concluir su
sentido y comprender el que sea utilizada cuando alguna lectura u orador
se hace pesado por lo extenso. De ahí ha pasado a ser utilizada en
general cuando un buen rato o momento placentero se hace corto, dejando
ganas de más. Ya hemos visto también lo pesados que son los "rollos macabeos" :)
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
(1) - Quintaesencia.-
1.
f.
quinta esencia (‖
lo más puro, más fino y acendrado de alguna cosa).
(2) - Fárrago.-
1.
m.
Conjunto de cosas o ideas desordenadas, inconexas o superfluas.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Por el origen de la expresión y por la riqueza de
vocabulario empleada por los escritores de ambos estilos, pondríamos
como modelo de escritura farragosa al propio Góngora, en su
"fábula de Polifemo y Galatea"
Estas que me dictó, rimas sonoras,
Culta sí aunque bucólica Talía, (Talía era la musa de la comedia
y de la poesía bucólica o pastoril)
Oh excelso Conde, en las purpúreas horas
Que es rosas la alba y rosicler el día, (los colores del amanecer)
Ahora que de luz tu niebla doras, (juega con el nombre del Conde
de Niebla, a quien dedica el poema)
Escucha, al son de la zampoña mía, (instrumento musical hecho con
cañas huecas de distinta longitud. Ver imagen)
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.
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jueves, 30 de agosto de 2012
Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 30.
Capítulo trigésimo
Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo
Estaban calentándosele los cascos a Don Quijote viendo cómo criticaban su hazaña al liberar a los galeotes. Y mal hubiera acabado la cosa para los bromistas si no hubiera sido por la oportuna y discreta intervención de Dorotea, que recordándole a nuestro caballero la promesa que hizo de ayudarla, y justificando las palabras de cura y barbero porque desconocían que era obra del caballero tan insigne a quien se dirigían, consiguió calmarle.
Ya vuelto en razón, pidió a Dorotea (a quien él creía princesa Micomicona) le diera cuenta de sus desventuras para saber en qué pudiera ayudarla, y aunque al principio se trabucó por no recordar qué nombre era el que le había dado el cura al presentarla, supo salir tan bien del paso e inventó una historia tan atractiva en la que le habían encomendado ir al encuentro de nuestro caballlero, que él se sintió a la vez halagado y convencido, por lo que no hizo falta mucho para decidir ponerse en camino...
¿Qué te parece Sancho amigo? dijo a este punto Don Quijote. ¿No oyes lo que pasa? ¿No te lo dije yo? Mira si tenemos ya reino que mandar, y reina con quien casar. Eso juro yo, dijo Sancho, para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al señor Pandahilado: pues monta que es mala la reina, así se me vuelvan las pulgas de la cama. Y diciendo esto, dió dos zapatetas en el aire con muestras de grandísimo contento
Estaban todos tan satisfechos, unos porque tan bien saliera el engaño y otros -Don Quijote y Sancho- porque se las prometían felices y veían cerca el cumplimiento de sus sueños. No obstante, vio Sancho que no estaba Don Quijote por la labor de casarse con la princesa después de haber dado su amor a Dulcinea, y eso le incomodó, ya que él era casado y veía con eso perder la ocasión que se le presentaba:
Voto a mí, que no tiene vuestra merced, señor Don Quijote, cabal juicio, pues como, ¿es posible que pone vuestra merced en duda el casarse con tan alta princesa como aquesta? ¿Piensa que le ha de ofrecer la fortuna tras de cada cantillo semejante ventura como la que ahora se le ofrece? ¿Es por dicha más hermosa mi señora Dulcinea? No por cierto, ni aun con la mitad, y aún estoy por decir que no llega a su zapato de la que está delante. Así noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. Cásese, cásese luego, encomiéndole a Satanás, y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis vobis, y en siendo rey, hágame marqués o adelantado, y luego siquiera se lo lleve el diablo todo.
Hubo más que palabras... pero al fin, estaban amo y criado destinados a entenderse, con lo que la cosa quedó en la petición de perdón de Sancho y la tranquilidad de Don Quijote.
Puestos en camino de nuevo, quiso la suerte que se encontrasen de nuevo con Ginés de Pasamonte montado en el jumento robado a Sancho, y de este modo pudo nuestro escudero recuperar su caballería, a la que recibió con los mismos besos y abrazos que si del mejor amigo se tratara.
Pudieron Dorotea y nuestros nuevos personajes intercambiar impresiones entre ellos mientras Don Quijote pedía a Sancho más detalles sobre su visita a Dulcinea y la entrega de su carta. Detalles que Sancho le dio mezclando fantasía y realidad como mejor pudo... Y así les dejamos en su camino...
¡Seguimos!
Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo
Estaban calentándosele los cascos a Don Quijote viendo cómo criticaban su hazaña al liberar a los galeotes. Y mal hubiera acabado la cosa para los bromistas si no hubiera sido por la oportuna y discreta intervención de Dorotea, que recordándole a nuestro caballero la promesa que hizo de ayudarla, y justificando las palabras de cura y barbero porque desconocían que era obra del caballero tan insigne a quien se dirigían, consiguió calmarle.
Ya vuelto en razón, pidió a Dorotea (a quien él creía princesa Micomicona) le diera cuenta de sus desventuras para saber en qué pudiera ayudarla, y aunque al principio se trabucó por no recordar qué nombre era el que le había dado el cura al presentarla, supo salir tan bien del paso e inventó una historia tan atractiva en la que le habían encomendado ir al encuentro de nuestro caballlero, que él se sintió a la vez halagado y convencido, por lo que no hizo falta mucho para decidir ponerse en camino...
¿Qué te parece Sancho amigo? dijo a este punto Don Quijote. ¿No oyes lo que pasa? ¿No te lo dije yo? Mira si tenemos ya reino que mandar, y reina con quien casar. Eso juro yo, dijo Sancho, para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al señor Pandahilado: pues monta que es mala la reina, así se me vuelvan las pulgas de la cama. Y diciendo esto, dió dos zapatetas en el aire con muestras de grandísimo contento
Estaban todos tan satisfechos, unos porque tan bien saliera el engaño y otros -Don Quijote y Sancho- porque se las prometían felices y veían cerca el cumplimiento de sus sueños. No obstante, vio Sancho que no estaba Don Quijote por la labor de casarse con la princesa después de haber dado su amor a Dulcinea, y eso le incomodó, ya que él era casado y veía con eso perder la ocasión que se le presentaba:
Voto a mí, que no tiene vuestra merced, señor Don Quijote, cabal juicio, pues como, ¿es posible que pone vuestra merced en duda el casarse con tan alta princesa como aquesta? ¿Piensa que le ha de ofrecer la fortuna tras de cada cantillo semejante ventura como la que ahora se le ofrece? ¿Es por dicha más hermosa mi señora Dulcinea? No por cierto, ni aun con la mitad, y aún estoy por decir que no llega a su zapato de la que está delante. Así noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. Cásese, cásese luego, encomiéndole a Satanás, y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis vobis, y en siendo rey, hágame marqués o adelantado, y luego siquiera se lo lleve el diablo todo.
Hubo más que palabras... pero al fin, estaban amo y criado destinados a entenderse, con lo que la cosa quedó en la petición de perdón de Sancho y la tranquilidad de Don Quijote.
Puestos en camino de nuevo, quiso la suerte que se encontrasen de nuevo con Ginés de Pasamonte montado en el jumento robado a Sancho, y de este modo pudo nuestro escudero recuperar su caballería, a la que recibió con los mismos besos y abrazos que si del mejor amigo se tratara.
Pudieron Dorotea y nuestros nuevos personajes intercambiar impresiones entre ellos mientras Don Quijote pedía a Sancho más detalles sobre su visita a Dulcinea y la entrega de su carta. Detalles que Sancho le dio mezclando fantasía y realidad como mejor pudo... Y así les dejamos en su camino...
¡Seguimos!
25- "Estar sin blanca" o "Poderoso caballero es don Dinero"
"Estar sin blanca" o "¡Poderoso
caballero es don Dinero!"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
No es
necesario destacar, pues es de todos conocido y aceptado, la importancia
que el vil metal tiene en esta nuestra mercantilista y
materialista sociedad, dado que es el imprescindible medio para el
trueque de servicios dados y recibidos, como confirma el tan conocido:
"tanto tienes, tanto vales".Así pues, "estar sin blanca", sin dinero, es una situación sumamente incómoda. Pero... ¿de dónde viene la expresión?
Pues me van a permitir que centre la explicación del refrán de hoy en otro dicho, el de "poderoso caballero es Don Dinero", haciendo un
breve comentario de texto: el del poema que lo toma como título, del
insigne Francisco de Quevedo y Villegas, que podemos escuchar y leer
aquí.
¿Vamos
allá?
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
anda continuo amarillo.
|
Se suele decir del
enamorado que aún no ha conseguido la atención de su amada,
que anda demacrado y con mal color de cara (tono
amarillento), por lo que el poeta juega con ello dando ese
sentido al reflejo de las monedas de oro.
|
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
|
El doblón era
una moneda de oro desde los Reyes Católicos, de uso
corriente y con distinto valor según épocas. Pues bien, sea
"doble" o sencillo, permite conseguir lo que se quiere.
|
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en
España,
y es en Génova
enterrado.
|
Éste es el
camino que seguía el oro que venía de América a España y
terminaba en las manos de los banqueros genoveses, que se
dedicaban a hacer préstamos a la corona española.
|
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero
|
El tener dinero
convierte en hermoso ante los demás al aspecto más
antipático o feo (fiero).
|
Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son Reales.
|
Usando el reales
en mayúscula, como nombre propio, se refiere de nuevo al
nombre de una moneda.
|
Y pues es quien hace iguales
al rico y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
|
No importa si lo
posee por su origen o por pedir limosna (pordiosero): el
tener dinero, como la muerte, a todos iguala.
|
¿A quién no le maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
|
De ahí viene el
"estar sin blanca" : de todas las monedas de la
época, la de menos valor era "la blanca" de Castilla,
convertida aquí en "señora doña".
|
Mas pues que su fuerza humilla
al cobarde y al guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.
|
Aun con ser la
de menos valor, puede (humilla) a todos.
|
Es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que aun con estar hecho cuartos
no pierde su calidad.
|
Sigue jugando
con el nombre de las monedas para crear imágenes irónicas:
"estar hecho cuartos" (destrozado) con el valor del
"cuarto"(moneda de cobre igual a cuatro maravedís de
vellón).
|
Pero pues da autoridad
al gañán y al jornalero,
poderoso caballero
es don Dinero.
|
Y es que el
poseerlo, insiste, iguala la condición del mozo de labranza
que gana por temporadas (gañán) y del que tiene un sueldo
fijo (jornal).
|
Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
|
Escudos (nombre
de otra moneda) frente a rodelas (escudo medieval,
pequeño y de poca protección, con una sola asa, usado
principalmente por infantes )
|
Pues al natural destierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.
|
Poseyéndolo, no
importa ser del país o extranjero.
|
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Imagino que
después de admirar la maestría conceptista del genial Quevedo, la
conclusión lógica es que no hemos cambiado tanto en esto ¿No es cierto?
miércoles, 29 de agosto de 2012
Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 29
Capítulo vigésimo noveno
Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto
Terminó Dorotea de contar su historia y se presentó Cardenio a ella, como segundo perjudicado por el fatal matrimonio entre Luscinda y don Fernando, ofreciéndose a ayudarla en lo que fuese necesario para obligar a reparar el daño. No sabían bien qué decisión tomar, y fue el licenciado quien respondió por entrambos y aprobó el buen discurso de Cardenio, y sobre todo, les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él a su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden como buscar a don Fernando, o como llevar a Dorotea a sus padres, o hacer lo que más les pareciese conveniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron y aceptaron la merced que se les ofrecía.
En esto oyeron voces y conocieron que el que las daba era Sancho Panza, que por no haberlos hallado en el lugar donde los dejó, los llamaba a voces. Saliéronle al encuentro, y preguntándole por Don Quijote, les dijo como le había hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo, y muerto de hambre, y suspirando por su señora Dulcinea; y que puesto que le había dicho que ella le mandaba que saliese de aquel lugar, y se fuese al del Toboso, donde le quedaba esperando, había respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura, fasta que hubiese fecho fazañas que le ficiesen digno de su gracia; y que si aquello pasaba adelante, corría peligro no venir a ser emperador, como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser. Por eso, que mirasen lo que se había de hacer para sacarle de allí.
Tranquilizaron a Sancho sus amigos, contando a Cardenio y Dorotea cuál era la situación y cómo habían decidido rescatar a Don Quijote de su locura, haciéndole regresar a su casa. En seguida se aprestaron a ayudar, y lo primero fue que Dorotea se vistió con ricos ropajes que llevaba escondidos. Ante el asombro de Sancho, y por mantener las historias que Don Quijote contaba, el cura la presentó del siguiente modo: es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual es que le desfaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho, y a la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle esta princesa
Quedó encantado Sancho, que cada vez -nos tememos que más por interés que por contagio- estaba más dispuesto a creer las extraordinarias ensoñaciones de su amo, ya que pronto se apresuró a pedir que en premio a su ayuda le diesen un gobierno, ya que como arzobispo poco le iba a poder favorecer a él... A todo accedieron con tal de seguir adelante, y así fue como Dorotea, convertida en la princesa Micomicona, dejó atrás a Cardenio, al cura y al barbero, que temían ser reconocidos por Don Quijote, y se aprestó a dirigirse a pedir a nuestro protagonista su ayuda de caballero.
Difícil resumir sin que pierda gracia lo que sucedió entre Dorotea-Micomicona y Don Quijote (mejor disfrutarlo leyéndolo), pero sí aclarar que la reacción de nuestro caballero fue la que cabía esperar, poniéndose en todo y rápidamente a las órdenes de la supuesta princesa para matar al gigante que la perjudicaba y a mil más como él si hiciera falta.
Así se pusieron en marcha, haciéndose el cura y Cardenio (disfrazados) los encontradizos por el camino, sucediendo divertidas anécdotas como el hechizo por el que el cura repuso la mandíbula y las barbas al supuesto escudero de la princesa Micomicona, que causó gran impacto en nuestro caballero, o -después de que Sancho les contase la aventura de los galeotes-, los apuros que pasó Don Quijote al contarle que habían sido robados y maltratados por ellos...
Y así continúan su viaje, en el que nosotros les acompañamos...
¡Seguimos!
Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto
Terminó Dorotea de contar su historia y se presentó Cardenio a ella, como segundo perjudicado por el fatal matrimonio entre Luscinda y don Fernando, ofreciéndose a ayudarla en lo que fuese necesario para obligar a reparar el daño. No sabían bien qué decisión tomar, y fue el licenciado quien respondió por entrambos y aprobó el buen discurso de Cardenio, y sobre todo, les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él a su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden como buscar a don Fernando, o como llevar a Dorotea a sus padres, o hacer lo que más les pareciese conveniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron y aceptaron la merced que se les ofrecía.
En esto oyeron voces y conocieron que el que las daba era Sancho Panza, que por no haberlos hallado en el lugar donde los dejó, los llamaba a voces. Saliéronle al encuentro, y preguntándole por Don Quijote, les dijo como le había hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo, y muerto de hambre, y suspirando por su señora Dulcinea; y que puesto que le había dicho que ella le mandaba que saliese de aquel lugar, y se fuese al del Toboso, donde le quedaba esperando, había respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura, fasta que hubiese fecho fazañas que le ficiesen digno de su gracia; y que si aquello pasaba adelante, corría peligro no venir a ser emperador, como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser. Por eso, que mirasen lo que se había de hacer para sacarle de allí.
Tranquilizaron a Sancho sus amigos, contando a Cardenio y Dorotea cuál era la situación y cómo habían decidido rescatar a Don Quijote de su locura, haciéndole regresar a su casa. En seguida se aprestaron a ayudar, y lo primero fue que Dorotea se vistió con ricos ropajes que llevaba escondidos. Ante el asombro de Sancho, y por mantener las historias que Don Quijote contaba, el cura la presentó del siguiente modo: es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual es que le desfaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho, y a la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle esta princesa
Quedó encantado Sancho, que cada vez -nos tememos que más por interés que por contagio- estaba más dispuesto a creer las extraordinarias ensoñaciones de su amo, ya que pronto se apresuró a pedir que en premio a su ayuda le diesen un gobierno, ya que como arzobispo poco le iba a poder favorecer a él... A todo accedieron con tal de seguir adelante, y así fue como Dorotea, convertida en la princesa Micomicona, dejó atrás a Cardenio, al cura y al barbero, que temían ser reconocidos por Don Quijote, y se aprestó a dirigirse a pedir a nuestro protagonista su ayuda de caballero.
Difícil resumir sin que pierda gracia lo que sucedió entre Dorotea-Micomicona y Don Quijote (mejor disfrutarlo leyéndolo), pero sí aclarar que la reacción de nuestro caballero fue la que cabía esperar, poniéndose en todo y rápidamente a las órdenes de la supuesta princesa para matar al gigante que la perjudicaba y a mil más como él si hiciera falta.
Así se pusieron en marcha, haciéndose el cura y Cardenio (disfrazados) los encontradizos por el camino, sucediendo divertidas anécdotas como el hechizo por el que el cura repuso la mandíbula y las barbas al supuesto escudero de la princesa Micomicona, que causó gran impacto en nuestro caballero, o -después de que Sancho les contase la aventura de los galeotes-, los apuros que pasó Don Quijote al contarle que habían sido robados y maltratados por ellos...
Y así continúan su viaje, en el que nosotros les acompañamos...
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