Y vamos ya por el capítulo 24.
Podéis ver los resúmenes desde el capítulo 1 en:
http://www.mariannavarro.net/Foro/viewforum.php?f=7
Un saludo
viernes, 2 de diciembre de 2011
sábado, 22 de octubre de 2011
Salón de lectura: Carlos R. Zafón.- "Las luces de Septiembre"
Hablábamos en el comentario del libro anterior que "cada maestrillo tiene su librillo" y temas que le atraen a la hora de escribir, temas que acaparan la atención del lector al acceder por primera vez a una novela de este tipo (ya comentamos "Marina") pero que quizás aburran por repetitivos.
Y es que el utilizar tan reiteradamente el recurso de los autómatas [aunque el autor indique que se trata de una trilogía llamada "La trilogía de la niebla" compuesta por El príncipe de la niebla (1993), El palacio de la medianoche (1994) y Las luces de septiembre (1995), lo usa también en Marina (1999)] puede ser consistente para una literatura juvenil, como al principio fue considerada -obtuvo el Premio Edebé de literatura infantil y juvenil.
Si no hubiéramos conocido su rotundo éxito con "La Sombra del viento" (que quedó finalista en el 2000) , que de nuevo retoma un tema repetido después - bibliotecas de libros olvidados-, probablemente el autor hubiera quedado relegado a un segundo plano entre los autores de interés. Pero, insisto, nunca es desdeñable el trabajo de un autor (yo misma he presentado alguna novela), que siempre respetaré por encima de cualquier otra circunstancia.
Resumen tamado de la Web de Carlos Ruíz Zafón:
Un misterioso fabricante de juguetes que vive recluido en una gigantesca mansión poblada de seres mecánicos y sombras del pasado... Un enigma en torno a extrañas luces que brillan entre la niebla que rodea el islote del faro. Una criatura de pesadilla que se oculta en lo más profundo del bosque...
Estos y otros elementos tejen la trama del misterio que unirá a Irene e Ismael para siempre durante un mágico verano en Bahía Azul. Un misterio que los llevará a vivir la más emocionante de las aventuras en un laberíntico mundo de luces y sombras.
Y es que el utilizar tan reiteradamente el recurso de los autómatas [aunque el autor indique que se trata de una trilogía llamada "La trilogía de la niebla" compuesta por El príncipe de la niebla (1993), El palacio de la medianoche (1994) y Las luces de septiembre (1995), lo usa también en Marina (1999)] puede ser consistente para una literatura juvenil, como al principio fue considerada -obtuvo el Premio Edebé de literatura infantil y juvenil.
Si no hubiéramos conocido su rotundo éxito con "La Sombra del viento" (que quedó finalista en el 2000) , que de nuevo retoma un tema repetido después - bibliotecas de libros olvidados-, probablemente el autor hubiera quedado relegado a un segundo plano entre los autores de interés. Pero, insisto, nunca es desdeñable el trabajo de un autor (yo misma he presentado alguna novela), que siempre respetaré por encima de cualquier otra circunstancia.
Resumen tamado de la Web de Carlos Ruíz Zafón:
Un misterioso fabricante de juguetes que vive recluido en una gigantesca mansión poblada de seres mecánicos y sombras del pasado... Un enigma en torno a extrañas luces que brillan entre la niebla que rodea el islote del faro. Una criatura de pesadilla que se oculta en lo más profundo del bosque...
Estos y otros elementos tejen la trama del misterio que unirá a Irene e Ismael para siempre durante un mágico verano en Bahía Azul. Un misterio que los llevará a vivir la más emocionante de las aventuras en un laberíntico mundo de luces y sombras.
Salón de lectura: Julia Navarro. "La sangre de los inocentes"
No sé cómo se las apaña esta mujer para conseguir mezclar tantos conflictos históricos en una sola novela, intercalando personajes de la Inquisición, Templarios, nazis, CIA, conflicto árabe-israelí, fundamentalismo islámico, el Vaticano... ¡y lo que haga falta! (ya lo comentamos en otra de sus obras: "La Biblia de barro") para conseguir una novela que se puede calificar de interesante, aunque considere, en mi modesta opinión, que quizás fuera innecesario organizar semejante "gazpacho" que deja al lector anonadado y ciertamente incrédulo ante tanta amalgama (muchas veces ciertamente solo esbozada) que dificilmente me atrevería a calificar, como hacen, de "novela histórica", siendo tan sólo una fantasía.
En fin, sé por experiencia lo que cuesta dar sentido al contenido de una novela y dotarla de interés... cada uno tiene sus sistemas o, lo que es lo mismo, "cada maestrillo tiene su librillo".
Nuestra autora parece haberse especializado en esas mezclas y, si bien es cierto que le resta algo de credibilidad, hay que reconocer que me ha gustado este relato mucho más que el anterior.
Resumen tomado de la propìa Web de Julia Navarro:
Soy espía y tengo miedo… Así empieza la crónica que escribe en el siglo XIII fray Julián sobre el cruel asedio a Montségur y la lucha entre cátaros y católicos. Siglos después, en 1939, un medievalista agnóstico emprende un peligroso viaje por el Berlín nazi en busca de su esposa de origen judío. En la actualidad, un grupo de musulmanes radicales se inmola en Frankfurt dejando tras de sí un mensaje críptico que pone en estado de alerta al Centro Antiterrorista de la Unión Europea, cuyos agentes, con la ayuda de los servicios secretos del Vaticano, intentarán desvelar un enigma que une la intolerancia de la Inquisición, la sinrazón fascista y el integrismo islámico en una frase: «Algún día alguien vengará la sangre de los inocentes». Un musulmán captado por una célula terrorista, un jesuita experto en herejías, un conde francés obsesionado por una dramática herencia familiar, un hombre misterioso -El Facilitador- que desde la sombra maneja los hilos del poder junto a una intrépida joven de los servicios antiterroristas protagonizan este apasionante libro sobre la venganza y la traición, con el violento conflicto entre Oriente y Occidente como telón de fondo. En su novela más madura y ambiciosa, Julia Navarro sorprende con una vertiginosa aventura que nos transporta a lugares como Jerusalén, Granada, Roma o Estambul, y que indaga en las causas del fanatismo religioso y la intolerancia a lo largo de los siglos.
En fin, sé por experiencia lo que cuesta dar sentido al contenido de una novela y dotarla de interés... cada uno tiene sus sistemas o, lo que es lo mismo, "cada maestrillo tiene su librillo".
Nuestra autora parece haberse especializado en esas mezclas y, si bien es cierto que le resta algo de credibilidad, hay que reconocer que me ha gustado este relato mucho más que el anterior.
Resumen tomado de la propìa Web de Julia Navarro:
Soy espía y tengo miedo… Así empieza la crónica que escribe en el siglo XIII fray Julián sobre el cruel asedio a Montségur y la lucha entre cátaros y católicos. Siglos después, en 1939, un medievalista agnóstico emprende un peligroso viaje por el Berlín nazi en busca de su esposa de origen judío. En la actualidad, un grupo de musulmanes radicales se inmola en Frankfurt dejando tras de sí un mensaje críptico que pone en estado de alerta al Centro Antiterrorista de la Unión Europea, cuyos agentes, con la ayuda de los servicios secretos del Vaticano, intentarán desvelar un enigma que une la intolerancia de la Inquisición, la sinrazón fascista y el integrismo islámico en una frase: «Algún día alguien vengará la sangre de los inocentes». Un musulmán captado por una célula terrorista, un jesuita experto en herejías, un conde francés obsesionado por una dramática herencia familiar, un hombre misterioso -El Facilitador- que desde la sombra maneja los hilos del poder junto a una intrépida joven de los servicios antiterroristas protagonizan este apasionante libro sobre la venganza y la traición, con el violento conflicto entre Oriente y Occidente como telón de fondo. En su novela más madura y ambiciosa, Julia Navarro sorprende con una vertiginosa aventura que nos transporta a lugares como Jerusalén, Granada, Roma o Estambul, y que indaga en las causas del fanatismo religioso y la intolerancia a lo largo de los siglos.
Leyendo "El Quijote". Primera parte. Cap. 22
Capítulo vigésimosegundo
De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir
De nuevo Cervantes, como para "curarse en salud", nos recuerda que estamos leyendo una gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia producto de la creatividad de Cide Hamete Ben-Engeli.
Cuenta esta vez que nuestros dos protagonistas, después de haber departido ampliamente sobre lo que pensaban conseguir en el futuro, van al encuentro de (o sería mejor decir "les viene") una nueva aventura al observar la comitiva formada por hasta doce hombres a pie ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos. Venían asimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie;.
Se le ocurre a Sancho comentar que serían sin duda galeotes, "gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza", como él mismo explica.
Es oír la expresión "de por fuerza" y despertarse en Don Quijote el ardor caballeresco por el que debía ayudarles a pesar de que su escudero le recuerda que es la misma justicia del rey la que les condena por sus malas acciones.
Seguir leyendo...
De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir
De nuevo Cervantes, como para "curarse en salud", nos recuerda que estamos leyendo una gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia producto de la creatividad de Cide Hamete Ben-Engeli.
Cuenta esta vez que nuestros dos protagonistas, después de haber departido ampliamente sobre lo que pensaban conseguir en el futuro, van al encuentro de (o sería mejor decir "les viene") una nueva aventura al observar la comitiva formada por hasta doce hombres a pie ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos. Venían asimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie;.
Se le ocurre a Sancho comentar que serían sin duda galeotes, "gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza", como él mismo explica.
Es oír la expresión "de por fuerza" y despertarse en Don Quijote el ardor caballeresco por el que debía ayudarles a pesar de que su escudero le recuerda que es la misma justicia del rey la que les condena por sus malas acciones.
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jueves, 6 de octubre de 2011
Seguimos leyendo "El Quijote"... Cap. 21
Capítulo vigésimoprimero
Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
Estaba "mosqueado" nuestro caballero con el susto de los batanes, y ni siquiera los quiso usar para protegerse de la lluvia, así que siguieron su camino.
De repente ven a lo lejos a un jinete que portaba algo que relucía como el oro y poco necesitó nuestro caballero para comentar:
Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: donde una puerta se cierra otra se abre: dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra para otra mejor y más cierta aventura, (...) digo esto, porque si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
Sancho ya no sabía qué hacer o decir... intentó convencer a su amo de que no se metiera en más líos y que bien pudiera ser que no fuera lo que creía.
Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
Estaba "mosqueado" nuestro caballero con el susto de los batanes, y ni siquiera los quiso usar para protegerse de la lluvia, así que siguieron su camino.
De repente ven a lo lejos a un jinete que portaba algo que relucía como el oro y poco necesitó nuestro caballero para comentar:
Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: donde una puerta se cierra otra se abre: dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra para otra mejor y más cierta aventura, (...) digo esto, porque si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
Sancho ya no sabía qué hacer o decir... intentó convencer a su amo de que no se metiera en más líos y que bien pudiera ser que no fuera lo que creía.
jueves, 1 de septiembre de 2011
Refranes, dichos y sentencias comentados: "Ponerse el mundo por montera"
"Ponerse el mundo por montera"
.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
Dejando aparte manifestaciones en pro o en contra de la cultura taurina, como hemos hecho o intentado hacer al entrar en terrenos polémicos, es indudable que no podemos menospreciar -ya lo hemos visto- la influencia que la "Fiesta de los toros" tiene en muchas de nuestras expresiones coloquiales.
Traigo a colación ésta,(Seguir leyendo)
martes, 9 de agosto de 2011
Refranes, dichos y sentencias comentados. Origen y usos.
Llegamos ya casi a los 300. Todos relacionados con la historia, costumbres, textos... Puedes pedir la explicación de alguno que te interese, así como el manual que los recopila.
Mira en Refranes, dichos y sentencias.
Mira en Refranes, dichos y sentencias.
Leyendo "El Quijote". 1ª parte. Cap. 13
Capítulo decimotercero
Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos
Apenas amaneció, fueron los pastores a despertar a Don Quijote por si quería acompañarles, como dijera el día anterior.
Se pusieron en marcha y en el camino se encontraron con seis pastores "de luto" y dos hombres a caballo que también se dirigían al singular entierro y hablaban entre ellos de la singular historia que conocimos en el capítulo anterior. Pero al ver el aspecto y expresiones de Don Quijote, no tardaron mucho en interesarse por él y preguntarle acerca del porqué iba de esa guisa.
No hacía falta animarle mucho para hablar del tema y así respondió Don Quijote: - La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera; el buen paso, el regalo y el reposo allá se inventaron para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.
Siguieron preguntándole sobre qué era un caballero andante, por qué se encomendaban a su dama y no a Dios antes de una batalla, las relaciones entre la Iglesia y los caballeros, sobre las cualidades de Dulcinea... y para todo tenía Don Quijote (seguir leyendo)
Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos
Apenas amaneció, fueron los pastores a despertar a Don Quijote por si quería acompañarles, como dijera el día anterior.
Se pusieron en marcha y en el camino se encontraron con seis pastores "de luto" y dos hombres a caballo que también se dirigían al singular entierro y hablaban entre ellos de la singular historia que conocimos en el capítulo anterior. Pero al ver el aspecto y expresiones de Don Quijote, no tardaron mucho en interesarse por él y preguntarle acerca del porqué iba de esa guisa.
No hacía falta animarle mucho para hablar del tema y así respondió Don Quijote: - La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera; el buen paso, el regalo y el reposo allá se inventaron para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.
Siguieron preguntándole sobre qué era un caballero andante, por qué se encomendaban a su dama y no a Dios antes de una batalla, las relaciones entre la Iglesia y los caballeros, sobre las cualidades de Dulcinea... y para todo tenía Don Quijote (seguir leyendo)
jueves, 4 de agosto de 2011
Fracaso escolar: la lectura
Un 80% del fracaso escolar proviene de dificultades lectoras.
La causa más frecuente del fracaso escolar no es la asignatura, sino las dificultades de lectura y en la forma de expresarse.
Olvidamos que el lenguaje es nuestro medio de expresión, utilizado en todas las materias.
Resolver bien un problema matemático o físico depende en gran parte de su lectura y comprensión.
viernes, 29 de julio de 2011
Salón de lectura: Almudena Grandes. "Estaciones de paso"
Antes de presentaros las impresiones sobre esta obra vemos la necesidad de precisar ¿Qué es un cuento? Entendemos que al igual que no es poesía deslizar frases divididas asimétricamente en renglones, no es cuento todo lo que aparece como tal.
Investigamos, pues, y hallamos en ciudadseva.com (paraíso de cuentos y relatos cortos) una coherente distinción entre cuento, relato y novela corta, de autor anónimo, titulado Estructura, desarrollo y panorama histórico del cuento. Un fragmento:(...) Narración breve, oral o escrita, de un suceso imaginario. Aparecen en él un reducido número de personajes que participan en una sola acción con un sólo foco temático. Su finalidad es provocar en el lector una única respuesta emocional. La novela, por el contrario, presenta un mayor número de personajes, más desarrollados a través de distintas historias interrelacionadas, y evoca múltiples reacciones emocionales.
Etimológicamente, cuento deriva de la palabra latina computum, que significa cálculo, cómputo, enumeración, clasificación,. De cálculo y enumeración pasó a significar la enumeración de hechos, y, por extensión, "cuento" significa recuento de acciones o sucesos reales o ficticios.
Es más difícil decir con exactitud cuándo se originó el cuento, y ello se debe en gran parte a los equívocos que conlleva su mismo nombre. Cabría, por lo tanto, distinguir en el concepto cuento, dos aspectos distintos: el relato fantástico y la narración literaria de corta extensión, oponiéndose así a la idea de novela, estos dos aspectos no son excluyentes, a menudo se dan en la misma obra, y tienen como base común el hecho de tratarse de relatos breves, generalmente en prosa; pero suelen representar dos vertientes claramente diferenciadas del mismo genero literario. (Ver más)
Necesitábamos este inciso para aclarar al lector qué podemos esperar cuando nos hallamos ante una colección de cuentos, porque podemos encontrar "de todo": Desde apuntes o bocetos garabateados improvisadamente para ser desarrollados posteriormente en una novela, hasta lo que se entiende verdaderamente por "cuento" en su más estricta significación a partir de nuestras lecturas infantiles (un universo corto de fantasía repleto de sugerencias y moralejas).
No se le permite lo mismo (que haya "de todo") al osado escritor novel que pretende integrarse en el universo de los escritores a través de su participación en un concurso, porque se enfrenta al gran dilema: ¿qué se le pide en un concurso de cuentos? ¿qué diferencia existe con uno de relatos cortos?
- El mío es precioso, resultado del trabajo de uno o dos meses -piensa-, y, sin embargo... ni mención. Yo diría que es mejor que el que ha ganado, claro que el mío...
Y ahí tenemos al pobre y bisoño autor sumido en un complejo entramado de sutiles extrañezas y elucubraciones acerca de cómo clasificar su escrito y, por tanto, de dónde presentarlo.
- El mío es precioso, resultado del trabajo de uno o dos meses -piensa-, y, sin embargo... ni mención. Yo diría que es mejor que el que ha ganado, claro que el mío...
Y ahí tenemos al pobre y bisoño autor sumido en un complejo entramado de sutiles extrañezas y elucubraciones acerca de cómo clasificar su escrito y, por tanto, de dónde presentarlo.
Dicho esto, por ser ella quien es y escribir como escribe, se le permite a Almudena Grandes calificar como "cuentos" a algunos que en los concursos a los que nos hemos referido no pasarían ni la primera selección.
En "Estaciones de paso", 2005, vamos desde el pasotismo verbal barriobajero de "Demostración de la existencia de Dios", a la defensa del arte taurino en "Tabaco y negro" (porque la crueldad existe, y no es sólo con los animales), magnífico relato, que no cuento, por cierto; pasando por "El capitán de la fila india" que no se sabe a ciencia cierta si trata sobre la degradación del concepto de familia en general (matrimonio y parientes) o de una venganza tras unos ideales rotos.
Un "¡chapeau!" a "Receta de verano" (la vida sigue y pide paso a pesar de todo y contra todo- y éste sí es un cuento, o lo que entendemos como tal-), y terminando con un aceptable "Mozart y Brahms y Corelli" que, en mi opinión, se queda en el intento, aunque eso sí, en no se sabe qué intento.
En "Estaciones de paso", 2005, vamos desde el pasotismo verbal barriobajero de "Demostración de la existencia de Dios", a la defensa del arte taurino en "Tabaco y negro" (porque la crueldad existe, y no es sólo con los animales), magnífico relato, que no cuento, por cierto; pasando por "El capitán de la fila india" que no se sabe a ciencia cierta si trata sobre la degradación del concepto de familia en general (matrimonio y parientes) o de una venganza tras unos ideales rotos.
Un "¡chapeau!" a "Receta de verano" (la vida sigue y pide paso a pesar de todo y contra todo- y éste sí es un cuento, o lo que entendemos como tal-), y terminando con un aceptable "Mozart y Brahms y Corelli" que, en mi opinión, se queda en el intento, aunque eso sí, en no se sabe qué intento.
¿Qué tienen en común? Todos sus protagonistas son adolescentes o rememoran hechos de ese periodo vital.
En fin, tendréis que leerlo para saber si vosotros, los que habéis tenido a bien llegar hasta aquí, sois de mi misma opinión.
Espero vuestros comentarios :).
lunes, 11 de julio de 2011
Salón de lectura: Rosa Ribas."En caída libre"
La comisaria Cornelia Weber-Tejedor debe abandonar su papel de policía e infiltrarse en el grupo de limpiadoras del aeropuerto para resolver una nueva investigación.
La necesidad de recubrirse de una nueva piel, la de Cornelia Lenz, y simular otra vida, siempre con la amenaza de ser descubierta, nos muestra a una mujer asustada, avergonzada por las circunstancias que llevan a algunas de sus compañeras a hacer lo que hacen, obligada a caer en el delito, la hipocresía y la falsedad por el cumplimiento de su deber, que desaconseja pero no impide tomar afecto a esas nuevas amistades que la llevarán a replantearse muchas cosas y a una caída en picado hasta la resolución del caso.
Hemos visto a la autora crecer en estilo y calidad literaria, en argumentación y desarrollo; y a su personaje, envolvernos y hacernos cómplices de sus pensamientos y actitudes, de sus recelos y de su cambio de piel, su metamorfosis.
¿Puede una policía olvidar su objetividad, su cumplimiento del deber, cuando entra en los porqués de quienes delinquen, enredados en una tela de araña sin escapatoria?
La necesidad de recubrirse de una nueva piel, la de Cornelia Lenz, y simular otra vida, siempre con la amenaza de ser descubierta, nos muestra a una mujer asustada, avergonzada por las circunstancias que llevan a algunas de sus compañeras a hacer lo que hacen, obligada a caer en el delito, la hipocresía y la falsedad por el cumplimiento de su deber, que desaconseja pero no impide tomar afecto a esas nuevas amistades que la llevarán a replantearse muchas cosas y a una caída en picado hasta la resolución del caso.
Hemos visto a la autora crecer en estilo y calidad literaria, en argumentación y desarrollo; y a su personaje, envolvernos y hacernos cómplices de sus pensamientos y actitudes, de sus recelos y de su cambio de piel, su metamorfosis.
¿Puede una policía olvidar su objetividad, su cumplimiento del deber, cuando entra en los porqués de quienes delinquen, enredados en una tela de araña sin escapatoria?
domingo, 3 de julio de 2011
Salón de lectura: Rosa Ribas. "Con anuncio"
De nuevo hallamos a nuestra comisaria hispano alemana, Cornelia Weber-Tejedor, enriquecida con múltiples facetas apenas esbozadas en la novela anterior también comentada aquí: "Entre dos aguas".
Esta vez el caso se presenta en una agencia de publicidad conmocionada por los preparativos de una campaña sobre la ciudad de Fráncfort con la que pretenden vencer a sus competidoras más inmediatas y afectada por la llegada de unos preocupantes anónimos, acompañados de atentados a la propiedad e insultos a los trabajadores que evidencian que quien los hace conoce bien a los miembros de la agencia.
Uno por uno vamos conociendo a los empleados de la misma y escudriñando en sus vidas y en los probables porqués de dichos panfletos, cuando llega el primer asesinato...
Al mismo tiempo que la trama va acertadamente reflejando las peripecias de la investigación, que capta ampliamente nuestro interés hasta llegar a su desenlace, se nos presenta más detalladamente la figura de la protagonista, sus anhelos, sus deseos, sus problemas familiares, su lucha contra algunos miembros de la Comisaría con los que entra en rivalidad no sólo por ser mujer, que también, sino por opiniones y actitudes, la afinidad con sus compañeros más cercanos...
En resumen, una obra mucho más completa y acertada que la primera, que es, en mi opinión, como un acertado boceto que promete la belleza del dibujo posterior, que sería la novela que aquí comentamos.
He iniciado, pues, con interés y espectación la lectura de la tercera novela que, por ahora, cierra la serie.
Por supuesto, os comentaré mis impresiones. Un saludo.
Esta vez el caso se presenta en una agencia de publicidad conmocionada por los preparativos de una campaña sobre la ciudad de Fráncfort con la que pretenden vencer a sus competidoras más inmediatas y afectada por la llegada de unos preocupantes anónimos, acompañados de atentados a la propiedad e insultos a los trabajadores que evidencian que quien los hace conoce bien a los miembros de la agencia.
Uno por uno vamos conociendo a los empleados de la misma y escudriñando en sus vidas y en los probables porqués de dichos panfletos, cuando llega el primer asesinato...
Al mismo tiempo que la trama va acertadamente reflejando las peripecias de la investigación, que capta ampliamente nuestro interés hasta llegar a su desenlace, se nos presenta más detalladamente la figura de la protagonista, sus anhelos, sus deseos, sus problemas familiares, su lucha contra algunos miembros de la Comisaría con los que entra en rivalidad no sólo por ser mujer, que también, sino por opiniones y actitudes, la afinidad con sus compañeros más cercanos...
En resumen, una obra mucho más completa y acertada que la primera, que es, en mi opinión, como un acertado boceto que promete la belleza del dibujo posterior, que sería la novela que aquí comentamos.
He iniciado, pues, con interés y espectación la lectura de la tercera novela que, por ahora, cierra la serie.
Por supuesto, os comentaré mis impresiones. Un saludo.
Leyendo "Don Quijote". 1ª parte. Cap.11
Capítulo undécimo
De lo que sucedió a Don Quijote con unos cabreros
Dispuestos a pasar la noche junto a los cabreros, no pudo pasar desapercibido a Don Quijote el buen olor que despedía un guiso que estaban haciendo para cenar, y aceptaron gustosos la invitación que les hicieron de compartirlo con ellos.
Frente a los delirios de grandeza de nuestro caballero, aprovecha Cervantes la ocasión para acercarnos algo más al carácter y naturaleza sencilla de Sancho, pues queriendo Don Quijote mostrarse benévolo y espléndido, permitiendo a Sancho, que estaba de pie, sentarse con ellos, desdeña el supuesto honor que su amo quería hacerle, pues prefiere la comodidad a tener que guardar etiquetas: ¡Gran merced! dijo Sancho; pero sé decir a vuestra merced, que como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas, como sentado a par de un emperador. Y aún si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindres sin respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas, donde me sea forzoso mascar (...)
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De lo que sucedió a Don Quijote con unos cabreros
Dispuestos a pasar la noche junto a los cabreros, no pudo pasar desapercibido a Don Quijote el buen olor que despedía un guiso que estaban haciendo para cenar, y aceptaron gustosos la invitación que les hicieron de compartirlo con ellos.
Frente a los delirios de grandeza de nuestro caballero, aprovecha Cervantes la ocasión para acercarnos algo más al carácter y naturaleza sencilla de Sancho, pues queriendo Don Quijote mostrarse benévolo y espléndido, permitiendo a Sancho, que estaba de pie, sentarse con ellos, desdeña el supuesto honor que su amo quería hacerle, pues prefiere la comodidad a tener que guardar etiquetas: ¡Gran merced! dijo Sancho; pero sé decir a vuestra merced, que como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas, como sentado a par de un emperador. Y aún si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindres sin respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas, donde me sea forzoso mascar (...)
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viernes, 24 de junio de 2011
Leyendo "Don Quijote".1ª parte. Capítulo 9. Manuscrito de Benengeli.
Capítulo noveno
Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron
Hasta aquí decide Cervantes que llegaba el supuesto pergamino en el que se relataba el inicio de las aventuras de nuestro hidalgo (hijo de algo= caballero) y a partir de aquí, tras pensar en que era imposible que semejante caballero no hubiera tenido quien siguiera contando sus hazañas, nos relata: "está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: esta Dulcinea del Toboso, tantas veces, en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha. Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de Don Quijote. Con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo."
Llevado por el interés que tenía nuestro autor en saber la continuación de sus peripecias "Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de Don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese".
Y así tenemos la primera descripción general de los protagonistas:
"Estaba en el primer cartapacio pintada muy al natural la batalla de Don Quijote con el vizcaíno, puestos en la misma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies el vizcaíno un título que decía: Don Sancho de Azpeitia que sin duda debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro, que decía: Don Quijote; estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y propiedad se le había puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rótulo, que decía: Sancho Zancas; y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto, y las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de Panza y Zancas, que con estos dos sobrenombres se le llama algunas veces en la historia."
De este modo, entregada la traducción, se llega a la continuación de la lucha donde la habíamos dejado : "el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia, que a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda, y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño qeu desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada con la mitad de la oreja, que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho."
Don Quijote, furioso, contraatacó y "Estaba el vizcaíno tan turbado que no podía responder palabra, y él lo pasara mal, según estaba ciego Don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran adonde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciera tan grande merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero; a lo cual Don Quijote respondió con mucho entono y gravedad: por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís; mas ha de ser con una condición y concerto, y es que este caballero ma ha de prometer de ir al lugar del Toboso, y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga de él lo que más fuere de su voluntad. Las temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que Don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado: pues en fe de esa palabra, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido"
¡Seguimos!
Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron
Hasta aquí decide Cervantes que llegaba el supuesto pergamino en el que se relataba el inicio de las aventuras de nuestro hidalgo (hijo de algo= caballero) y a partir de aquí, tras pensar en que era imposible que semejante caballero no hubiera tenido quien siguiera contando sus hazañas, nos relata: "está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: esta Dulcinea del Toboso, tantas veces, en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha. Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de Don Quijote. Con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo."
Llevado por el interés que tenía nuestro autor en saber la continuación de sus peripecias "Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de Don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese".
Y así tenemos la primera descripción general de los protagonistas:
"Estaba en el primer cartapacio pintada muy al natural la batalla de Don Quijote con el vizcaíno, puestos en la misma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies el vizcaíno un título que decía: Don Sancho de Azpeitia que sin duda debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro, que decía: Don Quijote; estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y propiedad se le había puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rótulo, que decía: Sancho Zancas; y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto, y las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de Panza y Zancas, que con estos dos sobrenombres se le llama algunas veces en la historia."
De este modo, entregada la traducción, se llega a la continuación de la lucha donde la habíamos dejado : "el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia, que a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda, y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño qeu desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada con la mitad de la oreja, que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho."
Don Quijote, furioso, contraatacó y "Estaba el vizcaíno tan turbado que no podía responder palabra, y él lo pasara mal, según estaba ciego Don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran adonde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciera tan grande merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero; a lo cual Don Quijote respondió con mucho entono y gravedad: por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís; mas ha de ser con una condición y concerto, y es que este caballero ma ha de prometer de ir al lugar del Toboso, y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga de él lo que más fuere de su voluntad. Las temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que Don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado: pues en fe de esa palabra, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido"
¡Seguimos!
miércoles, 22 de junio de 2011
Leyendo "Don Quijote". 1ª parte. Capítulo 6.
Capítulo sexto
Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo
Todavía dormía nuestro caballero cuando ya sus amigos, el ama y la sobrina se dispusieron a hacer limpieza en su biblioteca para librarle -un poco tarde, quizás- de los malos efectos que algunos podían haberle producido. Y así, analizando de uno en uno al principio y más en general después, hicieron tres apartados en los que Cervantes demuestra conocer ampliamente la literatura de su época y se permite, además, una crítica a sí mismo:
Libros para conservar:
los cuatro de Amadís de Gaula, por ser los primeros y no tener culpa de las atrocidades que hicieran sus seguidores.
Salva el Palmerín de Inglaterra porque "Todas las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio, las razones cortesanas y claras que guardan y miran el decoro del que habla, con mucha propiedad y entendimiento"
De Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. comenta: "Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros de este género carecen."
De libros pastoriles, salva el cura La Diana de Gil Polo; de los diez libros de Fortuna de Amor, compuesto por Antonio de Lofraso, comenta: "tan gracioso ni tan disparatado libro como ese no se ha compuesto, y que por su camino es el mejor y el más único de cuantos de este género han salido a la luz del mundo"
De el Pastor de Filida No es ese pastor, dijo el cura, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa
Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo
Todavía dormía nuestro caballero cuando ya sus amigos, el ama y la sobrina se dispusieron a hacer limpieza en su biblioteca para librarle -un poco tarde, quizás- de los malos efectos que algunos podían haberle producido. Y así, analizando de uno en uno al principio y más en general después, hicieron tres apartados en los que Cervantes demuestra conocer ampliamente la literatura de su época y se permite, además, una crítica a sí mismo:
Libros para conservar:
los cuatro de Amadís de Gaula, por ser los primeros y no tener culpa de las atrocidades que hicieran sus seguidores.
Salva el Palmerín de Inglaterra porque "Todas las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio, las razones cortesanas y claras que guardan y miran el decoro del que habla, con mucha propiedad y entendimiento"
De Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. comenta: "Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros de este género carecen."
De libros pastoriles, salva el cura La Diana de Gil Polo; de los diez libros de Fortuna de Amor, compuesto por Antonio de Lofraso, comenta: "tan gracioso ni tan disparatado libro como ese no se ha compuesto, y que por su camino es el mejor y el más único de cuantos de este género han salido a la luz del mundo"
De el Pastor de Filida No es ese pastor, dijo el cura, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa
La Araucana de don Alonso de Ercilla; la Austríada de don Juan Rufo, jurado de Córdoba y el Montserrat de Cristóbal de Virues, poeta valenciano. "pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.
Ya cansados, iban a tirar el resto de libros cuando asoma Las lágrimas de Angélica que resulta también salvado "porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio. "
Libros para quemar:
Las sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula
"Amadís de Grecia, y aun todos los de este lado, a lo que creo, son del mismo linaje de Amadís" "Pues vayan todos al corral, dijo el cura, que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemara con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante."
Don Olicante de Laura. El autor de ese libro, dijo el cura, fue el mismo que compuso a Jardín de Flores(...)solo sé decir que este irá al corral por disparatado y arrogante.
Les siguieron: Florismarte de Hircania, El caballero Platir, El caballero de la Cruz, Bernardo del Carpio, Roncesvalles, Palmerín de Oliva, la Diana llamada Segunda del Salmantino, el Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de Zelos.
Libros "en cuarentena" que no merecían ser quemados, pero convenía mantener aparte:
Al llegar a Espejo de Caballerías, arremete Cervantes contra los malos traductores "y aquí le perdonáramos al señor capitán, que no le hubiera traído a España, y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valor, y lo mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento."
Don Belianís. Pues ese, replicó el cura, con la segunda y tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del castillo de la fama, y otras impertinencias de más importancia, para lo cual se les da término ultramarino, y como se enmendaren, así se usará con ellos de misericordia o de justicia
Pasan a otra sección de la biblioteca en la que hallan la Diana, de Jorge de Montemayor, y creyendo el cura que la poesía bucólica poco daño podía hacer, le advierte la sobrina de Don Quijote: Bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de hacerse pastor, y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza por lo que deciden reservar solo las partes en prosa.
No desaprovecha Cervantes el "guardarse las espaldas" cuando de amigos se trata al comentar el Tesoro de varias poesías. Como ellas no fueran tantas, dijo el cura, fueran más estimadas; menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene; guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito y el Cancionero de López Maldonado, pero resulta curioso que incluya una autocrítica de su obra La Galatea "Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega;"
Y así concluye este capítulo. ¡Seguimos!
Ya cansados, iban a tirar el resto de libros cuando asoma Las lágrimas de Angélica que resulta también salvado "porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio. "
Libros para quemar:
Las sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula
"Amadís de Grecia, y aun todos los de este lado, a lo que creo, son del mismo linaje de Amadís" "Pues vayan todos al corral, dijo el cura, que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemara con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante."
Don Olicante de Laura. El autor de ese libro, dijo el cura, fue el mismo que compuso a Jardín de Flores(...)solo sé decir que este irá al corral por disparatado y arrogante.
Les siguieron: Florismarte de Hircania, El caballero Platir, El caballero de la Cruz, Bernardo del Carpio, Roncesvalles, Palmerín de Oliva, la Diana llamada Segunda del Salmantino, el Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de Zelos.
Libros "en cuarentena" que no merecían ser quemados, pero convenía mantener aparte:
Al llegar a Espejo de Caballerías, arremete Cervantes contra los malos traductores "y aquí le perdonáramos al señor capitán, que no le hubiera traído a España, y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valor, y lo mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento."
Don Belianís. Pues ese, replicó el cura, con la segunda y tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del castillo de la fama, y otras impertinencias de más importancia, para lo cual se les da término ultramarino, y como se enmendaren, así se usará con ellos de misericordia o de justicia
Pasan a otra sección de la biblioteca en la que hallan la Diana, de Jorge de Montemayor, y creyendo el cura que la poesía bucólica poco daño podía hacer, le advierte la sobrina de Don Quijote: Bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de hacerse pastor, y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza por lo que deciden reservar solo las partes en prosa.
No desaprovecha Cervantes el "guardarse las espaldas" cuando de amigos se trata al comentar el Tesoro de varias poesías. Como ellas no fueran tantas, dijo el cura, fueran más estimadas; menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene; guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito y el Cancionero de López Maldonado, pero resulta curioso que incluya una autocrítica de su obra La Galatea "Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega;"
Y así concluye este capítulo. ¡Seguimos!
Leyendo "Don Quijote". 1ª parte. Capítulo 5.
Capítulo quinto
Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Aquí tenemos a Don Quijote donde le habíamos dejado: molido a palos y sin poderse levantar. Triste situación, sin duda.
Pero nada que no hubiera pasado a algún noble caballero en sus aventuras, y repasando en su recuerdo alguna parecida a la suya, recordó el romance de Baldovinos y el Marqués de Mantua en el que el primero, gravemente herido, fue rescatado por el segundo, su tío, que casualmente se había perdido por el bosque en mitad de una cacería.
Comenzó, pues, a recitar dicho romance nuestro protagonista y dio la casualidad de que le oyó un labrador vecino suyo. Verle y creer que era el mismo Marqués de Mantua fue todo uno, y mientras el hombre le ayudaba a levantarse y montar en su borrico cargando a Rocinante con la armadura, armas y los restos de la lanza, oía a su vecino dar quejas, primero como si fuera Baldovinos, luego, como el Abencerraje de "La Diana" de Jorge de Montemayor, según le pareciera más propio a la situación y a las preguntas que le hacía el labrador, no solo por su quejidos lastimeros, sino también asustado de su locura. Y aunque le intentó hacer ver que ninguno de los dos era alguno de aquellos personajes, "yo sé quien soy, respondió Don Quijote, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí hicieron, se aventajarán las mías"
En fin, decidió el preocupado vecino devolverle a su casa aprovechando la noche para que no le vieran en ese estado y "Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo y en casa de Don Quijote, la cual halló toda alborotada, y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de Don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: ¿qué le parece a vuestra merced, señor licenciado, Pero Pérez, que así se llamaba el cura, de la desgracia de mi señor? Seis días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mí!."
Oyendo también los comentarios de la sobrina "Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos), que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Esto digo yo también, dijo el cura, y a fe que no se pase el día de mañana sin que de ellos no se haga auto público, y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho." comprendió el labrador lo que le pasaba a Don Quijote, y sin querer llevarle la contraria, avisó a los que hablaban de a quién traía.
Y así fue cómo nuestro caballero regresó de su primera salida y se encontró reposando de nuevo en su cama y cómo el cura, al oírle relatar sus aventuras, se decidió a acabar de una vez con aquellos libros causantes de semejante locura.
¡Seguimos!
Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Aquí tenemos a Don Quijote donde le habíamos dejado: molido a palos y sin poderse levantar. Triste situación, sin duda.
Pero nada que no hubiera pasado a algún noble caballero en sus aventuras, y repasando en su recuerdo alguna parecida a la suya, recordó el romance de Baldovinos y el Marqués de Mantua en el que el primero, gravemente herido, fue rescatado por el segundo, su tío, que casualmente se había perdido por el bosque en mitad de una cacería.
Comenzó, pues, a recitar dicho romance nuestro protagonista y dio la casualidad de que le oyó un labrador vecino suyo. Verle y creer que era el mismo Marqués de Mantua fue todo uno, y mientras el hombre le ayudaba a levantarse y montar en su borrico cargando a Rocinante con la armadura, armas y los restos de la lanza, oía a su vecino dar quejas, primero como si fuera Baldovinos, luego, como el Abencerraje de "La Diana" de Jorge de Montemayor, según le pareciera más propio a la situación y a las preguntas que le hacía el labrador, no solo por su quejidos lastimeros, sino también asustado de su locura. Y aunque le intentó hacer ver que ninguno de los dos era alguno de aquellos personajes, "yo sé quien soy, respondió Don Quijote, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí hicieron, se aventajarán las mías"
En fin, decidió el preocupado vecino devolverle a su casa aprovechando la noche para que no le vieran en ese estado y "Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo y en casa de Don Quijote, la cual halló toda alborotada, y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de Don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: ¿qué le parece a vuestra merced, señor licenciado, Pero Pérez, que así se llamaba el cura, de la desgracia de mi señor? Seis días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mí!."
Oyendo también los comentarios de la sobrina "Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos), que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Esto digo yo también, dijo el cura, y a fe que no se pase el día de mañana sin que de ellos no se haga auto público, y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho." comprendió el labrador lo que le pasaba a Don Quijote, y sin querer llevarle la contraria, avisó a los que hablaban de a quién traía.
Y así fue cómo nuestro caballero regresó de su primera salida y se encontró reposando de nuevo en su cama y cómo el cura, al oírle relatar sus aventuras, se decidió a acabar de una vez con aquellos libros causantes de semejante locura.
¡Seguimos!
Leyendo "Don Quijote". 1ª parte. Capítulo 2.
Capítulo segundo
Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso D. Quijote
Bien, pues ya tenemos a nuestro caballero completamente decidido "y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de Julio), se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo"
No pasó mucho tiempo, ya que tantas y tantas vueltas daba al tema en su cabeza para que todo siguiera punto por punto las leyes de caballería, en que se diera cuenta de que le faltaba una de las condiciones principales: ¡nadie le había nombrado caballero! y así, difícilmente iba a poder hacer lo que quería.
No se echó atrás, sin embargo, y decidió "hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían". Dejándose Don Quijote llevar por Rocinante, pues no tenía una dirección determinada y creía que así dejaba más espacio a que fuera la suerte o el azar la que decidiera, Cervantes no puede evitar imitar irónicamente el lenguaje de muchos de los escritores barrocos describiendo la salida del sol:
A esas horas tan tempranas iba, pues, nuestro caballero por el campo de Montiel (comarca española de La Mancha baja) y pensando en aquel sabio a quien le correspondería escribir contando sus importantes hazañas y quejándose de los desdenes de su señora Dulcinea (a la que, recordemos, hacía mucho tiempo que ni veía ni hablaba; ajena totalmente al ascenso en su posición social gracias a las locuras de Don Quijote), aunque Cervantes juega con la supuesta historia del primer cronista de sus hazañas (el supuesto Cideamete Benenjeli que escribió el manuscrito encontrado por él), pasó el día sin que nada importante sucediese, más que el calor y el hambre con el que, ya al anochecer, encuentra una venta (lugares de reposo y descanso de caminantes, parecidos a nuestros actuales mesones y hostales) y a ella se dirige creyendo "que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan." .
No se atrevía a ir más allá Don Quijote, aguardando a que alguien en el "castillo" anunciase su llegada, y "En esto sucedió acaso que un porquero, que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos (que sin perdón así se llaman), tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen,". Era la señal que Don Quijote esperaba y al ver que huían asustadas dos mujeres "de la vida" que en la puerta estaban, a las que -¡cómo no!- tomó por nobles damas e intentó tranquilizarlas con tal lenguaje y hechos que ellas, por su ridículo aspecto y su rara forma de hablar, comenzaron a reír.
Era Don Quijote muy orgulloso y esas risas le sentaron muy mal y tal vez hubiera llegado a mayores si el encargado de la venta, el ventero, viendo cómo iba armado, no hubiera usado sus mejores dotes de persuasión para convencerle de que descansase, aunque aclarando que no tenían habitaciones. A lo que Don Quijote, muy satisfecho, responde con dos versos del romance anónimo:
mi dormir siempre velar;
las manidas son oscuras
los caminos por usar,
así ando de sierra en sierra
por orillas de la mar,
a probar si en mi ventura
hay lugar donde avadar;
pero por vos, mi Señora,
todo se ha de comportar.
El resto del capítulo es duro, porque no para el autor de ridiculizar a nuestro protagonista a través de las bromas de las "doncellas" que pretenden desnudarle sin conseguir quitarle "la gola, ni quitarle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los nudos"
es decir, la parte de la supuesta armadura que cubrían su cabeza y hombros.
En fin, llega la hora de comer y "Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta por el fresco, y trájole el huésped una porción de mal remojado, y peor cocido bacalao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas. Pero era materia de grande risa verle comer, porque como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca con sus manos, si otro no se lo daba y ponía; " y en esa ridícula situación llega un castrador de puercos que hizo sonar "su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar Don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas, el pan candeal, y las rameras damas, y el ventero castellano del castillo; y con esto daba por bien empleada su determinación y salida.".
Pero, aunque muy satisfecho, no podía estar tranquilo hasta que consiguiese lo principal: el ser armado caballero.
¡Seguimos!
Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso D. Quijote
Bien, pues ya tenemos a nuestro caballero completamente decidido "y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de Julio), se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo"
No pasó mucho tiempo, ya que tantas y tantas vueltas daba al tema en su cabeza para que todo siguiera punto por punto las leyes de caballería, en que se diera cuenta de que le faltaba una de las condiciones principales: ¡nadie le había nombrado caballero! y así, difícilmente iba a poder hacer lo que quería.
No se echó atrás, sin embargo, y decidió "hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían". Dejándose Don Quijote llevar por Rocinante, pues no tenía una dirección determinada y creía que así dejaba más espacio a que fuera la suerte o el azar la que decidiera, Cervantes no puede evitar imitar irónicamente el lenguaje de muchos de los escritores barrocos describiendo la salida del sol:
"Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora que dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba".
A esas horas tan tempranas iba, pues, nuestro caballero por el campo de Montiel (comarca española de La Mancha baja) y pensando en aquel sabio a quien le correspondería escribir contando sus importantes hazañas y quejándose de los desdenes de su señora Dulcinea (a la que, recordemos, hacía mucho tiempo que ni veía ni hablaba; ajena totalmente al ascenso en su posición social gracias a las locuras de Don Quijote), aunque Cervantes juega con la supuesta historia del primer cronista de sus hazañas (el supuesto Cideamete Benenjeli que escribió el manuscrito encontrado por él), pasó el día sin que nada importante sucediese, más que el calor y el hambre con el que, ya al anochecer, encuentra una venta (lugares de reposo y descanso de caminantes, parecidos a nuestros actuales mesones y hostales) y a ella se dirige creyendo "que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan." .
No se atrevía a ir más allá Don Quijote, aguardando a que alguien en el "castillo" anunciase su llegada, y "En esto sucedió acaso que un porquero, que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos (que sin perdón así se llaman), tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen,". Era la señal que Don Quijote esperaba y al ver que huían asustadas dos mujeres "de la vida" que en la puerta estaban, a las que -¡cómo no!- tomó por nobles damas e intentó tranquilizarlas con tal lenguaje y hechos que ellas, por su ridículo aspecto y su rara forma de hablar, comenzaron a reír.
Era Don Quijote muy orgulloso y esas risas le sentaron muy mal y tal vez hubiera llegado a mayores si el encargado de la venta, el ventero, viendo cómo iba armado, no hubiera usado sus mejores dotes de persuasión para convencerle de que descansase, aunque aclarando que no tenían habitaciones. A lo que Don Quijote, muy satisfecho, responde con dos versos del romance anónimo:
Mis arreos son las armas
mi descanso el pelear,
mi cama los duras peñas,mi dormir siempre velar;
las manidas son oscuras
los caminos por usar,
así ando de sierra en sierra
por orillas de la mar,
a probar si en mi ventura
hay lugar donde avadar;
pero por vos, mi Señora,
todo se ha de comportar.
El resto del capítulo es duro, porque no para el autor de ridiculizar a nuestro protagonista a través de las bromas de las "doncellas" que pretenden desnudarle sin conseguir quitarle "la gola, ni quitarle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los nudos"
es decir, la parte de la supuesta armadura que cubrían su cabeza y hombros.
En fin, llega la hora de comer y "Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta por el fresco, y trájole el huésped una porción de mal remojado, y peor cocido bacalao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas. Pero era materia de grande risa verle comer, porque como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca con sus manos, si otro no se lo daba y ponía; " y en esa ridícula situación llega un castrador de puercos que hizo sonar "su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar Don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas, el pan candeal, y las rameras damas, y el ventero castellano del castillo; y con esto daba por bien empleada su determinación y salida.".
Pero, aunque muy satisfecho, no podía estar tranquilo hasta que consiguiese lo principal: el ser armado caballero.
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