Es un refrán con un significado tan claro que esta vez, más que explicarlo, lo empleo para, como indico en la segunda parte del título, aplicar el recurso al pataleo, al abucheo, a dar rienda suelta a la indignación.
Esa
concluyente sentencia fue la que usó mi madre cuando me despidieron del
trabajo tras la baja por maternidad porque mi sustituta (a la que había
dado yo su primer empleo sin haber acabado aún la carrera) y su marido llegaron a un acuerdo con el director y, finalmente, se quedaron con el Centro.
Dice nuestro refranero que "el que la hace, la paga" y realmente así es: lo que con malas artes se consigue, con malas artes se va. Solo hay que dar "tiempo al tiempo".
Pero esta
frase se destaca en la selección de refranes precisamente en estos días de manifestaciones, en los que las primeras planas de los periódicos muestran a unos
airados piquetes de huelguistas que ejecutan actos vandálicos como los de la imagen, rompiendo las lunas del autobús para impedir la visibilidad de su conductor y con ello
evitar que pueda seguir con su trabajo o acudir a él los viajeros que en él viajaban. ¿No será que les interesa mostrar el lado más aberrante para restar credibilidad a la indignación que lleva a esas manifestaciones? Probablemente.
Pero estamos
como estamos por una serie de circunstancias que han desembocado en ello
tras múltiples vicisitudes que vienen sucediéndose desde hace años, ante las que al parecer nadie tenía nada que
decir: contratos basura, facilidad de despido, ajustes de plantilla que
dejaron en tierra a parados de 40 a 50 años imposibilitados en su
mayoría de reintegrarse al mercado laboral...
¿Dónde estaban entonces
los sindicatos?: Aquellos polvos traen estos lodos.
Y luego, al contemplar las barbaridades de algunos de esos piquetes "informativos" ¿Dónde
está la libertad democrática para optar a una decisión libre y ajustada
a las necesidades o convicciones personales de cada quién?
Pero aún hay más: si, como hemos visto, no existe respeto en el plano familiar, si no lo hay en el plano social, ¿cómo nos extraña que no lo haya en aquéllos a quienes nuestro voto ha dado el poder que han convertido en poder absoluto, olvidando que en democracia se trata de una representación de la voluntad del pueblo y nunca de una capacidad de decisión muchas veces en contra y a pesar de esa voluntad?.
Sí, señores, de fuera vienen (nunca podremos considerarlos "nuestros") aquellos que nos machacan, que nos quitan el trabajo, el poder adquisitivo, y no contentos con ello nos hacen (o nos quieren hacer) pagar hasta por el aire que respiramos (aire bastante sucio, por cierto, gracias también a su ineficacia). No son los emigrantes precísamente, no.
De fuera vienen quienes llegan al poder pretendiendo ponerse al servicio del pueblo, para engordar sus propios bolsillos y los de su séquito, saliendo impunes de cualquier intento de rectificación porque -no nos dejan olvidarlo- somos nosotros mismos quienes les dimos ese poder y son ellos los que dictan leyes y normas.
Y nos echan de casa, literalmente, porque mientras buscan ayudas para los banqueros, nos desahucian, nos siguen ahogando, limitando nuestros derechos, derechos adquiridos con mucho esfuerzo, tapándose "errores" como malversaciones de fondos públicos, repartiéndose puestos de privilegio y hasta imponiéndose con expresiones como: "esto se hace así porque lo digo yo, y basta" mientras el pueblo llano se ahoga en deudas, pierde lo poco que ha podido conseguir y de "clase media" pasa al grado de pobreza.
Pero este pueblo que -parafraseando a Jarcha- "solo desea su pan, su hembra, la fiesta en paz" está llegando a exigir su libertad con ira. Una vez
más se nos muestra el alcance de la sabiduría popular del refranero.
Luego, pasados los cuatro años preceptivos, volverán a contar con nosotros, a engatusarnos, y habrá quien les vote, quien se deje engañar de nuevo, y nos haga pensar que realmente tenemos lo que nos merecemos.
¿Qué nos queda? ¿Podremos en verdad hacer algo para que se nos oiga, para que se nos tenga en cuenta? Lo veo tan difícil, lo tienen todo tan atado y bien atado, que me temo que sólo nos quede el recurso al pataleo.
(Esto lo escribía en el 2012. Y así seguimos...)
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-¡Oh!
Fábricas no faltan -respondió-. Tendría que haber visto esto hace cuatro
o cinco años. Por todas partes se trabajaba, hacían falta obreros, jamás
se había ganado tanto. Pero ahora, ahora se muere uno de hambre. Es una
desolación; de todos lados despiden trabajadores, y los talleres y las
fábricas van cerrándose unos tras otros. No digo yo que tenga la culpa
el Emperador; pero, ¿a qué demonios se va a guerrear en América? Todo
esto sin contar los animales y personas que se están muriendo del
cólera.
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