Capítulo octavo
Del buen suceso que el 
valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de
 los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordaciónSeguían
 nuestro protagonista y su recién estrenado compañero vagando sin rumbo 
fijo por la meseta castellana, cuando Don Quijote llama la atención de 
Sancho hacia unos gigantes contra los que iba a librar batalla y 
vencerles para mayor gloria de su nombre, quitar la mala simiente sobre 
la tierra y ¿por qué no? el interés material: 
con cuyos despojos 
comenzaremos a enriquecer.

 No sabía aún el pobre Sancho en qué lío se había metido accediendo a 
acompañar a su nuevo amo, y, como es natural, pregunta extrañado porque 
lo que él ve 
"no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en 
ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar
 la piedra del molino".

Como
 véis, no es de ahora el descubrimiento de la energía eólica, y aunque 
el avance tecnológico lo haya sustituido por nuevos molinos, ha sido y es 
elemento habitual en el paisaje castellano. Antes, para moler la harina; 
ahora, para el aprovechamiento de la energía. 
Pues bien, quiso el
 viento soplar en ese momento y hacer que se movieran las aspas, por lo 
que Don Quijote se aseguró de la fiereza de dichos gigantes "
y 
encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en 
tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en 
ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el 
primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la 
volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose 
tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el 
campo."

El
 buen Sancho no daba crédito a lo que veía, y menos a la ceguera de su 
señor, que aún después de probar los efectos de su locura exclamaba al 
querérsela hacer ver: "
Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, 
que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua 
mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio 
Frestón (inventado, ya que no todos los personajes citados los saca de los libros), 
que
 me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos 
por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me 
tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la 
voluntad de mi espada"
Le ayudó como pudo a montar de nuevo 
en el también molido Rocinante y continuaron su camino hacia Puerto 
Lápice, (municipio de la provincia de Ciudad Real) "
porque allí decía 
Don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas 
aventuras, por ser lugar muy pasajero" (de mucho tránsito de viajeros), 
en donde esperaba hallar muchas y nuevas aventuras. 
Pero iba 
entristecido Don Quijote por haber perdido su lanza en el singular 
combate, por lo que, rebuscando en su memoria, encontró la solución al 
recordar que un caballero español, llamado Diego Pérez de Vargas, había 
hecho grandes hazañas fabricándose él mismo un arma de madera. Así que 
decidió: "
de la primera encina o roble que se me depare, pienso 
desgajar otro tronco tal y bueno como aquel, que me imagino y pienso 
hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de 
haber merecido venir a verlas, y aser testigo de cosas que apenas podrán
 ser creídas."
El bueno de Sancho le aseguró que creería 
todo lo que él le dijera, pero se preocupó de su lamentable manera de 
cabalgar "de medio lado", lo que indicaba hasta qué punto estaba mal; 
pero al explicarle Don Quijote que no era propio de caballeros el 
quejarse, le advirtió: "
De mí sé decir, que me he de quejar del más 
pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos 
de los caballeros andantes eso del no quejarse." 
Atento a 
sus necesidades, recordó a su amo que deberían comer, y aunque Don 
Quijote ni hambre tenía, permitió a su escudero hacerlo, por lo que, aun
 montado sobre su asno, "
iba caminando y comiendo detrás de su amo muy 
despacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le
 pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga"
Pararon 
en un bosque al llegar la noche, y mientras Sancho durmió "a pierna 
suelta", Don Quijote la pasó en vela fabricándose una nueva lanza y "
por
 acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros 
pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, 
entretenidos en las memorias de sus señoras".
Hubiera seguido 
durmiendo Sancho de buena gana cuando su amo le despertó y enseguida 
pensó en su desayuno y en cómo repondrían lo que iban consumiendo, 
mientras Don Quijote tampoco esta vez quiso tomar nada.
Siguiendo
 su camino, y llegando ya a Puerto Lápice, Don Quijote advirtió a Sancho
 que pasara lo que pasara jamás pretendiera ayudarle cuando estuviera en
 lucha con caballeros, pues solo podría luchar con gente de su 
condición, a lo que Sancho replicó que no tendrían ningún problema con 
eso, ya que "
soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos y 
pendencias; bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no
 tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten
 que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle."
En 
esto aparecieron dos frailes sobre sus mulas, seguidos de un carruaje 
que no viajaba con ellos pero sí llevaban juntos el mismo camino. No 
tardó Don Quijote en inventar una nueva aventura: "
o yo me engaño, o
 esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque 
aquellos bultos negros que allí parecen, deben ser, y son sin duda, 
algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y
 es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío."

 Ya pensó Sancho que esto iba a ser aún peor que lo de los molinos, y 
aunque quiso avisar a su señor, pronto comprendió que de poco le servían
 sus advertencias porque "en llegando tan cerca que a él le pareció que 
le podían oír lo que dijese, en alta voz dijo: 
gente endiablada y 
descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche 
lleváis forzadas, si no, aparejáos a recibir presta muerte por justo 
castigo de vuestras malas obras."
No tenía problemas Sancho 
en ver la realidad de la situación, pero no por eso iba a intentar dejar
 de aprovecharse, por lo que al fin, tras algunas peripecias 
"
arremetieron con Sancho, y dieron con él en el suelo; y sin dejarle 
pelo en las barbas le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo 
sin aliento ni sentido" mientras Don Quijote hablaba con la señora que 
en el carruaje viajaba, rogándole que, en premio a haberla librado de 
sus supuestos raptores, volviera atrás, hacia El Toboso, para contar a 
su amada Dulcinea lo que había hecho.
Pero no estaba muy 
dispuesto uno de los escuderos -vizcaíno, por más señas (gente que debía
 ser considerada muy belicosa)- a volver atrás, por lo que se enfrentó a
 nuestro caballero y "
dio el vizcaíno una gran cuchillada a Don Quijote 
encima de un hombro por encima de la rodela, que a dársela sin defensa, 
le abriera hasta la cintura.".
Y, al modo que mantiene el interés
 una serie o telenovela con el "continuará", así Cervantes nos promete 
desvelar la intriga en el capítulo siguiente.
¡Seguimos!