El
sistema vocálico del latín arcaico, perpetuado en la lengua literaria, estaba
constituido por diez fonemas que podemos definir mediante tres rasgos
distintivos: abertura, lugar de articulación y cantidad.
Los grados de abertura eran tres:
cerrado (o alto) (/i/ /i:/ /u/ /u:/),
medio ( /e/ /e:/ /o/ /o:/) y
abierto (o bajo) ( /a/ /a:/).
Además, las vocales
palatales – o anteriores – ( /i/ /i:/ /e/ /e:/) se distinguían de las velares – o
posteriores – ( /u/ /u:/ /o/ /o:/), al tiempo que eran neutras ( /a/ /a:/).
Cada punto del sistema estaba ocupado por dos
elementos, que se diferenciaban por la cantidad (esto es, la duración, indicada
aquí por la presencia o ausencia de los dos puntos junto a ellas «:»);
/i:, e:, a:, o:, u:/ eran largas,
mientras que /i, e, a, o, u/ eran breves.
Sin
embargo, la convención gráfica del latín ignoraba generalmente las diferencias
de cantidad y empleaba tan sólo cinco letras, cada una de las cuales podía
representar tanto un fonema largo como uno breve. (Más tarde los gramáticos
establecieron una distinción ortográfica, colocando el signo (ā) sobre la vocal
larga y el signo (ă) sobre la breve)
Pero, a pesar de que esto no se
reflejaba en la escritura, era un rasgo distintivo que diferenciaba palabras como:
HĪC “aquí”
<> HIC “este”
LĪBER “libre” <> LIBR “libro”
LĒVIS “liso” <> LEVIS
“ligero”
VĒNIT “él vino” <> VENIT “él
viene”
MĀLUM “manzana” <> MALUM “malo”
ŌS “boca”
<> OS “hueso”
PŌPULUS “chopo” <>
POPULUS “pueblo”
Aunque este sistema persistió en el habla
culta, sufrió gradualmente diversos cambios. El primero, la pérdida del rasgo distintivo de cantidad que se transfirió al de abertura. El segundo cambio fundamental fue la naturaleza del acento.
El sistema de nueve vocales que surgió tras la pérdida de las
oposiciones basadas en el rasgo de cantidad era particularmente inestable. En realidad, la diferencia acústica era probablemente demasiado pequeña
para que pudiesen ser diferenciados con absoluta precisión los elementos del
sistema. Al sistema vocálico
resultante de estos cambios, sistema de siete unidades, se le suele denominar
“sistema vocálico del latín vulgar”, ya que se utilizó en buena parte de la
latinidad, incluida la Península Ibérica.
Como ejemplos sonoros de esta vocalización quedan, por ejemplo, las del catalán y el francés.
[Penny, Ralph: Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel,
2001, p. 39 ss.]
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muchas gracias por responder mi pregunta.
ResponderEliminarPara un profesor, el mayor placer es ver vuestro interés y el poderos ayudar en vuestras dudas. Suerte.
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