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lunes, 16 de julio de 2012

Leyendo el "Quijote". Parte 1ª. Cap. 3

Capítulo tercero
Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo D. Quijote en armarse caballero.

Bien, habíamos dejado a nuestro caballero con su obsesión y ya vamos sabiendo que pocos pueden ganarle a terco; por tanto, no nos sorprenderá que llegado el momento de retirarse pidiera al ventero (según él, el castellano, es decir, el dueño del supuesto castillo) que le acompañara a las caballerizas y una vez allí, se arrodillara ante él y le amenazara con no levantarse hasta que el buen hombre le concediera lo que le quería pedir.

Después de tantas horas atendiendo la venta, imaginamos que lo que más querría sería quitarse de en medio al loco que la suerte había hecho llegar a su casa, por lo que le prometió cumplir lo que quisiera. Entonces fue cuando Don Quijote le contó: "os digo que el don que os he pedido, y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado, es que mañana, en aquel día, me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla de este vuestro castillo velaré las armas; y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder, como se debe, ir por todas las cuatro partes del mundo buscando las aventuras en pro de los menesterosos, como está a cargo de la caballería y de los caballeros andantes, como yo soy"

Ya iba el ventero dándose cuenta de la locura de Don Quijote, por lo que, tomándoselo a broma, pensó que iba a ser una buena ocasión para reírse un rato. Siguiéndole la corriente y bromeando sobre que él también había hecho y deshecho en su juventud, le advirtió, sin embargo, que como en su castillo no había capilla disponible porque había sido destruida, él sabía que podían ser veladas en el patio de armas del castillo. Le preguntó si tenía dinero, a lo que Don Quijote contestó que nunca había leído que los caballeros los necesitasen. Fiel a su plan, el ventero le contó que no solo dinero, sino camisas limpias sabía él que eran necesarios para un buen caballero, así como ungüentos para curar sus heridas, siendo tan obvio que no habían considerado necesario decirlo en sus crónicas. Tal vez porque no era bien visto que ellos llevasen alforjas y solían ser sus escuderos los que de eso se encargaban.

"Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así se dió luego orden como velase las armas en un corral grande, que a un lado de la venta estaba, y recogiéndolas Don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y embrazando su adarga, asió de su lanza, y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo, comenzaba a cerrar la noche."

Imagen Contó el ventero el episodio a todos los que en la venta estaban, de manera que se dispusieron a disfrutar del raro espectáculo.

Enfrascado Don Quijote en su vela, se acercó al pozo un arriero que quería dar de beber a su recua, por lo que se dispuso a apartar las armas. La indignación de Don Quijote no se hizo esperar: "¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada, mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento!".

No estaba el arriero al tanto de lo que allí pasaba, y seguramente pocas ganas tendría de aguantar manías, así que, haciendo caso omiso, siguió apartándolas para dejar libre el pozo. ¡ No sabía lo que le esperaba!. Don Quijote, encomendándose a su amada Dulcinea en esa su primera prueba, cogió la lanza con las dos manos "y dió con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derribó en el suelo tan maltrecho, que, si secundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara.".

Tuvo suerte de que Don Quijote se conformó con eso y siguió tranquilamente sus paseos, pensando que con un solo golpe sería suficiente. Pero quiso la suerte que otro arriero ocupara el lugar del primero, y a éste, sin avisar, le arreó nuestro caballero tres golpes que le abrieron la cabeza. Viendo esto otros compañeros del oficio, comenzaron a lanzarle piedras e insultarle, mezclándose sus insultos y gritos con las voces del ventero queriendo aclarar que se trataba de un loco y las del mismo Don Quijote: "tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiéredes, que vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía. ".

Ya fuera por las amenazas o por las explicaciones del ventero, el caso es que los arrieros le dejaron en paz y así pudo él continuar la vela de sus armas sin otro contratiempo. Pero no quería el ventero más jaleos, así que acercándose a nuestro protagonista "Díjole, como ya le había dicho, que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria; que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo, según él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se podía hacer; y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela se cumplía, cuanto más que él había estado más de cuatro.".

Don Quijote ya confiaba en él, por lo que accedió y creyó todo lo dicho. Entonces, " el castellano, trajo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino a donde Don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y leyendo en su manual como que decía alguna devota oración, en mitad de la leyenda alzó la mano, y dióle sobre el cuello un buen golpe, y tras él con su misma espada un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre dientes como que rezaba."

Fueron las dos "doncellas" las encargadas de ceñirle la espada y calzarle las espuelas, a las que, agradecido, pidió sus nombres y las bautizó en adelante como doña Tolosa y doña Molinera.

"Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vió la hora Don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y ensillando luego a Rocinante, subió en él, y abrazando a su huésped, le dijo cosas tan extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas, y sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buena hora."

Y así fue cómo nuestro recién armado caballero, se dispuso a continuar su viaje y a iniciarse como tal.

¡Seguimos!

viernes, 13 de julio de 2012

2.- "Haz lo que digo, pero no lo que hago"


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Este refrán, citado en la recopilación "De abuelos a nietos", en relación con el de "No entra en misa la campana y a todos llama", nos muestra una costumbre muy habitual en el ser humano: aconsejar a otros lo que han de hacer, siendo él el primero en no seguir aquello que aconseja.

De ahí la importancia de "predicar con el ejemplo" para tener credibilidad e inspirar confianza en los demás.
Aconsejar es fácil, pero... "del dicho al hecho, hay gran trecho" (1). También comentaremos ambos proverbios.
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Ganadora del premio Edebé 2010, Maite Carranza en su obra "Palabras envenenadas" trata precísamente sobre la hipocresía social, centrada en el tema del abuso de menores.
¿Qué pasó con Bárbara Molina? Nunca se encontró su cuerpo ni se consiguieron pruebas para detener a ningún culpable. Una llamada a un móvil pone patas arriba el destino de muchas personas: el de un policía a punto de jubilarse, el de una madre que ha perdido la esperanza de encontrar a su hija desaparecida, el de una chica que traicionó a su mejor amiga. Palabras envenenadas es una crónica de un día trepidante, vivido a contrarreloj y protagonizado por tres personas cercanas a Bárbara Molina, desaparecida misteriosa y violentamente cuando tenía quince años. Un enigma que, después de cuatro años sin resolverse, va a verse sacudido por nuevas claves. A veces, la verdad permanece oculta en la oscuridad y sólo se ilumina al abrir una ventana.
Una historia de mentiras, secretos, engaños y falsas apariencias que pone el dedo en la llaga sobre mitos incuestionables. Un relato escalofriante que disecciona la hipocresía de la sociedad española moderna. Una denuncia valiente de los abusos sexuales infantiles, sus devastadoras consecuencias y su invisibilidad en este mundo bienpensante nuestro.
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(1) Trecho.- Espacio, distancia de lugar o tiempo.


Permitida la copia total o parcial citando MNAcademia

miércoles, 11 de julio de 2012

1. -"Si bien canta el abad, no le va en zaga el monacillo"

Comenzamos con una sentencia que necesita poca interpretación: Si el maestro lo hace bien (el abad), no lo hace peor el discípulo (el monaguillo).
Y es que el buen maestro se demuestra por la calidad de los resultados que obtiene de sus alumnos.
 
(…) las buenas gente del pueblo
han escrito al ministerio
y dicen que no esta claro
como piensa este maestro.
Dicen que lee con los niños
lo que escribió un tal Machado
que anduvo por estos pagos
antes de ser exilado.
Les habla de lo innombrable
y de otras cosa peores,
les lee libros de versos
y no les pone orejones. 
Al explicar cualquier guerra
siempre se muestra remiso
por explicar claramente 
quien venció y fue vencido.(...)

Quizás Patxi Andión creara esta canción a partir de la narración "La lengua de las mariposas", de Manuel Rivas, que sirvió como tema de la película que tan magistralmente interpretara Fernando Fernán Gómez. ¡Os la recomiendo!

Nota: Este refrán pertenece a la obra "De abuelos a nietos" y es una muestra para dar idea de su contenido. Por tanto, está prohibida la copia o reproducción total o parcial sin citar la fuente. 
Puedes solicitar el libro en info@mariannavarro.net.

Estamos perezosos...

Pues sí, eso parece, y hasta el simple hecho de "hacer click" con el ratón nos da pereza...
¿Que por qué digo esto? Pues por el hecho de que si pongo enlace a alguna página de mi sitio (donde no hay publicidad, por cierto, ni chorradas de estas que nos comen la conexión) veo que no se visita. Y, en fin, ya que esto se hace "por amor al arte", digo yo que siquiera debería leerse.
Y si no se lee, no digo ya nada de comentar o poner simplemente "gracias" o un "me gusta".
Lo dicho: somos perezosos. Cogemos lo que Internet nos da como si brotara de la nada,como si no fuera fruto de un trabajo, de un tiempo y un esfuerzo, a veces de bastantes horas, ya que aquí hacemos algo más que copiar y pegar...
Bueno, pues... "si no puedes con ellos, únete", dice el refranero, así que eso voy a hacer en este tiempo de vacaciones, e iré poniendo aquí el trabajo que he ido haciendo sobre los refranes y la lectura de "Don Quijote"
Espero que disculpéis que algunos parezcan repetirse (normalmente aquí no los ponía enteros, sino con el enlace a mi foro o blog en http://www.mariannavarro.net ) y, sobre todo, espero que sean leídos, porque al fin y al cabo, para eso se hacen :)
Gracias a los que sí visitáis esos enlaces (no sería justa si no os las diera) y, sobre todo, os agradecería cualquier comentario que me permitiera saber que os gusta (o no) y -¿por qué no?- alguna sugerencia sobre lo que os os interesaria ver aquí. Os aseguro que serán tenidas muy en cuenta.
Saludos afectuosos.


martes, 10 de julio de 2012

Leyendo el "Quijote"


Seguimos con "Don Quijote". Capítulo 33: El curioso impertinente.

Habíamos dejado a nuestro caballero durmiendo, y a sus amigos en confortable sobremesa hablando sobre libros...
Todos conocemos (o deberíamos conocer) las maravillosas "novelas ejemplares" de Cervantes, y hemos ido viendo cómo se intercalan en esta obra novelas dentro de la novela principal normalmente narradas por sus propios protagonistas.

Pues bien, en este caso, se habla en tercera persona y se cuenta cómo En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que por excelencia y antonomasia de todos los que los conocían, "los dos amigos" eran llamados.

 Estaba Anselmo enamorado, y pidió ayuda a su buen amigo para seguir los cánones de la época y solicitarla como esposa. Todo fue bien y la boda se celebró. Y considerando Lotario que debía dejar solos al nuevo matrimonio, comenzó a espaciar sus visitas, lo que en modo alguno pareció bien a su gran amigo.
Tantas quejas le dio porque hubiera cambiado las costumbres que tenían de solteros, que Lotario se comprometió a comer con ellos dos días por semana y los días de fiesta, aunque procuraba dilatarlo porque pensaba que no estaría bien visto y podría dar origen a maledicencias el que un hombre joven visitara tan a menudo una casa en la que vivía una mujer tan bella como Camila.

Así pasaba el tiempo hasta que un día Lotario le confiesa que a pesar de lo afortunado que era por posición, fortuna y matrimonio,, no era feliz, pues vivía con una preocupación: que no podía constatar que su mujer era buena y virtuosa mientras no pudiera demostrarlo viendo cómo se comportaba en una situación comprometida... Así que no se le ocurre otro modo de comprobarlo que pidiendo a Lotario (Para leer, pulsar aquí)